Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

viernes, 29 de octubre de 2010

Para Marcelino Camacho

    Desde que Jorge Manrique nos remitiera a la memoria para encontrar harto consuelo ante las miserias de la muerte no hemos dado con remedio más cabal y sensato para superar el trance de las pérdidas humanas. En ocasiones, el bálsamo del consuelo ocupa las estancias más íntimas y reservadas hasta que el dolor parece amojamarse para siempre con sencilla naturalidad. En otros casos, el significado social o histórico convierte ese consuelo en un sentimiento colectivo que contribuye a nutrir el acervo humano hasta llegar a mejorarlo. Raras veces, una y otra expresión confluyen y se confunden hasta no distinguir si la memoria que guardamos es la de un personaje o la de un amigo.


     Humildemente, como él hubiera querido, en Marcelino Camacho se encarna una de estas rarezas. Al enterarnos de su muerte, los cercanos y los contrarios, los militantes y los descreídos, todos en suma no sabemos bien si nuestra emoción es fruto de lo personal o de lo compartido. Es difícil separar los panegíricos tan formales como necesarios de los mensajes conmovidos por un vuelco del corazón. Porque a Marcelino le cabía en lo humano el doble honor de aparecérsenos como un amigo de toda la vida a la vez que como un líder de trayectoria inigualable. Era uno de esos extraños seres que no se vuelven vulgares al bajarse del escenario, sino que prolongaba en las distancias cortas el eco de sus actuaciones hasta contagiárnoslas como si tal cosa.


     Su figura crecerá con el tiempo a pesar de que contara ya con una magnitud que casi no le cabía en su pequeño cuerpo. Pertenecía a una especie que se extingue, la de aquello que ya no se lleva, y precisamente por eso su memoria es mucho más que un jarabe analgésico, pues se convierte en el mejor de los antídotos contra la enfermedad de los tiempos presentes, es decir, contra la desdicha insolidaria. Además, para los hombres y mujeres de Comisiones Obreras, para la clase trabajadora como a él le hubiera gustado decir, Camacho supone ya más que el testimonio de un pasado respetable toda una pauta de futuro. Nociones que hoy los más reaccionarios tachan despectivamente como viejas vuelven a releerse y a actualizarse en su biografía, de modo que nos advierten del verdadero sentido de la historia y de su auténtico motor de cambio: los seres humanos. Por ese motivo, tan inolvidable ha de sernos su deseo de ser recordado como "un ser humano que dedicó una gran parte de su vida a que, por el hecho de nacer, tengamos la vida asegurada, con pleno empleo, con justicia social, con libertad y con igualdad" como su advertencia de que tales aspiraciones nunca son concedidas sino conquistadas con movilización.


     Eso, entre tantas otras cosas, aprendimos de él, con quien tanto quisimos.

Publicado en Diario de León, 30 octubre 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Para fumadores

"A mi abuelo, que me enseñó que los ideales se liaban"
Moncho Alpuente

sábado, 16 de octubre de 2010

La palanca

    En su última visita a la ciudad de León con el fin de inaugurar la terminal de su aeropuerto, el Presidente del Gobierno renovó la galería de latiguillos verbales añadiendo un nuevo término al repertorio: la palanca. Hizo uso hasta tres veces de esta expresión para explicar el sentido de la nueva infraestructura en relación con el impulso de la economía provincial. De este modo sustituía las viejas morcillas del tipo motor, tractor, generador, etc. por un nuevo vocablo tomado también del ámbito de la mecánica, que por lo visto da bastante de sí como palanca de metáforas políticas.

    Como bien sabemos y la Academia define, una palanca es “una barra inflexible, recta, angular o curva, que se apoya y puede girar sobre un punto, y sirve para transmitir una fuerza”. Naturalmente, el empleo figurado de esta palabra por parte del Presidente, asociado al campo de los transportes y de la actividad económica, nos lleva a preguntarnos por aquello a lo que se va a transmitir la fuerza, es decir, el referente sobre el que opera la imagen. También nos lo aclaró el propio Presidente del Gobierno: al turismo, al ocio y a los congresos, como repitió en varios momentos de su discurso. He ahí, pues, el nuevo modelo productivo que nos rescatará de la crisis para mayor gloria del sector aéreo.

    La verdad es que para este viaje, aunque dispusiéramos de aviones, no hacía falta alforjas, ni aeropuertos. Y no es que despreciemos la nueva instalación y su potencial, por supuesto, como sindicalmente no lo hemos hecho nunca con las iniciativas gubernamentales de este tipo. Pero inevitablemente echamos de menos algo más de innovación real, no sólo verbal, en el acto de inauguración. Una alusión a nuevos proyectos y nuevas políticas aún con intención sencillamente declarativa; por ejemplo, un énfasis en las virtualidades logísticas, o enlazar con los estudios de ciertas ingenierías del ramo que se cursan en la Universidad de León o con la formación profesional acreditada desde siempre en la Virgen del Camino, para lanzar así un puente verdadero hacia otras expectativas mucho más ilusionantes. Porque repetir senderos ya trillados, por más que importantes en nuestro PIB, no genera la confianza que de manera casi campechana el Presidente quiso transmitirnos en su alocución. Por el contrario, dio la impresión de que continuamos apalancados.
Acceso a la nueva terminal del aeropuerto de León
Publicado en La Crónica de León, 4 noviembre 2010

sábado, 9 de octubre de 2010

Amos

    Para mí tengo que tanto no ha cambiado el mundo, al menos para cuantos a servir hemos venido a este valle de lágrimas. De hecho, los que tenemos un origen humilde, a pesar de que la fortuna pueda no parecernos adversa,  llegamos como mucho a alcanzar cierto grado de prosperidad ficticia con el que nos resignamos y que por lo general nos llena de conformidad.

    Mi caso, como verán, no es en verdad muy diferente al de ustedes, trabajadores de una España cuyos muros tornan a desmoronarse, como si descrito lo hubiera mi admirado don Francisco de Quevedo. Mi primer contrato de trabajo -diríamos el de prácticas- lo fue con un ciego, con quien aprendí sobre todo en astucias, malicia, trampas y hasta venganzas. Pasé luego al servicio de un clérigo avaro y sin escrúpulos, que me enseñó las artes de la corrupción. Firmé después un contrato de obra y servicio con un escudero, que encarnaba las falsas apariencias de mi época, a quien me cupo mantener más que a la inversa. Mi cuarto amo, un fraile de la Merced promiscuo y lujurioso, gustaba de abonar mi nómina en especie, hasta el punto de que a él debo mi primer par de zapatos. La sucesión de contratos temporales continuó después con un buldero, falso donde los hubiera, que vendía bulas sólo para lucrarse de las ganancias sin tener en cuenta para nada las creencias de las gentes. Muy poco tiempo pasé a las órdenes de un pintor, encarnación de una cultura que, a mi parecer torcido, no encajaba bien con mi propio sino. Lo mismo que sucedió con mi octavo jefe, un alguacil, cuyo oficio siempre se me antojó peligroso. Hubo por el medio un capellán, mi primer contrato fijo e indefinido por hasta cuatro años, merced a cuyo sueldo compré ropa usada y una espada.  De modo que fue así como finalmente alcancé la gloria al lado del Arcipreste de San Salvador, quien hasta me dio esposa en la persona de su querida, con lo cual podemos decir que conquisté la felicidad y la estabilidad que siempre había soñado para mi vida, bien que a pesar de poner mi honra en juego.

    Por estas y otras andanzas se me ocurre que no media tanta distancia como siglos entre mi devenir y lo que a ustedes les aguarda. Ojalá me equivoque y hagan lo posible para que así sea. Pero llegará un día en que también un autor espabilado escriba su historia, la de cualquiera de sus mercedes, que volverá a resumirse en otra sucesión de amos impresentables como los míos y en otro desenlace no menos ruin, por más que su condición de pequeños burgueses les lleve a pensar lo contrario.

Publicado en Notas Sindicales Digital, julio 2013

martes, 5 de octubre de 2010

Huelga de hambre vs. Folklore

    Miguel, Jorge, José Luis, Severino, Gonzalo, Juan Carlos, Maximino, José Ángel, Manuel y Víctor. Éstos son los nombres de diez trabajadores que a lo largo del mes de septiembre se han mantenido en huelga de hambre en Ponferrada y en Madrid contra los abusos de dos empresarios inmorales y para conquistar un mínimo futuro al sector del carbón. Han sido, pues, diez vidas en riesgo que han aguantado el tipo discreta y humildemente para alcanzar esos objetivos. No han ocupado primeras planas, no han merecido grandes titulares, no les han aplaudido las multitudes ni les han visitado los obispos. Sin embargo, nos merecen respeto y admiración.
Desmontaje en Ponferrada del campamento de la huelga de hambre
    Por el contrario, lo que parece haber triunfado entre la población ha sido una vez más el espectáculo y la frivolidad. Basta atender a las hemerotecas y a otros archivos documentales para confirmarlo. Y es suficiente con releer las noticias del mes pasado para constatar cómo la retórica manipulada ha contribuido a ese efecto. Porque, sin pretender menospreciar ninguna de las acciones llevadas a cabo con motivo del enésimo conflicto del carbón en la provincia leonesa, lamentablemente lo que queda en la memoria individual y publicada no es otra cosa que folklore; a lo cual han contribuido como nadie los medios de comunicación, algunas autoridades locales y los propios mineros. Los primeros convirtiendo la reivindicación laboral en formato de reality show, prescindiendo del más objetivo análisis y entregándose sin más a lo puramente superficial. Los segundos organizando cabalgatas y entonando discursos florales. Los terceros dejándose llevar por la soberbia y la vanidad de una popularidad, que sustituyó ipso facto a las críticas por las barricadas como si nada hubiera ocurrido. Así que a lo que hemos asistido es a una romería, con sus desfiles y sus vírgenes, con sus pendones y sus exhibiciones de cachas y relicarios. Sólo faltaron los vendedores de obleas y de globos de colores. Todo ello coronado –digámoslo con su verdadero nombre- por una auténtica contra-manifestación ilegal y por una ocupación anti-sistema de un espacio público autorizado para el colofón de la huelga general del 29-S.

    De modo que la pregunta clave para contrastar todo lo dicho es muy simple: ¿cuántos de los que salieron a vitorear la marcha minera conocían y reconocían que en Ponferrada y en Madrid diez trabajadores afiliados a CCOO y a UGT se jugaban la vida por el futuro del carbón y por el presente de unas nóminas secuestradas? Ésa es la cuestión.

Publicado en La Crónica de León, 7 octubre 2010