Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 26 de noviembre de 2023

Libros

            Plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo eran, en opinión del poeta cubano José Martí, las tres obligaciones de cualquier persona en la vida. Al menos para que esa vida tuviera visos de perdurabilidad. No sé si esto es sostenible hoy en día o si no deja de ser sólo un pensamiento residual del siglo XIX. Al parecer, es más fácil ser perenne en lo virtual, cuyo rastro no se gobierna, que en lo puramente físico. En fin, aparte de los árboles plantados en la Sobarriba, que alguno me habrá sobrevivido, y del hijo enviado a conquistar la liga húngara de balonmano, honraré en esta columna, sin modestia, los libros alumbrados con afán de pervivir. Sencilla autopropaganda, creo que se llama.

 

            Presentamos hace un par de días el tercero de ellos, de título “A la siniestra”, construido como una colección de estas mismas columnas y otras que en la historia han sido en este mismo periódico y en su precedente, La Crónica de León. Es un género especial el de la columna periodística y ha arrojado hasta la fecha cultivadores de gran talla, desde Francisco Umbral hasta Manuel Vázquez Montalbán, a quienes tanto admiramos aunque nunca lleguemos a su altura. También en Eolas Ediciones apareció hace seis años “Poscontemporáneos”, una serie de pequeños ensayos que describían el porqué de esta nueva edad histórica en la que habitamos, sus cualidades, sus perversiones y sus expectativas, algunas de ellas más que cumplidas y otras superadas. Y bastante más atrás, en 2006, el que yo creo que fue merecedor de más historia, aunque no tuviera gran fortuna en tal sentido: “Lógica borrosa (seguido de Geografía)”. No obstante, algo escondería en su escritura porque al cabo encontró acomodo en la colección de poesía Provincia al lado de nombres tan sonoros como el de Juan Carlos Mestre, Eloísa Otero, Carlos Faraco y otros. Tres expresiones de vida, pues, y tres apuestas por prevalecer. Y dejo para mejor ocasión la historia de mis árboles y de mi hijo, que no son menores ni menos enjundiosas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 26 noviembre 2023

domingo, 19 de noviembre de 2023

Anacronía

            Durante el siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, la utopía fue la seña que permitió el progreso ideológico y social en la civilización occidental, ésa que hoy ya casi ni existe. Hubo ideales. A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, quizá por la moda de las series de televisión o quizá por el desconcierto del nuevo siglo, lo que se impuso fue la distopía, algo puramente imaginario pero en sentido inverso a lo anterior. Había temores. En el presente, a punto de cerrarse el primer cuarto de este siglo raro, lo que prevalece es la anacronía, la discordancia cronológica en el discurrir del tiempo personal y de la historia en todas sus expresiones. Hay desbarajustes.

 

            La anacronía es, pues, el signo de la actualidad. Hay unos elementos que nos animan a pensar que vivimos ya en el futuro y hay otros que nos hunden en un pasado decididamente muerto. En cualquier caso, lo que no somos es ahora.

 

Hacia el porvenir nos lanzan la ciencia y la tecnología por encima de todo, nos privan de la sensación del límite y nos confunden hasta identificar lo virtual con lo puramente físico. Parece que los avances científicos nos convierten en inmortales y que el desarrollo tecnológico nos lo posibilita todo. Pero no es verdad, sabemos que no es verdad, aunque elijamos creer lo contrario. Seguimos siendo finitos y moriremos. Tal vez un jueves de otoño en París con aguacero, como auguraba Cesar Vallejo para sí.

 

Del pasado, casi del pasado medieval, provienen esas guerras que pugnan todavía por el territorio, cuando ya el territorio no es poder como lo fue centurias atrás. O por la religión, lo cual es mucho más inmaterial e inconsistente, a pesar de que triunfe el pop cristiano y haya peregrinaciones en Misuri para contemplar el cuerpo incorrupto de una monja. Y a cuento de qué esas banderas de los tercios de Flandes paseando por las calles de España o qué Constitución es ésa que se coloca de cara al sol. Huele a rancio todo ello y nos hunde de nuevo en la caverna de la grasa.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 19 noviembre 2023

domingo, 12 de noviembre de 2023

Acerico

            Fui al centro de salud para vacunarme. Me coloqué en una cola donde todo el mundo estaba enfadado. Las enfermeras no tenían claro qué vacunas inyectarme: es una edad fronteriza la suya, dijeron. Finalmente, optaron por la gripe y por el covid y dejaron para el año nuevo el neumococo y el herpes zóster. En mi vida vi tanta vacuna junta. Ni tantos pinchazos en mis brazos, reales o en potencia. Si a los dos de esta semana le sumamos por anticipado los otros dos que vendrán, más los análisis de sangre regulares y las sangrías por exceso de hierro, convendremos que mis brazos son algo así como un acerico.

 

            Salí del centro de salud pensando en el acerico. Esa palabra y su significado me nacieron de forma espontánea, hacía años que no habitaban en mí. Desde que mi madre decidiera evaporarse y despareciese del paisaje doméstico su caja de coser, sus hilos, sus agujas, su tijera, sus dedales, su acerico… Tan práctico como extraño era el acerico, esa pequeña almohadilla donde se clavaban alfileres y agujas en estado de reposo. Así mis brazos, pensé yo, al salir del centro de salud. Así también aquella cola de aspirantes a la vacuna, cuyas palabras eran agujas afiladas contra el sistema que, curiosamente, les atendía. Así igualmente todo el envoltorio externo con sus noticias de guerra, con sus puyas y malas gracias políticas, con sus excusas de obispos, con sus gritos obscenos en los desfiles, en los parlamentos y en las manifestaciones de ira. Y así, por supuesto, las conversaciones de bar y las tertulias todas, donde nada escapa de los alfilerazos. La vida como un burdo neceser de costura.

 

            De entre los objetos escondidos en aquellos costureros, los más sugerentes entonces para mí eran el acerico, claro, y la bola de madera que ayudaba a zurcir los calcetines. Deberían también actualizarse, francamente, si tenemos en cuenta el número de rotos y descosidos que se nos abren en las carnes. Un curso acelerado de costura sería en tal sentido la mejor vacuna para todos nosotros.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 12 noviembre 2023

domingo, 5 de noviembre de 2023

Borrascas

            De Oeste a Este, un tren de borrascas nos sacude a lo largo de las últimas semanas: limpian el aire, ventilan los cuerpos, nos humedecen y nos civilizan.

 

            Esta metáfora, que enlaza lo ferroviario con lo meteorológico, es un hallazgo del lenguaje. Lo son todas las metáforas. Y evidencia, si necesario fuera, la capacidad expresiva del código literario por encima de lo que podamos considerar un código de comunicación común. En este caso, además de dibujar un mapa de temporales sucesivos que no requiere mayor explicación, el sentido figurado puede extenderse perfectamente a otra cadena de tempestades no necesariamente referidas a este tiempo otoñal, sino a cualquier situación de la existencia. Quien más quien menos padece habitualmente la retahíla repetida de tormentas, siempre las mismas, en los informativos de los fines de semana: la borrasca de los precios, la borrasca de algún suceso no merecedor de mayor eco, la borrasca de la mala salud, la borrasca de la jornada de liga… O también, situados frente a cualquier medio de comunicación, el convoy de vendavales del que se nutre la retórica nacionalista, tanto da la española que la catalana u otras, todas anuncian un fin del mundo tras otro fin del mundo tras otro fin del mundo… Y, en fin, resta lo emocional, lo íntimo, donde nadie escapa alguna vez en la vida de verse sometido a ese ferrocarril de galernas que nos duelen en el alma y que se nos hacen interminables, fatales, injustas hasta el punto de añorar el anticiclón de las Azores.

 

            Y cuestión muy diferente es, por supuesto, el sentido inverso, es decir, las borrascas del tren, acerca de lo cual mucho podría escribirse, cada vez más. Desde los afanes enterradores hasta la resurrección de una ruta perdida en la memoria de los tiempos, a cuyo itinerario todo el mundo se asoma de repente. Y, desde luego, acerca de ese túnel mágico a punto de inaugurarse, de cuyos desmanes parece que nadie es responsable. Conviene abrigarse en los viajes porque no está bueno el tiempo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 5 noviembre 2023