Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

lunes, 30 de diciembre de 2013

Años ciegos


     Será, como lo fue el que acaba y los que precedieron, otro año ciego, es decir, un año malo si atendemos a aquel título magistral de Sánchez Ferlosio: Vendrán más años malos y nos harán más ciegos; una lectura esta y otras suyas siempre necesarias para estimular un poco nuestro pensamiento. La ceguera no la curan los años buenos, que conste, sino el impulso de las ideas y su transformación en acciones organizadas, que es precisamente lo que andamos descuidando al albur de esta serie de años malos.

     Aparte de las políticas revenidas que nos devuelven al pretérito de la historia, la maldad de 2014 vendrá de la mano de dos medidas que coronarán nuestra agonía económica y laboral: una nueva subida del IVA y la reforma de las prestaciones por desempleo. La primera de ellas responde a los compromisos que nos hacen rehenes de los buitres del déficit, cuyo objetivo no alcanzaremos ni con prórroga, así como a la necesidad de generar ingresos en unos momentos en los que, según el propio Gobierno, nuestro problema ya no es el gasto. La segunda es el culmen del sadismo liberal que desprecia a las personas desempleadas y supone, después de la destrucción del trabajo, de la sanidad, de la educación y de las pensiones, el definitivo entierro de las bases del estado social, verdadero objetivo de las clases dirigentes.

     La injusticia de esas decisiones, que volverán a adoptarse por decreto tal y como corresponde a una democracia absolutista, acentuará nuestras cegueras. El azote del IVA nos amojamará un poco más y la merma del óbolo del paro acentuará los procesos irremediables de desclasamiento. De modo que así situados, el año discurrirá entre banalidades y disputas sobre trapos: en mayo sobre banderas europeas, en el verano sobre la rojigualda del mundial de fútbol y en noviembre sobre la cuatribarrada catalana. Es otra forma inducida de generar invidencia mediante la ocultación detrás de conflictos nacionales de cuanto en verdad es un asunto mucho más sencillo: se llama pobreza sin fronteras.

Publicado en La Nueva Crónica, 31 diciembre 2013

martes, 24 de diciembre de 2013

Las lenguas del imperio


     Resulta que el universo lingüístico tampoco escapa del estigma de la edad poscontemporánea. Los procesos de mundialización y el triunfo de las tecnologías son, junto a otras perezas de los hablantes, los soportes sobre los que se fundamenta esa nueva alma de las lenguas. Lo primero deshace, desperdiga, mezcla. Lo segundo reduce, unifica, impone. Y, en fin, la desidia lo abraza todo, así en la comunicación como en el completo existir.

     En 1492 Antonio de Nebrija escribía en el prólogo de su Gramática de la Lengua Castellana "que siempre la lengua fue compañera del Imperio, y de tal manera lo siguió, que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron, y después junta va a ser la caída de entrambos". Conforme a ello, sabemos que lenguas e imperios han ido en compañía y que, hoy, la descomposición de las lenguas es también la descomposición de los imperios. La multilateralidad política implica así mismo la multilateralidad idiomática. Y en ese devenir sólo pierden, lógicamente, los entes menores, que poco pueden hacer por resistir al desorden y a la disputa: diez mil años atrás, cuando había en la Tierra unos 10 millones de seres humanos, se hablaban más de 20.000 lenguas, de las que en el siglo pasado quedaban unas 6.000; según la UNESCO, 200 se han extinguido en el curso de las tres últimas generaciones y en la actualidad hay unas 3.000 en riesgo de extinción. Pero, ¡cuidado!, la reducción no implica que tarde o temprano compartamos, como desean los románticos, una única lengua universal. Será más bien un pastiche dinámico sin norma, gramática ni unidad, construido por necesidad de los hablantes móviles. Es lo que empieza a suceder ya en el principio de esta edad.

     ¿Y qué será entonces de las lenguas de las españas? El escritor nicaragüense Sergio Ramírez nos ofrece garantías de pervivencia sobre una de ellas: “Español de islas y tierra firme, deltas, pampas, cordilleras, selvas, costas ardientes, páramos desolados, subiendo hacia los volcanes y bajando hacia la mar, ningún otro idioma es dueño de un territorio tan vasto”. La territorialidad es un aval, sí, tanto como ser la tercera lengua más utilizada en la red, aunque el efecto pastiche tampoco puede ignorarse, sobre todo en el territorio primitivo y entre sus habitantes, y habrá que ver en qué deriva. Pero cabe preguntarse qué puede ocurrir con nuestras otras lenguas hispanas, máxime en unos momentos de nuevas fiebres nacionalistas, también muy poscontemporáneas. Pues bien, recientemente el filólogo e historiador Francisco Rico ha escrito en relación con ello: “No sé si en las escuelas se presta la atención adecuada a las lenguas de todas las naciones que conviven en cada una de las regiones españolas. Es diáfano en cambio que el estado no ha sabido asumir y favorecer su conocimiento. Sería un despropósito que un parlamento no privilegiara el empleo del idioma común. Pero esa evidencia utilitaria no quita que haya muchos otros caminos para promover nuestra multiplicidad lingüística”.

     Se nos ocurre que uno de esos caminos debería ser desprenderse de prejuicios, por otra parte y por desgracia tan acentuados en la cultura castellana. No tanto, seguramente, por tendencia natural de los castellanoparlantes como por influjo de gobiernos y de otras intelectualidades malsanas. Todos deberíamos coincidir, para empezar, en la importancia de conocer unos mínimos rudimentos de catalán, vasco o gallego, algo muy al alcance, y sentir que la supervivencia del conjunto es tan relevante como la de cualquiera de sus partes.

Publicado en Tam Tam Press, 23 diciembre 2013

martes, 17 de diciembre de 2013

Concertinas


     En medio de la polémica estéril sobre si las cuchillas de la valla de Melilla hieren, desgarran, cortan o simplemente disuaden, como se empecina en repetir el Ministro del Interior, hete aquí que es bueno saber que todos tenemos nuestras particulares concertinas. Por ejemplo, esos datos afilados que conocemos de día en día y que se enredan alrededor nuestro como alambradas para separar la simple realidad de los humildes de la que disfrutan los afortunados. Entre estos últimos se encuentra el Gobierno, naturalmente, junto a un 10% de la población que sabe sacar provecho de los ríos revueltos y algo más del 4% del sector empresarial y financiero. Todos ellos, aferrados a grandes cifras que no están al alcance de cualquiera, pregonan optimismo e incluso alborozo. Por el contrario, los del otro lado de la valla lo que tenemos es un rosario de noticias que nos siguen cortando el aliento como poco, y cada una de ellas nos abre una nueva llaga sobre un cuerpo que no conoce sosiego.

     De entre esas concertinas recientes, merece la pena resaltar las siguientes: según el INE, el 40% de los españoles tiene problemas para pagar productos esenciales, como comida, ropa y medicamentos; la misma fuente advierte de que el 21,6% de los españoles está por debajo del umbral de la pobreza y que la mitad de las personas con discapacidad no cuenta con ayuda; las mujeres siguen cobrando de media un 16,2% menos que sus colegas varones en España, según datos de 2011 publicados por la Comisión Europea; en los 10 primeros meses de 2013 el consumo eléctrico bajó el 2,5%, lo que confirma la debilidad de nuestra actividad industrial; el crédito a las familias sufre en octubre la mayor caída en 18 años y la tasa de morosidad alcanzó en septiembre el 12,68%, la más alta de siempre.

     También la provincia leonesa tiene sus datos hirientes, es decir, sus concertinas: la caída de población, de la activa en particular sobre todo, que nos asegura la pérdida definitiva del futuro, si es que hay vida al otro lado de la valla.

Publicado en La Nueva Crónica, 17 diciembre 2013

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Las sotanas


No se equivoquen: las sotanas nunca se fueron. Pudo existir la apariencia en alguno momentos de que el rumbo era otro, pero con toda franqueza les confieso que no advierto ruptura alguna entre mis arciprestes y sus prelados. Ni siquiera, fíjense, en sus comportamientos con la carne, que desde el fin oficial de la barraganía, allá por el siglo XIII, parecía cosa resuelta y, sin embargo, ahí tienen sin ir más lejos a mi dueño, el encargado de la iglesia toledana de San Salvador, que casado me ha con su querida para tenerla bien a mano sin mayores miramientos.

Mas no nos perdamos en los ardores del pecado, que no era por ahí por donde yo pretendía ir, y volvamos al asunto. El poder de hisopos, mitras y toda otra impedimenta eclesiástica nunca ha menguado en estas tierras nuestras. Es lo que obligó al anonimato a mi autor, posiblemente un judío converso o un erasmista, tanto da al caso, que eran cosas mucho más graves que los concubinatos, como bien comprenderán. Y es, me temo, lo mismo que anima a su pintoresco Ministro de Educación en su afán catequizador, que si pudiera bien la emprendería así mismo con los seguidores de Erasmo, es decir, los humanistas, que suelen ser laicos cuando no directamente ateos. Y por eso, cuando algunas de sus mercedes se empeñan en identificar eso que llaman la marca España, no olviden que grabada llevan a fuego esta cruz, como un moderno tatuaje de esa época suya. Es lo que tiene ser la reserva espiritual de occidente, como decía el extinto.

Pues bien, no se emocionen ustedes con ese Papa canchero que les ha tocado en gracia. Es preferible que continúen practicando su estilo europeo, al modo del alemán jubilado, que no hace alarde de trucos sucios. Como mucho, se despide en latín, según mandan los cánones y como hacían aquellos con los que yo conviví. Verbigracia Adriano VI, de cuna holandesa, preceptor del emperador don Carlos, de quien no recibió mejor paga que el encumbramiento al solio pontificio. Tal fue su afán reformista de los vicios de la curia, evidentemente fracasado, que en el cónclave que ustedes vivieron en 2013 se sugirió en broma que el nuevo Papa tomase el nombre de Adriano VII, debido a la nueva necesidad de reforma.

Como ven, parece que no pasan los siglos entre su época y la mía. Y no sólo por mor de la picardía y sus refinamiento modernos, sino por la persistente y repetida calamidad eclesiástica caída sobre nuestras cabezas.

Publicado en Notas Sindicales Digital, diciembre 2013

domingo, 8 de diciembre de 2013

Heart of gold


     Acierta Diego A. Manrique cuando afirma que “la música ha empequeñecido hasta hacerse invisible: un MP3 carece de presencia, de relieve, de capacidad de fascinación. Resulta difícil construirse una mística cuando cualquier presencia en público es recogida por cámaras de baja calidad y conservada en You-Tube”. Para algunos no será fácil compartir esta idea, pues su mundo no ha sido otro que el digital evanescente, pero quienes nos hicimos consumidores de música en aquellas máquinas luminosas y en aquellos singles de vinilo con portadas para fetichistas no podemos pensar ni sentir de otro modo. No se trata de que cualquier tiempo pasado fuera mejor, sencillamente fue distinto y, desde luego, contaba con elemento hoy perdidos o nada estimados. De tal manera que para cerrar esta serie dedicada a las canciones del jukebox no queda otro remedio que volver sobre los orígenes y cerrar el ciclo a través del reencuentro con la primera entrega de la colección.

     Por aquel entonces, según dejamos anotado hace ahora un año en esta misma ventana, juntas solían sonar seleccionadas Whole lotta love de Lez Zeppelin y Heart of gold de Neil Young; incluso a veces nos estirábamos con American pie de Don McLean, formando así una trilogía que ha quedado grabada en el ADN de nuestra educación musical y sentimental. No hubo motivos aparentes o confesables que nos hicieran desembocar en esta elección y tampoco hoy buscamos en nuestro inconsciente ninguna razón que lo explique, si bien basta repasar el texto del canadiense para que los años nos iluminen un poco: “Y me estoy haciendo viejo. / Eso me mantiene buscando / un corazón de oro. / Y me estoy haciendo viejo (…) Tú me mantienes buscando / un corazón de oro”. Al cabo, pues, nada hay más dorado, más brillante que el cancionero que confeccionamos andando el tiempo y la historia. Él nos explica del mismo modo que lo hacen nuestro repertorio de lecturas, de películas y de amores. Así somos. Lo demás es decorado.

     Y ahí está Neil Young, imperturbable, pariendo discos como si tal cosa. Eso sí, nuestra canción de hoy fue algo así como un rubicón a partir del cual el rumbo fue otro. Lo reconoce el propio músico cuando declara que “esa canción me puso en ruta”, como a nosotros. Su éxito comercial le intimidó de tal forma que desde entonces se ha negado a tocarla en directo y huyó de todo comercialismo. Hasta el magnate David Geffen llegó a demandarle por grabar “discos de naturaleza no comercial, alejados de lo que previamente le caracterizaba”. En fin, en el jukebox zamorano de nuestro bachillerato sonó hasta el agotamiento y en la actualidad estos nuevos soportes digitales nos la devuelven sin amarillear, como la fuente de la eterna juventud.

     Heart of gold se incluyó en el álbum «Harvest» en 1972 y contó en los coros con las voces de James Taylor y de Linda Rondstant. Según Burhan Wazir, articulista del Times, “es un álbum que evoca a la perfección tanto el mortal optimismo del movimiento contracultural de San Francisco como el creciente cinismo de la generación del Watergate”. Por nuestra parte, quedamos citados en la próxima estación. http://www.youtube.com/watch?v=u925g6CgKuw

Publicado en genetikarockradio.com, 8 diciembre 2013

martes, 3 de diciembre de 2013

Ley de máximos


     El clima menguante que todo lo invade en la política nacional lleva ahora a que el Gobierno se fije el objetivo de redactar una Ley de Mínimos. Naturalmente, cualquier persona bien informada sabe que esa denominación es un artilugio lingüístico y que en realidad se refiere a una Ley de Huelga. Pero no importa, quedémonos en el nominalismo y abundemos en esa senda, que también explica mucho de cuanto ocurre.

     Acosado por su propia fe austera, lo que el Gobierno ignora o no quiere comprender es que tan urgente como una Ley de Mínimos sería una Ley de Máximos, que es aquello por lo que clama la gente en la calle y lo que desean incluso los silenciosos. Me refiero a máximos en el empleo, en la justicia, en la igualdad, en la democracia y así sucesivamente. Si un gobierno no tiene en su horizonte una aspiración máxima para el máximo de la ciudadanía, se convierte en un gobierno minimalista y la realidad a la que hace frente será una realidad parcial, demediada, arbitraria e imperfecta. Porque la obligación primera de un gobierno, si en verdad gobierna para todo un país tal y como suelen presumir, es conocer que toda acción política tiene su haz y su envés, y que de nada sirve proceder sobre lo uno sin atender a lo otro. Así pues, promulgar una Ley de Mínimos sin complementarla con otra de Máximos no resolverá nada, sólo vendrá a complica todavía más el conjunto con un nuevo desequilibrio.

     Es lo que ya hemos comprobado con otros fracasos previos de este Gobierno de lo exiguo. Una reforma laboral, no importa su contenido, servirá de muy poco sin una reforma empresarial paralela. El impulso del emprendimiento no llevará a ninguna parte si no se promueve el trabajo asalariado simultáneamente. La calidad de la educación quedará en agua de borrajas si no le acompaña la cantidad, es decir, la financiación al menos. Y numerosos otros ejemplos del mismo tipo que permitirán al lector comprender por qué sucede lo que sucede y cómo no hay nada más pernicioso que un gobierno sólo de la rigidez.

Publicado en La Nueva Crónica, 3 diciembre 2013

domingo, 1 de diciembre de 2013

Sonata para el final del otoño


     Siguiendo los ritmos del calendario, los seres humanos saludan la llegada de las estaciones con los ritos y abalorios propios de cada una de ellas. Así lo hicimos nosotros, sin ir más lejos, con el capítulo dedicado a la canción del verano y sus anécdotas (nº 6 de Conecta León). Sin embargo, Moderato Cantábile lo que os propone en esta ocasión es justo lo contrario: despedir al otoño que se va, esa estación realmente fértil en el exquisito jardín de las artes, revolviendo en la hojarasca del cancionero para honrarlo como es debido. Como debido es, repitiendo el esquema de la estación estival aludida, abrir nuestra sonata con el barroco veneciano por excelencia, Vivaldi, y con su apartado otoñal de Las cuatro estaciones [http://www.youtube.com/watch?v=BJddiptVH60].

     Seguramente el otoño es, para empezar, un tiempo de baladas, una temporada sentimental si no fuera por el derroche sabroso de los hongos, por los disparos de los cazadores y por el espléndido sol del membrillo. Aun con todo ello, lo cierto es que hay un rastro de versos en toda otoñada que santificaremos aquí con una muestra literaria y varios ecos musicales. No porque haya de ser así necesariamente, sino por pura devoción, reservaremos nuestra atención lírica para un libro de Ángel González, Otoño y otras luces, su última obra, a nuestro modo de ver una sublime expresión de esa simbiosis entre lo estacional y lo cronológico vital, que se nos antoja como una lectura auténticamente obligatoria. [http://arboladura.blogspot.com.es/2008/04/otoos-y-otras-luces-ngel-gonzlez.html]. “Estos poemas son muy tristes, me han salido muy negros y no creo que los deba publicar”, dijo.

     Lo cual que, resuelto el prólogo con la inestimable colaboración de Vivaldi y González, entraremos sin más en la densidad cancioneril del otoño, que es lo que aquí hoy nos traía. Y lo haremos, como no podía ser de otra forma, con el clásico por excelencia para los días otoñales: Les feuilles mortes (Las hojas muertas), aquella canción de 1945 a la que puso letra el poeta francés Jacques Prévert (“Las hojas muertas se amontonan con abundancia, / los recuerdos y las decepciones también. / Y el viento del norte las lleva / en la noche fría del olvido”), cuya música firmó Joseph Kosma, y que interpretó como nadie Yves Montand [http://www.dailymotion.com/video/xkrgei_yves-montand-les-feuilles-mortes_music]. Tal fue su éxito en todos los sentidos que generó algo así como una meta-canción, es decir, una nueva canción que viene a glosar a aquélla, en una recreación que acabó incluso compitiendo con la original. Eso es lo que hizo años después Serge Gainsbourg con La chanson de Prévert [http://www.youtube.com/watch?v=wb8b6BHRoys] y mucho más tarde Kevin Johansen [http://www.youtube.com/watch?v=qMwLT40TIHI] e incluso el dúo leones El Cometa Errante: “Y cada vez las hojas muertas / te traen a mi memoria. / Día tras día, los amores muertos / no terminan de morir”.

     Y es que, a pesar de que el otoño cuenta también con un rostro festivo –y ahí están para demostrarlo vendimias, matanzas y magostos-, uno tiene la impresión de que otoño es sobre todo soledad y decadencia. Las canciones y los poemas así nos lo van atestiguando y no es fácil escapar de ese sentimiento de melancolía que todo lo envuelve y todo lo perturba en esta estación, cuya hermosura cromática no llega a servirnos de alivio. Así que, para apurar el trago a los adictos, añadamos algunos cantables más del mismo género: Zamba del otoño de Atahualpa Yupanqui [http://www.youtube.com/watch?v=oFWWdNLCPGw], Balada de otoño de Joan Manuel Serrat [http://www.youtube.com/watch?v=8aU3mvjTC7Y], Feuilles-O de Simon & Garfunkel [http://www.youtube.com/watch?v=sI47F5wXDI0] y Ana, el otoño de La Romántica Banda Local [http://www.youtube.com/watch?v=fQdb-7N71x4].

     De tal manera que, llegados a este punto de nuestro álbum otoñal sin por supuesto haberlo agotado, no queda más remedio que confesar que esta sonata de otoño no es más que la apropiación del título de dos obras admiradas a las que de paso tratamos de rendir culto. Nos referimos por una parte a la película sueca dirigida por Ingmar Bergman, cuyo argumento se centra en la relación entre una famosa pianista y su hija, a la que aquélla ha dejado de lado a causa de su carrera profesional [http://www.youtube.com/watch?v=jqenh8-aWaQ]. Y por otra al relato de Valle-Inclán, tercera entrega de la biografía del Marqués de Bradomín, un Don Juan ochocentista, cínico y sensual, afecto a la causa carlista, que desde la vejez evoca con nostalgia los lances amorosos de su vida [http://es.scribd.com/doc/35943301/Valle-Inclan-Ramon-Maria-del-Sonata-de-otono-Sonata-de-invierno-R1]. Valga, pues, antes de nuestro regalo de despedida, este último cantable con  el que Javier Krahe retrató tan a su manera, que hacemos nuestra, tanto a este personaje como a la estación en la que hoy hemos habitado [http://www.goear.com/listen/ff67f0f/sonata-de-otoaplusmno-javier-krahe].

     Y, sí, dejemos espacio para los presentes de despedida. El otoño nos abandonará en este hemisferio con el solsticio de invierno, alrededor del 21 de diciembre, lo que dará paso a una nueva época oscura. Ese tránsito, que ya las culturas paganas celebraban a su modo, fue cristianizado cumplidamente, tal y como hoy seguimos padeciendo, al situar en ese mismo punto del calendario las festividades navideñas. Mas, como no hay mal que por bien no venga, según advierte el refrán, para esas fiestas adaptáronse los villancicos que, como sabemos, sufrieron también una notable transición desde lo profano a lo religioso. Largo es el repertorio por lo que hace a este género y en él hallaremos de todo, naturalmente. Moderato Cantábile, sin embargo, tiene el placer de regalaros uno de los que más le han conmovido y le conmueven todavía: los Villancicos de gloria interpretados por la Macanita, cantaora jerezana, junto a su troupe de acompañantes [http://www.youtube.com/watch?v=tSy5WQrjcTc]. ¡Y hasta el año que viene!

Publicado en Saba 1, diciembre 2013 

jueves, 28 de noviembre de 2013

NICOLÁS SARTORIUS: Siempre en la izquierda

EL AUTOR
     Nicolás Sartorius figura en el origen de las Comisiones Obreras y miembro destacado del Partido Comunista de España, razones por las que formó parte de los encausados en el proceso 1.001. Llegó a ser Diputado en el Congreso. Hoy preside la Fundación Alternativas.

EL LIBRO
     Editado por la Fundación 1º de mayo, recopila los artículos publicados por el autor desde 1980 a 2013 en el diario El País. Se agrupan en las siguientes temáticas:

  • Una mirada sobre el mundo.
  • En el debate europeo.
  • Cuidar siempre la economía.
  • Reivindicación de la política.
  • Cuestiones sindicales.
  • Vencer al terrorismo.
  • Siempre en la izquierda.
  • La derecha que tenemos.
  • Una España compleja.

EL TEXTO
     “La utopía de los cuerdos, es decir, aquella que comprende que la mejor manera de transformar las sociedades y la vida es implantando y profundizando cada vez más en la democracia, entendida como síntesis de procesos crecientes de libertad e igualdad, o si se prefiere –y yo lo prefiero– de procesos de libertad entendida como liberación humana en todas las direcciones”.

Entre tinieblas y luces


Casi nada escapa del tono general de hojas muertas en que andamos metidos, y no me estoy refiriendo sólo al otoño. Naturalmente, tampoco los medios de comunicación, que en fechas recientes han asaltado titulares a causa del cierre de la Radiotelevisión Valenciana, de los disparos en las sedes parisinas del diario Libération y del canal de noticias BFM TV, y del tributo que los premiados en la edición anual de las Antenas de Oro han rendido a sus compañeros de profesión que están atravesando malos momentos. Ya digo: es el paisaje cotidiano.

Sabemos, por otro lado, que esta enfermedad no es sólo económica, como no lo son tampoco muchas otras de nuestras afecciones. El conflicto entre el papel y lo digital, los nuevos formatos de la publicidad o la concentración en los grandes grupos editoriales son asuntos que también provocan zozobras para cuya solución queda aún bastante andadura. También la profesión periodística sufre sus trastornos propios que la hacen vulnerable, desde la frivolidad con que en muchos casos se aborda la realidad hasta la falta de independencia y de pluralidad democrática real.

En ese contexto, el alumbramiento de un nuevo diario en la ciudad de León, en cualquier ciudad realmente, es un acontecimiento feliz, tanto por inesperado como por deseado. Si ha sido motivo de celebración en tiempos de esplendor y de abundancia, qué no podemos sentir ahora cuando las estrecheces y otras políticas nos han conducido a la miseria informativa. En el caso que hoy festejamos, la aparición de La Nueva Crónica, nos interesa resaltar de forma particular el ligero alivio que supone en materia laboral para este sector en nuestra provincia. También la relevancia de romper el monopolio en que había caído la prensa leonesa después de las últimas bajas. Y, por último, la más que probable recuperación de una tradición formativa que su precedente, la ya vieja Crónica de León, supo impulsar como pocos medios en el conjunto nacional.

Así pues, en unos tiempos en que nuestra realidad doliente es descrita de modo cansino a través de la metáfora del túnel y de la luz –más túnel o más luz según como nos vaya el viaje–, lo que resulta evidente es que necesitamos orientación, análisis y criterio para construir juntos una salida decente de nuestras crisis. La contribución que a ello deben y pueden hacer los medios de comunicación es trascendental, acentuando más según casos la tiniebla o la claridad. Sea como fuere, la salida a la calle de La Nueva Crónica es ya toda una señal luminosa.

Publicado en La Nueva Crónica, 28 noviembre 2013

sábado, 23 de noviembre de 2013

Manifestación 23 noviembre 2013

Discurso de cierre de la manifestación celebrada en León el 23 de noviembre de 2013, que concluyó en la Plaza de San Marcelo. Estuvo convocada por la Cumbre Social bajo el lema "Emplea tu fuerza"http://youtu.be/xJY9-95ja3A

jueves, 21 de noviembre de 2013

Mueve tus caderas


     Si un grupo estuvo presente siempre (y está) en la banda sonora del barrio, ése fue Burning. Tal fue su imperio que, paradójicamente, sus canciones acabaron convertidas en una melodía triste porque hoy, como indica el escritor Benjamín Prado, son el eco de algo que hemos perdido. No sólo es que el tiempo y otros avatares nos hayan arrebatado las voces y los acordes de Toño Martín y de Pepe Risi; es que nosotros mismos nos hemos diluido y casi ni nos reconocemos, mientras al fondo sigue sonando, imperecedero y siempre renovado, un repertorio que relata los mejores momentos de nuestras vidas. Y sí, también los más oscuros.

     Y es que en cierto modo los Burning son el compendio de todos aquellos grupos que nos sonaron en el jukebox y en las casetes, que era el sistema más sofisticado al que habíamos podido aspirar, hasta conformar un hilo musical sencillamente irrepetible: Bloque, Cucharada, Morís, Asfalto, Ñu… Uno tras otro se sucedían a lo largo de las tardes, de partida de futbolín en partida de futbolín, a través de auténticos campeonatos de habilidad y de orejas. Aquellos muñecos del balompié, guiados por la habilidad de nuestras muñecas, parecían moverse al ritmo de cualquiera de sus canciones. Entre ellas, inevitablemente y no se necesitan más explicaciones, la más gloriosa iba a ser Mueve tus caderas.

     Luego, concluidos los torneos, la lujuria de su texto se trasladaba al resto de la jornada como un himno de combate. No importaba que la agenda propusiese juerga, trabajo o estudio, lo que tienen las buenas canciones es que se proyectan hacia cualquier circunstancia y en todas encajan. Así ocurrió durante años, mucho más allá de las salas de juego y de los mecanismos arcaicos para el consumo musical, hasta darse de bruces con su propio envés, que no fue otro que el mismo de nuestras vidas. Fue precisamente otro cantable de Burning, tan sublime como aquel primero, el que vino a retratar nuestra madurez hasta cerrar el ciclo: Una noche sin ti. Ya no estábamos ante la melodía de la diversión comunitaria y pinturera, sino ante la copa en la barra de algún garito entregados al vicio del recuerdo de lo que fue y de lo que no fue. Nada mejor entonces que embeberse en el disco doble grabado en directo en 1990, y repasar una a una todas las estaciones del viaje, siempre amenizadas por ellos, nadie mejor que ellos, por mucho que nos pese a nosotros y a Benjamín Prado.

     Hoy aquellas máquinas de discos son simples elementos decorativos y objetos de coleccionismo. Por fortuna, no ha ocurrido así con los sonidos que expulsaban, que siguen presentes y vivos en general según hemos venido demostrando a lo largo de esta serie. Los años setenta, aquellos que fueron los de su esplendor por estos pagos, tienden también a agotarse. Apuraremos próximamente un último capítulo antes de echar el telón.

     Mueve tus caderas apareció dentro del LP «El fin de la década» en 1979, el mismo donde se recogía la canción por antonomasia del grupo: ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? Sin desmerecer al resto de su producción, bien podemos decir que nos encontramos ante las catedrales del rock en español. http://www.youtube.com/watch?v=P3y8NSR-FkY

Publicado en genetikarockradio.com, 22 noviembre 2013

jueves, 14 de noviembre de 2013

Los trenes de Disney


La estación olvidada

     Mucho es el daño que han causado los trenes eléctricos de nuestra infancia. Más o menos como las piezas de Lego, los Exin Castillos o aquellas arquitecturas de madera coloreada que nos permitían recrear el mundo. Porque en eso consistía el peligro precisamente: en levantar mundos a medida de nuestras ilusiones y de nuestros bolsillos, que siempre solían quedarse cortos a la hora de adquirir modelos superiores para facilitarnos ir más allá en nuestros delirios lúdicos.

     Los trenes constituían un apartado especial, que en muchos casos acababa derivando hacia el coleccionismo o hacia el campo de las maquetas, hasta dar lugar a muestrarios magníficos como los que pueden contemplarse, sin ir más lejos, en la estación madrileña de Delicias, en verdad recomendable. El contratiempo de todo ello es que, como en otras tantas expresiones donde se produce la intersección entre lo real y lo fabulado, puede ocurrir que no se distinga el límite entre lo uno y lo otro, ni siquiera con el peso de la edad o del saber. Y si, por un casual, uno se sitúa en posición de gobernar los destinos de los países, entonces se corre el grave riesgo de convertir la construcción de infraestructuras en una especie de parque temático y los ferrocarriles, en trenecitos de la factoría Disney.

El fondo de saco
     En buena medida, eso nos ocurre por estos páramos. El anuncio de que un día nos llegaría la alta velocidad iba a permitir a la ciudad de León y a su entorno afrontar dos problemas fundamentales (y digo únicamente dos porque lo demás venía sobrando): la solución al paso a nivel del barrio del Crucero y el traslado de los talleres ferroviarios a Torneros para asegurar su futuro y los 150 puestos de trabajo a ellos ligados. Como digo, el resto del decorado era perfectamente aprovechable, con las intervenciones pertinentes, sin megalomanías ni grandilocuencias, y posiblemente, con la cautela oportuna, a estas alturas tendríamos menos inconvenientes encima que los que al final han generado y siguen generando los constructores de mundos desmesurados. Ni era necesaria una estación tipo guerra de las galaxias ni lo era un soterramiento excesivo ni otros aditamentos que se nos fueron ocurriendo como cuando andábamos metidos entre juguetes. Cierto es que ya no tenemos paso a nivel, pero del traslado y porvenir de los talleres envejecidos nada se sabe y poco se espera. La inquietud ahora parece ser otra, una vez más fruto de las fantasías infantiles: la construcción de un apeadero. Es decir, que ni tenemos tren veloz ni hay constancia de cuándo se nos aparecerá, pero, mientras se eliminan simultáneamente servicios convencionales, es muy probable que a corto plazo esta ciudad cuente con tres enclaves para el tráfico ferroviario: una antigua estación tristemente abandonada, una estación provisional que llaman de fondo de saco y un apeadero. ¿Puede haber mayor disparate?

¿El apeadero?
     Sobre lo último, lo del apeadero al final de la calle Orozco, se argumenta su necesidad para evitar que los servicios entre Madrid y Asturias pasen de largo sin detenerse a orillas del Bernesga. Pues bien, vuelve a ser un planteamiento irreal porque se ignoran elementos muy relevantes, de los que citaremos al menos dos. Por un lado, semejante iniciativa obligaría al desdoblamiento del by-pass construido al sur de la ciudad y la subsiguiente prolongación sin resolver la salida norte a través de San Andrés. Y, por otro, se olvida que los trenes que pasan de largo seguirán pasando de largo, tal y como sucede en la actualidad con la única composición que así lo hace, la que une los fines de semana Madrid con Asturias y viceversa, que ya nace completa en origen y que, por no detenerse, no lo hace ni en Palencia ni en Valladolid; y en esas ciudades, evidentemente, nadie habla de apeaderos. En suma, la llamada alta velocidad, si ha de tener continuidad algún día (primero tiene que llegar), la tendrá por el canal previsto, esto es, gracias al soterramiento. Y, para ser sensatos, éste habrá de ser limitado en un principio y servirse del edificio de la abandonada estación sin mayores excesos.

     Así pues, sin relegar lo relativo a los talleres, no otra debe ser la prioridad. Ni es correcto confundir a la ciudadanía con nuevas disneylandias urbanas ni, además, son ya posibles. Tampoco parecen oportunas polémicas estériles sobre soterramientos por aquí o por allá cuando, probablemente, no van a ser ejecutables en esta fase. Los justos términos del proyecto original son con toda seguridad la única alternativa al alcance y en ella deberían concentrarse todas las energías. De lo contrario, acabaremos disputando la miseria, tal y como quieren que suceda con los aeropuertos regionales, perdidos en un marasmo de palabras y de intereses locales sin que casi nadie se inquiete por dotarlos de vida: la que haya de ser. Son cosas que suceden por no haber superado bien esa etapa cándida y feliz de los juegos de la infancia.

Publicado en Diario de León, 21 noviembre 2013

sábado, 9 de noviembre de 2013

Heart of glass


     Pasaron años y se alumbró una nueva generación. Incluso este país parecía tener algo más de claridad y la música generaba otro tipo de destellos. Tanto tiempo había transcurrido que llegó la hora de que uno enseñase, literalmente, a los que venían detrás. Un par de jovenzuelos en el final de su adolescencia necesitaban algunas clases de Lengua y de Francés. Llegué a su casa una tarde de otoño, nos presentamos y charlamos un rato para abrir camino. Sobre su mesa había libros, cuadernos y, ¡oh, cielos!, un LP de Police. Tal cual: un LP vivito y coleando como parte del ajuar doméstico de aquellos mozalbetes. Y, ¡faltaría más!, en el mismo cuarto, brillante y hermosa, toda una cadena de música, con su amplificador, con su pletina, con su plato maravilloso, sus botones y sus lucecitas. En suma, estaba asistiendo de golpe y porrazo al adiós definitivo de los arcaicos jukebox. Si unos muchachos casi imberbes disponían ya de todos aquellos artilugios y sus propinas les daban para comprarse su propia música, entonces era que la historia había entrado en otra fase.

     Aquel disco virginal era «Regatta de Blanc», venido al mundo en octubre de 1979, y, lógicamente, en su honor deberíamos recoger en este índice cualquiera de las canciones que de él se extrajeron: Message in a bottle, Walking on the moon, etc. Sin embargo -¡sorpresas de la vida!-, años después leímos que otra canción de Police, mucho más tardía, Every breath you take, es la canción favorita nada menos que de Mariano Rajoy y ahí se nos hundió casi para siempre la devoción por los chicos de la policía. Así que, visto lo visto, nuestro epitafio sonoro para la larga vida de los jukebox queda concedido a otra banda contemporánea, Blondie, y a una canción reveladora de por dónde andaban los tiros en aquel entonces: Heart of glass.

     “Una vez tuve un amor y duró muy poco. / Pronto descubrí que tenía un corazón de cristal. / Parecía que iba a ser algo verdadero, / pero sólo descubrí mucha desconfianza / y el amor desapareció”. Así de sublime era la letra que entonaba la chispeante Deborah Harry; ni más ni menos sublime que las que aullaban en sus melopeas los señores Sting, Summers y Copeland. Porque la nueva hornada de grupos y de melodías tuvieron en común ese denominador de la simplicidad reconquistada, del mismo modo que se simplificó su audición y se generalizó su consumo. Si a ello le añadimos la irrupción casi simultánea del videoclip, comprenderemos sin necesidad de más explicaciones que, en efecto, otra forma de acercarse a la música se había inaugurado y que los usos extendidos a lo largo de la década de los años setenta, así en formas como en contenidos, pasaban a mejor vida.

     Pues bien, el single Heart of glass se extrajo del tercer álbum de Blondie, «Parallel lines», con el que llegaron a lo más alto de su carrera a base de mezclar la sencillez de los 60, las raíces punk y la comercialidad glam, es decir, new wave por excelencia. Tanto, tanto que hasta la revista Billboard definió aquel disco –paradoja de paradojas- como “rock ingenioso y pegadizo”. http://www.youtube.com/watch?v=Jxpe1oSp_sg

Publicado en genetikarockradio.com, 9 noviembre 2013

lunes, 4 de noviembre de 2013

Los conflictos territoriales del poder


     Cuanto más oscuros e inmateriales son los poderes que gobiernan nuestra existencia, mayor es la disputa por la ostentación de los poderes clásicos y residuales. Frente al triunfo inhumano de la globalización económica y de los mercados de todo tipo, incluido el de la carne, la universalidad e internacionalización políticas son ya ecos de otro tiempo. E incluso conceptos viejos como nación o estado son inexorablemente sustituidos por el de región, cantón o país (pequeño país en la mayor parte de las ocasiones). Así, metidos en tales disputas, los gobernantes pugnan por hacerse notar y acaparar espacio: unos reclamando independencia, otros legislando para la recentralización, todos ignorando antiguas consignas relacionadas con la participación y la democracia convertidas en banderas deshilachadas.

     Estamos en proceso de dibujar el nuevo mapa del mundo, las nuevas fronteras y los nuevos polos de poder. El lápiz lo maneja la mano de grandes multinacionales y entidades financieras, mientras la política se entrega cansinamente a la levedad del ser y se hace tan insoportable como en el título de Kundera. La ciudadanía contempla la televisión o se indigna en las plazas, lo que al cabo arroja casi idénticos resultados, pues la indignación o la contemplación por sí mismas no llevan a ninguna parte. Las burbujas viajan a través de las fibras ópticas sin ningún tipo de arancel entre los que se sumergen y los que emergen, que más pronto que tarde acabarán también sumergidos. Y todos espían a todos porque hace ya mucho tiempo que nadie se fía de nadie en esa reducción al absurdo. Por eso nos afanamos, no importa en qué dimensión, en salvaguardar ligeros reductos de dominio privado con el ingenuo objetivo de creernos a salvo del otro –una vez más el otro sartreano-, como si los otros no fuésemos nosotros mismos reflejados en un espejo irreal.

     Durante muchos años de nuestra vida, algunos de nosotros hemos mantenido la certeza, junto a H. G. Wells, de que “nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad”. Posiblemente, ni siquiera esto pueda sostenerse ya ante el desbarajuste. O al menos debería ser puesto en cuarentena para no hundirnos en la inopia. Tan noble ideal habrá de ser reducido a lo inmediato para no ser simplemente materia religiosa, y así, repensarlo y redefinirlo en ese otro mapa de la sencillez desde el que reinventar el paisaje. Empezando por lo que está a mano, por la escuela, por el barrio, por el concejo que pretenden eliminar, por el poco trabajo, y siempre en el contorno de lo común, de lo público, de lo que no es patrimonio de un poder único e insensible, de lo que no es privacidad onanista. Tendrá que ser, o no será, en ese campo de juego donde se construyan las nuevas  organizaciones, tan necesarias como lo fueron las tradicionales, para entrar –porque hay que entrar necesariamente- en la porfía por el poder.

     Y, en fin, lo terrible de estas tensiones es la miopía con la que a veces se afrontan. Por ejemplo, todos parecemos alarmados por el caso catalán (o el escocés, o el bávaro, o el quebecqués, no importa) porque seguimos pensando como herederos de un mapa-mundi escolar que ya no existe, mientras que en nuestra inmediatez se toman decisiones y se dictan leyes en contra de la célula madre de nuestra ciudadanía y de nuestra democracia: los municipios. Ésa es también en este país una pugna eterna de poder de la que no deberíamos ser ajenos, porque a los neutrales, según Unamuno, sería mejor llamarles neutros.


Publicado en Tam Tam Press, 3 noviembre 2013

jueves, 31 de octubre de 2013

Entre deudas y morcillas


Bueno es saber, según mis entendederas, que los males que nos aquejan no son solamente nuestros males, sino que tienen una historia que en algo los explica o los hace más relativos. Sin ir más lejos, eso de la deuda con lo que llenan sermones, decretos y reformas sus gobernantes no es más que la eterna copla de este país desde tiempos remotos. Mi señor, el emperador Carlos, por ejemplo, fue un gran experto en esa materia desde que vino a empeñarse con el dinero de la banca alemana Fugger, que sirvió para pagar los excesos de sus coronas, y que les fue devuelto a duras penas y con elevados intereses mediante el oro y la plata de la burbuja imperial americana. Eso sí, sin que dejara de haber por el medio sus correspondientes quiebras e impagos.

Y no ocurrió nada, ya ven: hasta aquí hemos llegado con la misma cantinela, aunque eso no sea más que un liviano consuelo para pobres de solemnidad como un servidor y como algunos de ustedes. Pero al menos aprendemos que esa ficción que llaman finanzas puede perfectamente desmontarse también con la ficción del impago sin que salten por los aires las columnas de ningún imperio. Salvo el dolor y el hambre, casi todo es pura fábula y les aseguro que el género picaresco es con toda probabilidad el menos fabuloso. De hecho, gracias a mi peripecia y a la de otros de mis semejantes descubrirán que no hay tanta distancia entre mi ambiente social y el de todos ustedes, a pesar de los siglos transcurridos: desarraigo, soledad, pobreza, honra como apariencia externa o comportamiento antisocial de quienes rigen nuestras sociedades fueron y son moneda en curso en esta tierra de conejos.

Y ello es así, amigos míos, porque la historia, como la morcilla, se repite, pues las dos están hechas de sangre. O al menos eso pensaba un poeta contemporáneo suyo, Ángel González, cuya lectura es también un feliz consuelo para esta época turbia que, a fuer de reincidir sobre sí misma, dura ya tanto tiempo. Si un pícaro como yo poco puede enseñarles, y lejos de mí semejante quimera, fíense no obstante de quienes, por el contrario, merezcan autoridad ilustrada. Solo de ese modo llegarán a algo más que a servidores de los pícaros de alta escuela, que con eso del déficit, la deuda, el crédito y la hipoteca sólo consiguen asegurar sus mendrugos a costa de la penuria de las gentes. Y les aseguro que no tienen empacho.

Publicado en Notas Sindicales Digital, octubre 2013