Blog de Ignacio Fernández

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viernes, 15 de febrero de 2013

Starman


     A mi modo de ver, lo mejor de aquellas fallas fue el glam, y lo mejor del glam, David Bowie: “Hay un hombre de las estrellas, esperando en el cielo. / Quiere venir y conocernos”.

     Sucedió en Carcagente un mes de marzo de cualquiera de aquellos años seminales. Sonaba y olía la pólvora, también llovía. Había que ir a los casales, que es donde se reunían falleros y falleras no se sabía bien para qué, en torno a los cuales las bandas de música repetían una y otra vez pasodobles y ritmillos similares. En las calles se levantaban lo que llamaban monumentos falleros, unos artefactos de escaso gusto, en mi opinión, y llenos de colorines, destinados a ser quemados con ritmo de otro pasodoble y más olor y sonido de pólvora. Cuatro o cinco días de rondas, paella, falleras y otros folclores. Pero afortunadamente llovía, así que el segundo día tocó reclusión en la casa que nos albergaba. Entonces Ernesto conectó su tocadiscos -¡menudo lujo!-  y colocó en el plato lo mejor de aquellas fiestas: The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars, el disco capital de David Bowie en esos años. No hubo ya más fallas ni más bandas de música, sólo aquellas canciones repetidas una y otra vez hasta la total abducción: “Me recosté escuchando la radio. / Un tipo estaba tocando rock and roll muy emotivamente”.

     Fue el más colorido castillo de fuegos de artificio, la más estremecedora mascletá, la hoguera donde ardió un antes y un después en nuestra percepción musical. Porque, frente a la devoción por las canciones sueltas que digeríamos en los jukebox, nos dimos cuenta de que había formatos que no cabían en aquellas cajas sonoras y que había discos que formaban una obra cerrada imposible de abarcarla en fragmentos. Fue la primera vez; luego le sucedieron otros episodios parecidos: A night at the Opera de Queen, Tubular Bells de Mike Olfield, Journey to the centre of the Heart de Rick Wakeman, Too old to rock n’roll, to young to die de Jethro Tull…, creaciones todas que excedían del límite de las 45 revoluciones por minuto y que nos obligaron a evolucionar en nuestros modos de escuchar y consumir música. Ello, es verdad, no era obstáculo para extraer singles que por sí mismos eran piezas valiosas. De hecho, cualquiera de las canciones del disco grande de Bowie merecía también ser degustada por separado, pues en todas había hallazgos narrativos diferentes y melodías identificables: “No eran DJs. Era un confuso jazz cósmico”.

     La más esperanzadora de las canciones de aquel álbum era precisamente Starman. En medio de la desolación, parecía como si David Bowie fuese un alienígena enviado a la Tierra para traernos el rock and roll. Incluso en ella la voz es divertida, casi tanto como el atrezzo que el artista y su banda lucían por entonces, perfectamente adaptable a aquellos entornos falleros donde lo descubrimos.

     Starman se publicó como sencillo en abril de 1972 y se añadió al LP The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars por insistencia de Dennis Katz, miembro de la discográfica RCA Records. Tal y como Bowie declara, canción y disco son el más claro testimonio de que “…los años 70 fueron el inicio del siglo XXI”. http://www.youtube.com/watchv=muMcWMKPEWQ&noredirect=1

Publicado en Gentikarockradio.com, 16 febrero 2013

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