Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 14 de diciembre de 2017

Frimario 17

     Día clave, señora, este 14 de Frimario, que da fecha a la séptima carta de nuestra correspondencia. Sé que me permitirá la indelicadeza porque todo, o casi todo, está ya a la vista de cualquiera y no hay reserva que valga para aniversarios y otras funciones. De manera que, aun desconociendo sus usos particulares al respecto, pues de ello nunca hemos hablado, me atrevo a reunirme con usted en este su 71 cumpleaños, tal y como habituado estoy no sé bien ya desde cuándo.

     O tal vez sí. La memoria, que es lo más resbaladizo de estos andurriales de la edad, me devuelve inevitable a la adolescencia, que es el momento en que uno empieza a construir sus propios mitos y a desterrar los heredados. Los eróticos entre los primeros, cuando usted se ocultaba al fondo de un pupitre en aquellos posados escabrosos al lado de Brigitte y el baile de hormonas ponía en serio riesgo la disciplina salesiana. Los pretenciosamente culturales tiempo después, cuando obligatorio nos era comulgar con toda forma de supuesta transgresión y el cine nos unió también a Santos y a mí en la visión de Blow-up de Antonioni. Lo musical simultáneamente, cuando ya nos habíamos rendido al efecto Gainsbourg y todo lo que desde él nos alumbraba, incluido ese nuevo episodio de la relación entre la bella y la bestia. Finalmente, claro, aquel verano de 1981 en París y cuanto después nos sucedió. Un día indeterminado, en medio de todo ese tránsito, anoté la fecha de su nacimiento y desde entonces lo he celebrado con tanta fidelidad como discreción. Ni siquiera Santos, a pesar de tanta complicidad, fue invitado nunca a la gala.

     Lo cual que aquí estamos, acumulando historia, que es lo mínimo que uno debe hacer con la vida para que aquella pueda ser transformada. Y acumulando prole y enfermedad, que son los temas que protagonizan las conversaciones a medida que uno se aleja más y más del pupitre y de la edad transgresora. A pesar de que en esa construcción y acopio el yo resultante, como sentenciaba nuestro admirado Umbral, “se hace innumerables trampas a sí mismo” y ni la historia ni las conversaciones son fieles a lo que fueron. Máxime si hay intención de engaño a la manera en que se estila en este país o en tantos otros parajes, donde la mentira reina sin pudor hasta consagrar este manglar tramposo en que se ha convertido el mundo.

     En fin, Frimario dijimos y ese fue el mes elegido por el destino para disponer el accidente fatal de Santos (como vuelve a hacerlo ahora con el mutis de Johnny Hallyday). Capricho o providencia, nadie lo sabe, lo cierto es que nacimiento y muerte se me unieron para siempre en el tiempo de la escarcha. Los años subsiguientes al de la fatalidad lo fueron de respeto y luego, finalmente, de apartamiento. Hasta hace unos días, cuando Tomás me propuso que regresásemos en este aniversario a Palomares. Quién sabe qué o quién permanecerá allí. Nuestros pueblos se deshabitan como si residieran en un eterno invierno implacable, de tal modo que en ellos no queda ya ni quien cuente el paso de las estaciones, condenadas también a la confusión por eso de los climas locos. Comprenderá usted, por tanto, que siempre me haya confortado mucho más atender a la sucesión de años que han escrito su biografía, incluso en los jalones de tragedia que la han envuelto a veces. Tengo cerca para esta ocasión el disco que se adornó con fotografías de su hija Kate, desaparecida no casualmente para mí en otro mes de Frimario. Ya sabe, el titulado Rendez-vous. Así que, cerraré el sobre con esta carta, me acercaré a la oficina de correos y, de regreso a casa, creo que me embeberé una vez más en su escucha y en mi deseo de que su cumpleaños le sea feliz. No dude que, de ser así, yo sabré advertirlo y celebrarlo. Suyo.

Publicado en Tam Tam Press, 14 diciembre 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario