Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

lunes, 8 de octubre de 2012

En la Edad Poscontemporánea II


     Aprendimos en la escuela que se llamaba edad a cada uno de los periodos de tiempo en que convencionalmente se divide la historia de la humanidad desde una perspectiva occidental. Así supimos de la Edad Antigua, de la Media, de la Moderna y de la Contemporánea, y conocimos que ésta última había tenido su inicio con la Revolución Francesa y que se extendía hasta nuestros días; no importaba que esos días fueran los de nuestros abuelos, los de nuestros padres, los nuestros propiamente dichos o los de nuestros hijos e hijas, pues al cabo la fórmula se ha repetido a sí misma por generaciones sin que nada ni nadie al parecer haya osado alterarla.

     Ahora bien, ¿es posible que tengamos que reescribir pronto los libros de texto para anotar que hemos entrado en una nueva edad? Probablemente sí, probablemente estemos viviendo desde hace unos años el tránsito hacia esa nueva edad aún sin nombre, aún sin definición ni contenidos exactos que la identifiquen; y pasarán más años todavía hasta que exista el convencimiento compartido de que nos hemos instalado en otro tiempo. De hecho, una herramienta muy de moda a la hora de determinar la relevancia de ciertas materias o tendencias, el buscador Google, apenas recoge hoy aproximadamente 6.000 entradas para la fórmula Edad Poscontemporánea, aunque crecen de día en día y acabarán por invadirlo con tal etiqueta u otra similar. Sin embargo, lo que sí es más evidente es que ya hemos abandonado sin duda la vieja Edad Contemporánea. Reconocerlo es por lo tanto un elemento capital para conquistar la época que se abre ante nosotros. No hacerlo y seguir valiéndonos del pensamiento viejo, de patrones caducos y de horizontes apagados significará nuestra derrota ante la evolución imparable de la historia.

     El Muro de Berlín cayó en 1989 y las Torres Gemelas en 2001. Uno y otro derrumbamiento, a pesar de sus notables diferencias, son la imagen del final de una larga etapa, la de las construcciones y el crecimiento. Poco importa si fracasó el comunismo o si triunfó el capitalismo, los dos pueden darse por desaparecidos. Y con ellos casi toda la simbología, la política, la economía y las ideas que fuimos levantando desde 1789 conducidos por el lema de la igualdad, la libertad y la fraternidad; evidentemente con interpretaciones y aplicaciones distintas según la orientación ideológica de un mundo bipolar. Por ese motivo la primera lección que ha de inaugurar la nueva enciclopedia es que nada es ni será ya igual y que, por lo tanto, cualquier discurso, cualquier propuesta de futuro que se acomode aún sobre aquel antiguo molde no tiene porvenir, es pura melancolía.

     Lo que sucedió después fue la globalización y las crisis. Lo primero nos sirve para explicar uno de los rasgos radicalmente distintos a lo precedente y las segundas nos confirman que el proceso está en marcha y que, atendiendo a su etimología, estamos obligados a tomar decisiones,  pues, de no hacerlo, nos arrastrará la marea hacia un fondo sin fin.

     Por ahora, lo que se puede ver, a corto plazo al menos, es que el tiempo que alumbra caminará en principio por la senda de la deconstrucción y el decrecimiento, las nuevas claves para, no se sabe cuándo, poder recuperar el pulso de otra economía, de otra política y de otras ideas. Quienes no se liguen a esos dos conceptos se mentirán a sí mismos y nos engañarán a todos. Igualmente, conviene tener presente que durante esa transición merecerá la pena implicarse en dos asuntos pendientes que van a resultar capitales: el de la lucha de clases nunca resuelta y la defensa de la condición de ciudadanía como último eslabón de una sociedad que pretendemos todavía medianamente justa.


Publicado en Tam-Tam Press, 8 octubre 2012

NOTA: Este artículo es una reescritura del que se publicó en Diario de León el 24 de julio de 2010, recogido en el blog bajo la etiqueta Sindical.

No hay comentarios:

Publicar un comentario