Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

martes, 4 de febrero de 2014

Piaf / Gainsbourg


     Posiblemente, de todo el amplio catálogo musical, pocas composiciones sean tan sagradas en apariencia como los himnos. Sin embargo, estos cantos gloriosos, por lo general de origen militar, también han sido objeto de transgresión y con ello de generación de unas nuevas perspectivas bastante curiosas. Lo hizo Jimi Hendrix con el himno norteamericano y lo hicieron los Sex Pistols con el inglés. Las que quizá no sean tan conocidas son las posibilidades que ofrecía a los provocadores La Marsellesa.

     El himno nacional francés fue compuesto por Rouget de Lisle en 1792. Recibió primero el título de Canto de guerra del ejército del Rin, pero meses después, al ser cantado por un batallón de voluntarios que marchaba desde Marsella a París, la población de la capital le dio el nombre de La Marsellesa. El itinerario posterior de este canto y la significación que ha llegado a adquirir  no necesita mayores explicaciones, aunque no fue declarado himno oficial hasta 1958. Su aparición en películas como Casablanca, su resonancia en los partidos de la selección francesa de fútbol o de rugby (aunque con algún coro de silbidos muy reciente que irritó particularmente a Sarkozy), su inclusión al comienzo de All you need is love o la adaptación de Django Reinjardt han extendido su eco de un modo notable. De todos modos, pocas interpretaciones resultan tan apabullantes como la que aquí sugerimos de Edith Piaf.

     Pero en 1979, Serge Gainsbourg grabó en la ciudad jamaicana de Kingston el disco «Aux armes et caetera», donde incluyó una versión reggae del himno francés que, además, contenía otros desafíos. Por ejemplo, donde franceses y francesas cantan entusiasmados “¡a las armas, ciudadanos!” y continúan en el tono belicoso de ese himno de himnos, el bárbaro de Gainsbourg coloca en la voz del coro femenino un “a las armas etcétera”, como si no hiciera falta decir más, como si todos los himnos repitieran en el fondo el mismo y sabido estribillo. Mas no nos equivoquemos, esa gratuita boutade dio lugar a algo más que una anécdota, a un extraordinario momento de gloria y redención: en ese mismo año, en un recital en Estrasburgo, un grupo de militares franceses y miembros de la extrema derecha más feroz ocuparon las primeras filas de la sala. Venían dispuestos a impedir que Gainsbourg interpretara su último éxito, aquella versión sacrílega considerada por muchos un ultraje. Al ver el panorama, el cantante ordenó a sus músicos rastas que no se bajaran del autobús. Subió al escenario solo, a pesar de que el dueño de la sala le advirtió del peligro. Y dijo: "los que han impedido el concierto han devuelto a La Marsellesa su sentido inicial". Después, este hombre con fama de chulo y de degenerado, probablemente borracho, levantó el brazo derecho -el del cigarro- y con una dignidad y una grandeza inesperadas comenzó a cantar, en solitario, el himno de Francia. Los militares que le observaban atónitos no pudieron hacer otra cosa que cuadrarse. Voilà.

Publicado en genetikarockradio.com, 3 febrero 2014


No hay comentarios:

Publicar un comentario