
Los Premios Diálogo nacieron hace doce años,
impulsados por nuestra Fundación, con el objetivo de reconocer la labor de
aquellas personas y entidades del mundo de la cultura que hubieran favorecido
el avance social y cultural en nuestra Comunidad Autónoma. Esta declaración
puede parecer un mero formalismo, pero visto el recorrido temporal y los
acontecimientos que se han sucedido a lo largo de estos años, es casi tanto
como reconocer en ese objetivo un premio a la resistencia, a la perseverancia y
a la revuelta. Las crisis de estos últimos tiempos, una económica y financiera,
otra sanitaria y económica también, sociales ambas, cayeron sobre el espacio
cultural como una bomba de fragmentación y volvieron a poner de relieve el
escaso valor que la iniciativa pública y privada y la sociedad en general
conceden a la cultura. Debemos recordar en tal sentido lo que apuntaba el catedrático
Enrique Bustamante, fallecido desgraciadamente el último mes de junio, y que
nosotros recogimos el año pasado en nuestro 2º
Informe sobre la Cultura en Castilla y León: durante el periodo al que nos
referimos, la cultura vivió inmersa primero en lo que se calificó como «década perdida», con regresiones profundas iniciales y
recuperaciones parciales e insuficientes después, y vive hoy situada todavía en
el ojo del huracán de la pandemia por lo que se refiere al tono económico de la
actividad.
Por
eso mismo resistencia, perseverancia y revuelta, que son expresiones
sustanciales en toda producción cultural, adquieren en la actualidad un
significado verdaderamente más que loable, y resistentes, perseverantes y
revoltosas son sin duda las personas a las que el jurado de esta edición ha
decidido otorgar su reconocimiento. Lo eran también quienes les precedieron. Y
ésa es sin duda la cualidad que define a nuestros Premios. Por lo tanto,
también a nuestra Fundación y a sus programaciones en cualquiera de las
materias a las que atendemos. No puede ser de otro modo si declaramos de
entrada nuestra raíz sindical de clase.
Conocerán
ustedes en breve la nómina de premiados, pero me permitirán que me anticipe con
algunas consideraciones capitales porque en ellas encontrarán así mismo buena
parte de nuestras señas de identidad. Premiaremos en esta ocasión el folclore y
el trabajo etnográfico, las artes escénicas con afán de integración social y
laboral, los proyectos editoriales tan humildes como constantes y la promoción
de la cultura en los barrios. No son actividades para el lucimiento, sino
nutritivas para el conjunto de la sociedad. No despiertan el fervor de los
titulares en los medios al uso, pero son el medio para el crecimiento de los
individuos. No destacan en los anuarios de las glorias culturales, pero no hay
mayor gloria que el producto de sus trabajos. Esperamos que así lo reconozcan
todos ustedes con nosotros.
Tres
breves cuestiones para concluir esta intervención.
Una:
frente a la postración y a las distancias que nos impuso la maldita enfermedad,
la Fundación Jesús Pereda ha apostado en todo momento por reconquistar el medio
y mantener en lo posible toda su actividad. Ello nos permitió que el año
pasado, tan mal año en general, llegásemos a programar un total de 30
actividades en 15 localidades de Castilla y León. Este año, sin ser tampoco bueno
del todo, llevamos ya otro tanto acumulado a estas alturas. Estamos contentos
por ello.
Dos:
Destacamos el trabajo de quienes trabajan para que nosotros disfrutemos de este
acto. Me refiero al personal responsable de este teatro; a las integrantes del
grupo Valquiria Teatro y su equipo, que forman parte ya de nuestra familia; al
grupo El Naán, que añade el acento musical; y al artesano José Oré, que por
tercer año consecutivo se ha encargado de elaborar las piezas que simbolizan el
Premio. A todos ellos, estamos seguros, les gusta lo que hacen, pero no
trabajan sólo por gusto.
Y
tres: Nos felicitamos por estar hoy en Benavente, adonde nuestra programación
nos había traído hasta la fecha tan solo en una ocasión, en mayo de 2019.
Volveremos. El itinerario de nuestros premios y de sus ecos nos permite dispersarnos
por toda la Comunidad, afortunadamente más allá de las capitales de provincia,
lo cual también forma parte de nuestra vocación. Es importante, porque no todo
sucede en Madrid o Barcelona, en Valladolid o León.
Como
remate a todo lo dicho, no olvidemos que las actividades culturales van más
allá de su repercusión económica, que es notable. Aportan además a la
ciudadanía espíritu crítico y amplitud de miras, promueven la creatividad y, en
los términos antropológicos que recogía Tylor, generan sociedad. En ello
estamos.
Texto leído en la entrega de los XII Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, Benavente 1 octubre 2021