Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 21 de abril de 2024

Celtas

            Si abril es un mes para cantar, tal y como entonaba Carlos Cano y en esta columna hemos resaltado en más de una ocasión, está claro que quienes mejor atinaron al elegir una fecha que les hiciese eternos en el cancionero fueron los muchachos de Celtas Cortos: 20 de abril del 90. Ayer, precisamente, habrán vuelto a servirse de esa cita en el calendario para ofrecer un concierto en el Palacio de Vistalegre de esos que, aseguran, quedan en el recuerdo.

 

            Situarse en el recuerdo, no otra cosa es esa canción, que ya en su origen, en 1991, miraba hacia atrás, hacia tiempos perdidos supuestamente felices, a pesar de que visto en perspectiva todo era entonces tan próximo si atendemos a los años. No importa, la literatura y la fantasía generan abismos. Y si Cifuentes, Carlos Soto y compañía se ponían en plan remember, qué podría esperarse de quienes escuchábamos y seguimos escuchando esa canción. Pues eso, que todos tenemos, en mayor o menor medida, un 20 de abril en nuestra vida. O muchos, todo depende también de la literatura y de la fantasía. Aun con todo, aquella letra, dentro de su sencillez formal y de su carga emotiva, escondía una trampa que es, si se piensa un poco, la que nos desarbola cuando de recuerdos sentimentales se trata. Decía hacia el final el cantable: “espero que mis palabras desordenen tu conciencia”. Ése es el castigo que el amor destina para los amantes fracasados, el desorden de la conciencia, exactamente lo que al cabo nos reescribe a nosotros mismos y reescribe nuestra existencia. Una bomba de fragmentación oculta en una canción sobre todo y ante todo bonita. No hay inocencia absoluta.

 

            Un día después del 20 de abril del 24, bastante más viejos y gastados que en los 90, no solo nos habita el recuerdo siempre necesario, sino también la imperiosa necesidad de ordenar la conciencia, es decir, reconocernos y redefinir nuestra relación con el mundo porque, de regreso nuevamente a los Celtas Cortos, no queda casi nada de lo de antes y lo que hay ha cambiado.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 21 abril 2024

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