Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 30 de junio de 2024

Vanidades

            La frontera del 30 de junio, hoy, separa el tiempo corriente de nuestra cotidianidad de la feria de vanidades que es el verano. Casi todo contribuye a ello de forma determinante, el calor, el baño, las lujurias, los helados, el gazpacho, las noches claras, las verbenas, el turismo… No lo critico, posiblemente sea yo el primero en arder en esa hoguera, aunque, con franqueza, no recuerdo cuándo fue la última vez que me puse un traje de baño. Lo dejaré ahí para que cada cual especule sobre si es porque sólo frecuento playas nudistas o sencillamente porque no frecuento ningún espacio para baños públicos y concurridos. No importa. El caso es que llega el tiempo de la vacación, esa vanidad de vanidades.

 

            Dice la periodista Ana Geranios, autora del libro Verano sin vacaciones. Las hijas de la costa del sol, que las vacaciones son cosa de los pobres. Y es así, en efecto, pues quien no necesita de fronteras entre lo cotidiano y lo excepcional no requiere de ese concepto, no lo necesita porque su mundo es otro. Pero los pobres sí que tenemos que compensar de alguna forma tanto sacrificio, tanta obligación, tanto ajuste de calendario y de jornada, tanta abnegación por los muchos meses en que no estamos de vacaciones y contribuir, de paso, a engordar las cifras del sector turístico que tanto aportan al PIB. ¿Cómo iba a hacerse si no? ¿Con los eternamente ociosos?

 

            Sucede entonces que esas cifras de viajeros y sus gastos impulsan la construcción de más hoteles de cuatro y cinco estrellas, precisamente los que no pueden pagar los pobres, que se ven obligados a alojarse en pisos turísticos mucho más baratos que, más tarde, cuando se sale de la vanidad, no pueden alquilar como vivienda habitual porque mantienen precios de temporada alta a perpetuidad. Lo cual lleva a preguntarse por qué es primera necesidad, disponer de un techo o amontonarse en una playa, una duda cuya solución el capitalismo opaca en interés exclusivo del beneficio privado. Y ahí estamos, una vez más en la frontera.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 30 junio 2024

domingo, 23 de junio de 2024

Perrina

            En nuestra primera infancia, la mañana del día de San Juan nos la pasábamos peregrinando por el barrio, de casa en casa, con un pequeño platito que nos habían dado nuestras madres. Llamábamos a las puertas del vecindario y pedíamos una perrina para San Juanín, así, todo en diminutivo y con un in muy leonés. Había quien optaba por demandar una perrona, que también valía, pues las dos acuñaciones convivieron durante largo tiempo. El caso es que lo que solicitábamos, para hacernos una idea de dónde estábamos y de dónde estamos en la actualidad, eran 10 céntimos de peseta, algo así como 0’000601012104 euros. Con esas cantidades andábamos por la vida el día de la fiesta. Bueno, con lo que se recaudara en conjunto, que tampoco era mucho.

 

            Por supuesto, aquella tradición decayó y murió. Nadie mendiga hoy tal cantidad, ni en festivo ni en laborable, ni los más desesperados ni los niños y niñas más ingenuos. Eso nos enseña que las tradiciones no son ni inmutables ni perennes. Al contrario, lo propio de la tradición es evolucionar. Por eso mismo, cuando se invoca algo como tradicional para no ser mudado o directamente liquidado por el no uso, no se está en el terreno de lo tradicional, sino en algo más interesado, una especie de conservadurismo inmovilista que no casa con las costumbres vivas que son, por naturaleza, progresivas.

 

            Es lo mismo que sucede con esta nueva edad histórica en la que hemos desembocado. Si ya no nos sirven los patrones que fueron de la Contemporánea, no vale tampoco servirse de los mecanismos novedosos del hoy para vender ideas o modos ni de la Moderna ni de la Medieval ni mucho menos de la Antigua. Es un proceder ahistórico. Es lo que sucede con algunos iluminados y con sus miles de votantes, están fuera de la historia y nos quieren arrojar con ellos a ese vertedero ucrónico. No, la modernidad no consiste en pedir perrinas de casa en casa ni las golosinas son hoy las que fueron. Por fortuna ya no vivimos en esos tiempos. Alguien debería explicárselo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 junio 2024

viernes, 21 de junio de 2024

VV.AA: La memoria histórica democrática de las mujeres

LOS AUTORES

     Beatriz García Prieto y Enrique Díez Gutiérrez firman este trabajo. Ambos son profesores de la Universidad de León, la primera del Área de Historia Contemporánea y el segundo es Titular de su Facultad de Educación. Beatriz ha defendido su tesis sobre Cambios y pervivencias en los derechos y libertades de las mujeres durante la II República, la guerra civil y el primer franquismo. La provincia de León (1931-1945). Enrique, por su parte, es autor de numerosos libros y estudios, el más reciente de ellos Pedagogía antifascista. Construir una educación inclusiva, democrática y del bien común frente al auge del fascismo y la xenofobia.

EL LIBRO

     El libro, concebido como una unidad didáctica, forma parte de una trilogía sobre la memoria histórica democrática, destinada a garantizar en el sistema educativo el deber de memoria plasmado en el derecho internacional y en los derechos humanos: educar en la verdad, la reparación y las garantías de no repetición. En concreto, este segundo volumen se centra en el papel y el protagonismo de las mujeres durante la II República, la guerra y el posterior exilio, situándolas en el lugar de la historia que merecen.

EL TEXTO

     "Las víctimas de la dictadura sufren una doble violencia: la de sus verdugos y la de ser borradas de la memoria colectiva. Que su nombre no se borre de la historia, como decían las Trece Rosas y quienes iban a ser fusilados. No sólo que no se borre, sino que ocupen un puesto protagonista en la historia quienes lucharon por una sociedad más justa, libre y mejor".


domingo, 16 de junio de 2024

Prado

            Entré en el Museo del Prado empujado por el calor inaguantable de la sobremesa madrileña. Era eso o comprar camisetas en Primark. Elegí el museo, aunque cometiera con ello el sacrilegio de consagrarlo en una nueva función, la de refugio climático, para la que no había sido concebido. No me interesaban especialmente los cuadros, sino el frescor y, ya puestos, las gentes que deambulaban por sus galerías. Con los cuadros, a fuerza de contemplados de uno u otro modo, me sucede como con Hotel California después de la cuadragésimo quinta audición en la radio durante la última semana, ya no me produce emoción sino indiferencia. Me acerqué, no obstante, al último hallazgo de Caravaggio, ese Ecce Homo rescatado del olvido y acomodado en una sala exclusiva, que, contra lo que yo suponía, no congregaba demasiado público. Sí, en cambio, personal vigilante para que nadie se pasase de listo con las fotografías del móvil. Había cuidadores y cuidadoras que disponían de una mirada de reojo de ciento ochenta grados. Los que no, por el contrario, lucían ojos sicalípticos muy propios de quienes pasan su jornada laboral rodeados por desnudos y otras lujurias. Entre la concurrencia que se paseaba por las salas abundaban las mujeres. Siempre hay muchas más mujeres en cualquier cita cultural, aunque esto se acabará pronto con la promoción del fútbol femenino, que ya se ha convertido en el segundo deporte más seguido por ellas en nuestro país. Se producirá, pues, el gran reemplazo, mujeres trasladadas en masa desde los auditorios y museos a los campos de fútbol. Y todo estará en su sitio. Y continúa habiendo, por supuesto, abundante público de rasgos orientales, seres discretos y callados sobre todo, elegantes y sutiles ellas como una flor de cerezo japonés. Y había, sí, nacionales en chanclas, fácilmente reconocibles por las chanclas y por el tono de voz con que parecían expresarse inútilmente, ni su prole ni sus respectivas les hacían el más mínimo caso. La frescura lo amortiguaba todo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 junio 2024

domingo, 9 de junio de 2024

Verdor

            Unos días más de temperaturas cálidas y todo el verdor se apagará. Quiso la primavera regalarnos este año un auténtico exceso de color y todo el verde invadió sin tregua el paisaje casi por completo, desde Albares de la Ribera hasta Mogarraz, de Cuéllar a Orbaneja, todos los caminos se nos vistieron con una misma y abusiva tonalidad. Tan abrumadora era la paleta que las conversaciones verdearon también y se hicieron eco de ese colorido insaciable: ¡cómo está todo este año!, se repetía de uno a otro confín.

 

            Y sí, todo eso se apagará pronto y tornaremos a rememorar la Oda a la inmortalidad, aquel poema de William Wordsworth que inspiró en parte la película de Elia Kazan protagonizada por Natalie Wood y Warren Beatty: “…aunque nada pueda hacer / volver la hora del esplendor en la hierba, / de la gloria en las flores, / no debemos afligirnos / porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo”. Será así o tal vez no haya sido así nunca, quizá se trate solo de literatura sentimental, un embeleso, un placebo frente a la enfermedad del tiempo que huye. Y entonces aparece dios, es decir, Gainsbourg, mucho más sabio que cualquiera de los mortales, y sentencia: “la fealdad es superior a la belleza, porque permanece”. No es que se recuerde, es que sigue ahí, perenne, no se marchita.

 

            Posiblemente en eso consista existir, en distinguir recuerdo de cuanto es constante y armonizar realidad y memoria, Gainsbourg y Wordsworth en comunión poética y vital. Polarización bien entendida. Hermosura y oprobio en el verdor tanto como en los campos agostados, he ahí el misterio y la clave. Nadie nos hurtará ya la emoción de cuanto vimos verdecido alrededor nuestro y, en efecto, persistirá inmutable tal como fue, a pesar de que el estío venga pronto a hacer su labor en nuestras carnes y en nuestras almas. Otros colores llegarán, otros tonos, otros modos del ser, exactamente igual de pasajeros. Son cosas, en fin, de un pensamiento primaveral que nos hacen bastante más tontos de lo aconsejable.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 junio 2024

domingo, 2 de junio de 2024

Elección

            Conviene recordar en estas precisas fechas algún saber, más o menos contrastado, relacionado con Europa, al que con toda seguridad nadie se referirá en mítines y demás propagandas electorales.

 

            Recordar, por ejemplo, que Europa, conforme a la mitología, fue una princesa fenicia, de cultura comercial y muy mediterránea por tanto, a quien Zeus raptó, al parecer enamorado, aunque no sea éste un extremo confirmado del todo, la llevó a Creta y allí la embarazó por tres veces, además de regalarle, según refiere la leyenda, un collar, un autómata, un perro y una jabalina. Así eran las cosas por entonces.

 

            Y recordar de paso, ya que en antigüedades andamos, que ese término, Europa, aparte de teorías que descubren en él una raíz semítica no muy clara, parece nacer más bien de la fusión de dos palabras griegas, ancho y vista (también ojo), de tal forma que nos remite, para concluir, a una visión amplia. Desde luego, parafraseando el dicho de aquí, ancha es Europa. Y más que promete serlo. O no.

 

            Aparte de la amnistía omnipresente y otras gaitas, sobre estas tres cuestiones cabe pronunciarnos también en las elecciones de la próxima semana. Es decir, si nuestra idea de Europa va más allá del comercio o no, si como parecía caminábamos hacia una unión más política y social o si hacia donde vamos es solo hacia una Europa militar. También debemos tomar decisiones acerca de ese mar que sirvió evidentemente al comercio y a la comunicación entre pueblos, convertido en la actualidad en un cementerio africano y en un estercolero turístico. Finalmente, hemos de decidir si optamos por la amplitud de miras y por los horizontes abiertos o si, por el contrario, elegimos el etnonacionalismo, como se le llama ahora. En suma, si Europa quiere honrar a su nombre o si, por el contrario, preferimos ensimismarnos en nuestro ombligo. Todo es posible en esta cita y todo tiene consecuencias que serán duraderas. De eso van estas elecciones, de algo tan fundamental como construir civilización o barbarie.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 2 junio 2024