Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 8 de diciembre de 2024

Estados

            Pocos, muy pocos elementos restan ya para describir, por exclusión, lo que es un Estado, lo que era. Nos enseñaron que, básicamente, su entidad residía en las fronteras, las relaciones exteriores, el ejercicio de la fuerza y la acuñación de moneda. Todo lo demás o era posible descentralizarlo, según modelos federales o autonómicos, o era susceptible de ser elevado a instancias internacionales compartidas. Hay ejemplos de todo ello. Pero hoy los estados ya no acuñan moneda: lo hacen, como sucede en Europa, un ente superior, pongamos que el Banco Central Europeo, o bien los especuladores de las criptomonedas, que hurtan ese rol exclusivo a los viejos estados. Por otro lado, las relaciones exteriores son así mismo y por lo general fruto del acuerdo con terceros y resultado de políticas más o menos comunes. De modo que lo que queda son las fronteras y la fuerza. A lo primero aluden todo tipo de nacionalismos viscerales y a lo segundo, toda suerte de militarismos hoy desatados. Así estamos y de ahí esas dos insistencias por parte de los antiguos poderes.

 

            Todo apuntaba a que caminábamos hacia otro mundo diferente al que fue en la edad contemporánea y en sus precedentes, un mundo donde precisamente la caduca noción de estado local no tendría sentido y no lo tendrían por tanto sus cualidades definitorias. Pero no, hete aquí que lo más enmohecido de todo ello tiende a fortalecerse y nace la paradoja de un futuro escrito con una caligrafía herrumbrosa. No es la única explicación, pero explica bien la fiebre belicista, los muros de todo tipo y el descrédito de organismos internacionales como la ONU o la Corte Penal Internacional. Incluso se entiende la debilidad de la Unión Europea frente a países donde triunfa la política macarra. Son procesos propios de estos tiempos inestables que tarde o temprano acabarán pasando también a mejor vida, a pesar del dolor de cabeza que nos ocasionarán durante una temporada. Confiemos en que sea corta. Más corta si hay botón nuclear por medio.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 8 diciembre 2024

domingo, 1 de diciembre de 2024

Esperanzas

            Muy mal debe de andar el mundo para que la esperanza se haya puesto tan de moda en nuestras librerías. Sin agotar el catálogo, a lo largo de este año que agoniza se han editado al menos los siguientes libros: “La esperanza no defrauda nunca” del Papa Francisco; “El espíritu de las esperanzas” de Byung-Chun Han; “Revolución, rebeldía y esperanza” firmado por varios autores; también, pero por varias autoras, “Futuro con esperanza: mujeres actuando ante el cambio climático”; “Hispanoamérica: canto de vida y esperanza” de José Luis López-Linares; “Esta vana esperanza” de Emili Albi; “Jonás y la esperanza” de Juan Carlos Rodríguez Torres; “Una idea de esperanza” de Ximo Puig; y el libro de conversaciones entre el músico Nick Cave y el periodista Sean O'Hagan titulado “Fe, esperanza y carnicería”.

 

            También nosotros hemos sido insistentes desde esta columna y es ya la tercera vez que nos dedicamos a opinar acerca de ese estado de ánimo, virtud o ilusión, seguramente siempre sin éxito. Por eso lo del plural del título: van ya muchas esperanzas, tantas como las que se nos fueron disolviendo por el camino. Porque la esperanza tiene eso precisamente, se disuelve, la realidad es siempre mucho más sólida y acaba imponiendo su ley. Recuerdo cómo en el año 1982 se decía que los españoles y españolas habían votado a Felipe González con esperanza y quizá por eso lo que siguió después fue el desencanto. Nadie dijo lo mismo cuando se votó a Zapatero, como mucho alguien se atrevió a afirmar que se había obrado con expectativas, algo mucho más físico y medible. Tal vez por ello el sentimiento posterior no fue el mismo. Son sólo ejemplos, pero suficientes para explicar el sentido corrosivo del término. De modo que si ahora volvemos a alardear de esperanzas, más vale que nos vayamos preparando para el desengaño. O mucho mejor, si tenemos los pies en el suelo, que nos armemos con otras herramientas más sensatas y efectivas frente a cuanto nos toca vivir en estos tiempos en verdad desaforados.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 1 diciembre 2024