Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 26 de enero de 2025

Faltas

            Así, delitos y faltas, se titulaba una gran película de Woody Allen. Sobre delitos tratamos la pasada semana. Corresponde ahora atender a las faltas, que no llegan a la gravedad penal de los anteriores, pero que contribuyen decisivamente también a la devastación del paisaje. La falta es polisémica: es carencia, es defecto y es infracción. Quiere ello decir que su cúmulo es o puede ser más que notable y, además, muestra en sí misma su contrario, lo que la convierte en mucho más perceptible, sobre todo en la primera acepción. Las faltas, aunque sean menores, abruman.

 

            Así sucede, si observamos el panorama general y el discurrir de los acontecimientos, con la falta de rigor, con la falta de consideración, con la falta de respeto, con la falta de atención… Así tomadas, de una en una, como diría José Agustín Goytisolo, son como polvo, no son nada, pero el conjunto aplasta el gen civilizatorio. No importa que nos refiramos a una memez más del señor de la X o a una comida en El Ventorro mientras cae el diluvio universal, da la impresión de que se puede pasar página, pelillos a la mar y a otra cosa mariposa, pero sientan precedente y generan comportamientos que se extienden. No son asuntos sin importancia. Se disculpan, se copian y se replican hasta convertirse en un modo de ser y de estar bastante insoportables. Ocurre a menudo. Y no son fáciles de corregir cuando se adhieren a la piel y forman sobre ella una costra infame, como una membrana de Gore-Tex, por donde se desliza cuanto sigue.

 

            En consecuencia, el mundo progresa adecuadamente en medio de ese pantano de no delitos (ver la semana pasada) y de sí faltas sin que a nadie le preocupe especialmente el deterioro social, moral y político. Más bien lo contrario, no importa adonde se mire, lo que se lea o se escuche, parece que hay más gente inquieta por alimentar el manglar, es decir, alta salinidad, suelos fangosos, pobreza de oxígeno, altas temperaturas, mareas extremas y fuertes vientos. Y así hasta la extinción total.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 26 enero 2025

domingo, 19 de enero de 2025

Delitos

            Tiempo atrás, en aquellos debates primitivos sobre la globalización, el representante de una organización profesional agraria, la más destacada de ellas, la más de derechas, se quejaba de la competencia desleal motivada porque algunos países permitieran sin trabas el cultivo de transgénicos, es decir, de productos genéticamente modificados. La solución, según él, no era combatir esa permisividad que supone riesgos alimenticios, sino otorgar barra libre a todos los agricultores para que procedieran como mejor estimaran en sus campos. No es fácil determinar si esa propuesta era ingenuidad, ignorancia o maldad. Lo que sí se deduce de ella es que no hay nada mejor para combatir el delito que declararlo legal: ya no hay delitos.

 

            Es lo que nos sucede ahora en tantos ámbitos de nuestra realidad desordenada, cuyo más notable ejemplo es la condena entre paréntesis, esto es, sentencia sin castigo, al casi Presidente de los Estados Unidos. De eso se sirve precisamente el artista para enlazar con una tradición muy europea, la de Berlusconi y Jesús Gil, entre otros, para proclamar que el pueblo le ha juzgado y le ha absuelto a través de las urnas. O, de otro modo, son las urnas al parecer las que determinan si existe o no delito, lo que, atendiendo a cómo se las gasta una parte de la judicatura, tampoco extraña a nadie. La ley en sí, el procedimiento todo y el llamado derecho procesal han pasado a mejor vida en estos tiempos revueltos.

 

            Con todo, el mayor dislate se produce cuando alguien poderoso o con posibles juega a determinar lo que es o no es delito y hace -el que pueda hacer que haga, dijo Aznar- lo que le viene en gana porque cabe todo en la justicia si se quiere y, sobre todo, si se puede. Esto es lo que nos deja inermes y desamparados. Esto es lo que empieza a generalizarse y no sólo en redes inmateriales: la sumisión ante quien ejecuta la ley en lugar del sometimiento a la ley. Así ocurrió cuando Chendo quiso regatear a Maradona: los pajaritos dispararon a las escopetas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 19 enero 2025

domingo, 12 de enero de 2025

Navidad

            Regresé al tren esta semana después de las orgías navideñas. ¿Está bien decir orgías navideñas? ¿Ofende algún sentimiento religioso? ¿Emparenta de algún modo tal expresión con esa cultura que reivindica ahora la Navidad pura o se aleja de ella y, por tanto, estaré en el punto de mira de alguien que vela por no sé qué tradición? El caso es que volví al tren, digo, y casi todo el mundo lo hizo a la vez que yo dejando atrás, supongamos, los días no laborables, casi unas vacaciones. Había novedades evidentes en viajeros y viajeras allá dónde mirases, ropas flamantes en apariencia, renovadas mochilas, cascos en las orejas cada vez más grandes, los cascos, digo, muchos cascos, y creo que nuevos móviles también porque los usuarios se entretenían todavía en acomodar los ajustes. Era el eco o la resaca de esa Navidad comercial que es, por mucho que se empeñe la ortodoxia y la insumisión, el punto de llegada -el imperativo del regalo- del gran artificio navideño: cuanto más adorno, y en luces ni te cuento, más falso es todo. En eso coincido con quienes reclaman el imposible retorno a no sabemos bien qué celebración.

 

            Regresé al tren, decía, con los dedos cruzados, que es como ahora se sube uno al tren, no vaya a ser, y repasé durante el trayecto, de nuevo cotidiano, el beneficio de los días ociosos: no tuve muchos regalos, me tocó dos veces la lotería, premios menores, paseé a orillas del Sil entre la Fábrica de la Luz y la Fuente del Azufre, también estuve en Toral de los Vados, comí con amigos, cené con familia, leí un libro bonito y triste sobre la guerra de Argelia que me había regalado Óscar García, hice copias de seguridad y redacté un manifiesto, compartí un vino con columnistas y plantilla de La Nueva Crónica, hice lo mismo con compañeros y compañeras del sindicato, recogí una botella de vino que me obsequió mi dentista, no la he bebido aún, me sentí bien acompañado y dormí. Al llegar al destino me pregunté si acaso todo esto puede ser injurioso. Así estamos en 2025.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 12 enero 2025

domingo, 5 de enero de 2025

Rugby

            No suele haber escapatoria de los tópicos cuando del deporte se trata, pues en él se reúnen todos los lugares comunes, todas las hipérboles, toda la grandilocuencia, todos los vacíos del lenguaje, no importa si se trata de una crónica periodística o de una declaración de cualquiera de sus protagonistas. Nadie se libra de las frases hechas: fútbol es fútbol, dijo Vujadin Boskov, y ya no hubo más.

 

            O tal vez sí. La fuga de esos espacios trillados se produce cuando la mirada atiende sobre todo al deporte amateur, más aún si se trata de una disciplina poco comercializada, todavía más si quienes la practican son mujeres, y ya el colmo es que se trate de mujeres en la treintena o más allá y madres. Sucede así en el rugby. Pienso en la majestuosidad de Jonah Lomu al convertir un ensayo para sus All Blacks. Pienso en las innumerables leyendas nacidas del Torneo de las Seis Naciones. Pienso en Nelson Mandela entregando la Copa del Mundo a la selección sudafricana. Y pienso en ese equipo de mujeres, Leonas Mater, campeonas de España a finales del pasado año en su debut en la categoría.

 

            No sé si será cosa de la edad o si es que uno está ya de vuelta de todo, pero confieso que llevo años disfrutando mucho más de los deportes practicados por mujeres que por hombres; desde luego cada vez menos, exceptuado el ciclismo, si se trata de hombres super-profesionalizados, mega-mercantilizados y extra-narcisistas por lo general. También en estas cualidades el rugby es un mundo aparte. Y también por todo ello celebro el triunfo de esas mujeres y lo dejo escrito para que sea admirado si así se estima. Casi como las admiran a ellas sus parejas e hijos, porque juntos han descubierto en la práctica de ese deporte un horizonte superior al corriente de la vida diaria. Yo me encuentro a una de ellas algunos días en la panadería del barrio y, además de venderme el pan, los croissants y las magdalenas, me habla de sus entrenamientos, de sus esfuerzos y de sus partidos. Yo creo que está contenta.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 5 enero 2025