Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 19 de junio de 2025

ANTONIO MONEGAL: Como el aire que respiramos


EL AUTOR

 

            Antonio Monegal es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Pompeu Fabra. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, se doctoró en Harvard en 1989 y ejerció la docencia en Cornell University. En 2004 comisarió, junto con Francesc Torres y José María Ridao, la exposición En guerra en el CCCB. Es autor de los libros Luis Buñuel de la literatura al cine (1993) y En los límites de la diferencia. Poesía e imagen en las vanguardias hispánicas (1998), editor de obras de García Lorca y coordinador de Política y (po)ética de las imágenes de guerra (2007). En 2023 ganó el Premio Nacional de Ensayo por Como el aire que respiramos (Acantilado, 2022) y en 2025 ha sido designado comisario de ‘España País Invitado de Honor’ en la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025.

 

EL LIBRO

 

            ¿Qué es y para qué sirve la cultura? Más allá de definiciones simplistas e inveteradas que hacen de ella el mero producto intelectual y artístico de la elite o la manifestación de la humanidad en sentido antropológico, este ensayo pone el foco en la dimensión colectiva de los fenómenos culturales, es decir, en la relevancia social que, con independencia de consideraciones personales, nos involucra a todos, pues ¿qué sentido tiene si no nos ayuda a pensar y hacer posible un mundo mejor? Mediante un diálogo con las principales obras de referencia en la materia, Monegal interpreta la cultura como actividad intrínsecamente política e indisoluble de nuestro lugar y nuestra intervención en el mundo, pero sobre todo como bien común de primera necesidad para enfrentarnos a los retos de la existencia.

 

EL TEXTO

 

            “Los que nos dedicamos a las artes y las humanidades cultivamos un saber más o menos antiguo, polvoriento, prendas de ropa y retales en desuso para ver si, con algunos retoques y alteraciones, combinando elementos diversos, podamos volver a ponerlo de moda, producir nuevas indumentarias que puedan servir para vestirnos hoy, porque seguimos desnudos frente al mundo”.



domingo, 15 de junio de 2025

Rodrigo

            Ha fallecido Rodrigo González González, Rodri, trabajador de la Universidad de León, un ser comprometido con todas las causas justas, amigo de cuantos le hemos estimado y cascarrabias de profesión. Le recordaremos y perdurará en nosotros mientras nosotros perduremos.


            La pérdida de Rodri no es menor para la institución donde trabajó durante tantos años. Es una parte más de la memoria que se pierde y que nunca acaba de ser contada acerca de aquel momento fundacional de la universidad leonesa. Desaparecieron ya otras piezas importantes para reconstruir aquel relato, un par de rectores, varios profesores e incluso algún alumno en ejercicio en aquellos años. Sólo quedan las actas frías y notariales, pero se desvanece la intrahistoria que nunca se escribe. A mí mismo se me nublan los recuerdos de entonces y necesitaría contrastarlos con los de otros que pasaban por allí para confirmar su veracidad o no. Con Rodri ya no podrá ser. Ni con Andrés Suárez ni con Justino Burgos ni con Hilario Franco, entre otros. Y mira tú que habría cosas que contar. Cómo fueron aquellas primeras elecciones a Rector, por ejemplo, cuando hubo que enfrentarse a un veterinario militar que presidía la Gestora derivada de la Universidad de Oviedo. Cómo fue el asentamiento del campus y qué intereses económicos hubo detrás de esa decisión. Qué alianzas se establecieron entonces para equilibrar el poder natural de la Facultad de Veterinaria. Son cuestiones que siguen en el aire y que nunca se han querido esclarecer.


            En todos esos asuntos y en otros no precisamente universitarios anduvo Rodri metido, porque era él hombre de meterse en asuntos, de no ponerse de lado, de expresar su pensamiento sin ambages, a pesar de que su acracia le llevara a veces a parecer habitante exclusivo de su propio mundo. No era tal, nunca regateó esfuerzos para unirse con otros. No quedan muchos miembros de esa estirpe. Quizá por ello su muerte nos resulta más dolorosa, en cierto modo morimos con él, aunque eso no fuese de su gusto.


Publicado en La Nueva Crónica, 15 junio 2025

domingo, 8 de junio de 2025

Dulzor

            Dulzor, dulzor, dulzor… Así reza un verso del poema final del libro Tixtos de Melibea que, recitado por su autor, Luis Federico Martínez, llenaba el aire de suavidad y de deleite. Era, es, un poema de amor. Quizá sean esos, el amor y la poesía, los últimos refugios para la dulzura.

 

            Siendo más prosaicos, sin entrar necesariamente en lo mucho amargo que reina a sus anchas, lo dulce se persigue o se condena. En nombre de la salud, se hace desde la medicina. En nombre de la economía, se hace desde ciertas multinacionales. En el primer caso, el azúcar enferma. En el segundo, el azúcar no es rentable. En ambos casos, se anuncian limitaciones y es muy dudoso que el verso de cabecera cupiese en el catálogo de lo correcto en uno y otro ámbito. En el de la salud desde luego que no. Y en el de la empresa que acaba de anunciar el cierre de una de sus azucareras no parece nada oportuno. En suma, queda la poesía.

 

            Dulce y lejana voz por mi gastada, escribió García Lorca. Dulce el fuego de amor, dulce la pena, sentenció Fernando de Herrera. Dulce es la sombra donde todos se unen en una cita universal de amor, consideraba César Vallejo. ¡Oh, quién te amara, dulce vida mía, como mereces tú que yo te amara!, confesaba Lope de Vega. La dulce boca que a gustar convida, describía Luis de Góngora. De este amor infinito que me vuelve dulce y hermosa, firmaba Alfonsina Storni… Todo un inventario de dulzores inapropiados para este tiempo.

 

            Un tiempo este en el que, poemas aparte, conviene tener muy presente la memoria inmaterial de esas factorías monstruosas donde se molturaba la remolacha. Escuchar a sus obreros rememorar su historia, sus luchas y sus conquistas laborales es casi un manual poético para enfrentar el porvenir adverso. Recomendamos en tal sentido el documental “Castilla y León, un legado obrero” realizado por la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras. Se encuentra en su web y es muy útil para conocer mejor ese y otros sectores que fueron, son, tan nutritivos como la poesía.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 8 junio 2025

viernes, 6 de junio de 2025

ALEJANDRO ÁLVAREZ: No era imposible

EL AUTOR

 

            Alejandro Álvarez ha sido profesor en varios institutos de Asturias. Ha publicado, entre otros, los libros Educación y sindicalismo de clase. El Sindicato de CCOO de Enseñanza de Asturias (2009) y El médico que no quería morir (Vida y muerte de Lodario Gavela Yáñez) (2017).

 

EL LIBRO

 

            En No era imposible. Crónica del conflicto laboral en Duro Felguera 1989-1999 se relata el largo e intenso enfrentamiento de los trabajadores de la empresa asturiana Duro Felguera frente a su empresa a causa del despido de 232 empleados de la misma, planteando una resistencia sin desmayo desde 1993 hasta 1999 y logrando el triunfo de sus reivindicaciones al alcanzar finalmente una solución para todos los despedidos. Fue un conflicto laboral extraordinario que incluyó, entre otras acciones, una marcha a pie a Oviedo, otra en bicicleta a Madrid, una huelga de hambre de cinco trabajadores durante 52 días, un encierro de 318 días en la torre de la catedral de Oviedo y otro de 75 días en el Ayuntamiento de Langreo. Fue un ejemplo de lucha en defensa de los derechos laborales y los puestos de trabajo como pocos ha habido en la historia de España y de Europa.

 

EL TEXTO

 

            “…para recordar, satisfechos, que hubo un tiempo en que le echaron un pulso a una gran empresa, la Duro, y al Gobierno asturiano, y, en buena medida, les torcieron el brazo y se ganaron el derecho a una vejez digna y llena de recuerdos que los llenan de orgullo”.

 


domingo, 1 de junio de 2025

Cárceles

            La repetida mención a asuntos carcelarios en todo tipo de medios de comunicación confirma que las cárceles forman parte importante del decorado de esta edad histórica. Siempre han estado ahí, pero veníamos de un tiempo de supuesta bonanza, se hablaba menos de ello y, además, los establecimientos penitenciarios habían evolucionado a mejor. No en todas partes, ciertamente, y quizá sólo en apariencia. Pero la actual y dictada necesidad de seguridad, la difusión del caos exagerado como paisaje cotidiano y, con toda probabilidad, la multiplicación de formas de delincuencia, han situado las cárceles y sus miserias en primera página. Tanto da que se encargue de ello el señor imperial con sus películas de Alcatraz, que lo haga Bukele con sus campos de concentración salvadoreños o, más recientemente, Macron con sus ideas de resucitar el modelo Papillon, es decir, la construcción de presidios de alta seguridad en la Guayana. Aun con todo eso y más, la cárcel por antonomasia en estos momentos se llama Gaza.


            Frente a todo ese despliegue penal, sólo cabe oponer, para respirar, las cárceles de amor poéticas, esto es, cuanto la literatura es capaz de ofrecernos para pensar el mundo de otro modo, ya que el mundo parece más bien poseído por el odio. Con ese título, Cárcel de amor, firmó Diego de San Pedro una novela sentimental en 1492, donde narraba la historia de amor entre Leriano y Laureola, entreverada evidentemente por el sufrir amoroso, la manipulación y la honra. El mismo título le dio a su libro de poemas Amalia Bautista en 1962. O, en fin, yendo mucho más allá y rizando el rizo, por qué no apurar la imagen anticarcelaria y detenernos en La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre, que es adonde queríamos llegar. Pensando al menos que se trata de una disyuntiva donde hay que elegir y tomar decisiones para situarse frente a la realidad, sin entrar necesariamente en la mística sentimental del poeta. Siendo seres corrientes sin más, aunque con un poco más de humanidad.


Publicado en La Nueva Crónica, 1 junio 2025