Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 17 de noviembre de 2024

Jornada

            La coincidencia de noticias, más que importantes, acerca del desastre de Valencia y la resurrección del monstruo norteamericano ha relegado todo lo relativo a la negociación sobre el futuro de la jornada laboral. También es cierto que una negociación tan prolongada y sin visos aparentes de acuerdo, como venía siendo ésta, acaba desplazando de los titulares, por importante que resulte el asunto, al más pintado. Sin embargo, algo se le puede añadir aún.

 

            Por ejemplo, bueno es recordar que la regulación actual de la jornada laboral en 40 horas semanales viene de lejos, de muy lejos. En concreto de 1919 cuando la huelga de La Canadiense culminó con, entre otros éxitos, la implantación por ley de la jornada de ocho horas diarias. Más de un siglo en el que la historia ha cambiado y continúa cambiando bastante, lo suficiente al menos como para revisar aquella conquista del movimiento obrero. Bien es cierto que, vía convenios u otro tipo de acuerdos, determinadas empresas y determinados sectores se regulan hoy con un patrón menor, pero la ley sigue siendo la ley. De ahí que su evolución resulte más que oportuna, también por esto último, es decir, porque de hecho ya la evolución existe, aunque de modo desigual, algo que acaba provocando agravios. En fin, a nadie se le ocurre pensar que la España de hoy es la de principios del siglo XX. A nadie salvo a la gran organización empresarial, modelo de vanguardia social, que ya ha confirmado que eso, lo de evolucionar, no va con ellos. Va con los alemanes, parece ser, donde, por indicar otra muestra, se ha puesto a prueba la jornada laboral de 4 días a la semana y el resultado dice que el 73% de las empresas solicitan no volver a la pauta anterior. Algún provecho habrán observado.

 

            Verdad es también que España no es Alemania. Quizá por eso las grandes empresas alemanas se movilizaron para frenar el voto ultra en las últimas elecciones europeas, mientras que por aquí, en cambio, un movimiento semejante ni se produjo ni se le espera.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 17 noviembre 2024

domingo, 10 de noviembre de 2024

Solidaridad

            Al final siempre nos redime la solidaridad, tanto da que se trate de los efectos de una riada monumental como del cáncer de mama.

 

En ello ponen énfasis los medios de comunicación y el común de los mortales nos hacemos eco miméticamente, sin mayores consideraciones. Más aún si los titulares se encargan de destacar que es ésa una de las cualidades más notables de estas tierras y de estas gentes, de este país confuso y confundido: todos en procesión con un rastrillo para quitar barro o vestidos de rosa para participar en una carrera con la que recaudar fondos para la investigación. Todos con la conciencia tranquila -otro tópico- y en paz, cargados de razones una vez más para cuestionar las insuficiencias de lo público y criticar la acción de los gobiernos, pero comulgando con quienes provocan esa insuficiencia o con quienes yerran directamente. O, peor todavía, con quienes se mofan de lo público y desdeñan el gobierno de lo común.

 

            Tan codificadas tenemos en nuestros genes la caridad y la misericordia cristianas a base de décadas de predicación perpetua que no hay escapatoria. Como mucho, lo vestimos con un ropaje que nos parece más laico, incluso hasta más comunista, lo solidario, aunque mantenemos los mismos esquemas que la catolicidad nos ha grabado a fuego en nuestras almas perecederas. Por eso mismo se nombraron así, Solidaridad, los sindicatos católicos polacos o la rama laboral, por llamarlo de algún modo, de uno de nuestros partidos de extrema derecha. Anda que no saben…

 

            Yo estoy en contra de la solidaridad y a favor de la justicia social, lo cual no quiere decir que renuncie a mis obligaciones con otros indeterminados cuando así lo exigen las circunstancias. No otro es a mi modo de ver, sólo a mi modo de ver y al de quienes quieran coincidir, el planteamiento, así en la catástrofe como en la enfermedad. Rastrillos y camisetas son paños calientes, una fórmula light y prêt-à-porter del compromiso social, aunque transitoriamente ocupen portadas y reciban elogios.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 10 noviembre 2024

domingo, 3 de noviembre de 2024

Minas

            El eco de las minas no concluye, pero se desordena. Después de un tiempo de postración tras el fin definitivo de toda la actividad minera, su memoria material e inmaterial bulle sin orden ni concierto y hay una pugna encubierta por convertirse en centro de la misma. Se trata de encontrar un relevo económico que nunca será tal en su magnitud, aunque posiblemente no haya otro a corto plazo. De ahí que municipios de todas las cuencas, de acá y de allá, con ayudas de administraciones o sin ellas, persigan con mayor o menor éxito convertirse en foco de atracción turística y cultural.

 

            Enumeraré las iniciativas que conozco y seguro que alguna olvido: el Pozo María en Caboalles de Abajo, en fase de convertirse en Archivo de las familias mineras; el Pozo Julia y todos sus anexos en Fabero, declarado Bien de Interés Cultural en 2021; el Museo de la siderurgia y de la minería de Castilla y León en Sabero; el Museo de la Energía (Fábrica de la Luz) y la Térmica Cultural en Ponferrada; el Centro de Interpretación de la Minería en Barruelo Santullán (Palencia); y la Fundación Cultura Minera y museo en Torre del Bierzo. Recientemente han anunciado que se sumarán a esta lista el Instituto de Estudios Sangre Minera con un nuevo museo en La Robla y el Pozo Herrera I en Sabero que, al menos en otra onda, aspira a ser un Centro de investigación sobre la biología de la Cordillera Cantábrica.

 

            Dicho todo esto y sin cuestionar ninguno de esos proyectos, sólo cabe preguntarse si hay alguien al timón. Y se me ocurre responder que esa labor le corresponde, hoy por hoy, a la Consejería de Cultura y Turismo que, en lugar de estimular la competencia vía subvenciones, como hace así mismo la Diputación Provincial, debiera más bien cohesionar todas esas ideas, armonizarlas y abrazarlas, junto a otros enclaves relacionados y otras colateralidades, con una única etiqueta: paisaje cultural minero. Urge esa dirección, liderazgo, coordinación o como se le quiera llamar. Colegiada y participada, eso sí.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 3 noviembre 2024

jueves, 31 de octubre de 2024

BRUNO ESTRADA: Rumbo a Catay

  

EL AUTOR

      Bruno Estrada es economista, coordinador de la Secretaría General de CCOO y director adjunto del curso de Relaciones Laborales de la UNED. También es presidente de la Plataforma por la Democracia Económica, miembro del consejo editorial de CTXT y de la Revista Temas. Es autor, entre otros libros, de La revolución tranquila, 20 razones para que no te roben la historia de España y 1968, el año de las revoluciones rotas.

 EL LIBRO

      Rumbo a Catay es una novela de género negro, pero que a la vez ofrece una lectura como libro de viajes y de lujurias. En cierto modo, es también un libro de saberes, tal y como comenta el periodista Rafael Fraguas: la novela, más allá de su trama, “es un retablo de una legión de saberes y experiencias vividas, desde las náuticas a las tecnológicas o las relacionadas con la ingeniería financiera. Todas estas y muchas otras afloran en el texto con una transparente naturalidad que, pese a su complejidad, el autor sabe hacerlas cercanas, comprensibles y llevaderas, sin permitir al lector que pierda un minuto en distraerse del galope tendido al que la novela le guía".

EL TEXTO

     "Sofía tomo conciencia, por primera vez en mucho tiempo, de que era ella quien debía tomar las riendas de su vida. No quería abandonar a Olmo. Decidió permanecer allí viendo cómo el Turko desparecía bajo las aguas, acompañándole en su último viaje. Tal vez sí llegará a Catay".


 

domingo, 27 de octubre de 2024

Lámparas

            Mi amigo Hilario Franco diseñó lámparas y las construyó artesanalmente para conjurar la primera guerra de Irak, aquella madre de todas las batallas según la calificó Sadam Huseín o aquella tormenta del desierto en versión promocional y militar por parte de los Estados Unidos. Frente a esas dos estridencias, Hilario nos regalaba lámparas que fabricaba con sus manos refugiado en una cueva del Sacromonte granadino, adonde había llegado como un sefardita desterrado por los Reyes Católicos tras su expulsión de la ciudad de León. Ahora que ya no está con nosotros, cuatro años hace, pienso en cómo reaccionaría Hilario ante tanta locura bélica y tanta demencia política general como las que padecemos.

 

            Pienso en él porque me apena pensar en nosotros mismos y en cómo asumimos con absoluta indiferencia tanta barbaridad e incluso en cómo contribuimos a ella, a veces con votos frívolos, a veces con el pecado de omisión. Hace tiempo que se produjo una especie de dimisión de los deberes de ciudadanía -hay muchas razones que lo explican- y nos convino pensar que de nada sirve cuanto podamos hacer para cambiar el mundo, para modificar al menos mínimamente el rumbo de los acontecimientos. Es decir, la impunidad que criticamos levemente en los otros no deja de ser en gran medida el resultado de ese abandono.

 

            He ahí por eso el caso de Hilario que traigo aquí a cuento en el aniversario de su muerte. Modestamente como él era y con la más absoluta de las humildades, desde su condición forzosa de ermitaño entonces, fue repartiendo llamas que iluminaron los hogares de su círculo de amistad, y desde ahí a otro círculo y a otro y a otro… hasta apagar con esos fuegos familiares el infierno exterior. Nos demostró así que no es necesario llevar a cabo grandes acciones para ser rebeldes y que, por otro lado, también una pequeña dosis de arte continúa siendo crucial para transformar la vida. Y lo que está claro es que ese fulgor suyo sigue luciendo en todos y cada uno de cuantos mucho le amamos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 27 octubre 2024

domingo, 20 de octubre de 2024

Territorios

            En materia territorial, casi como en todo, lo fácil es ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. Hace días, con motivo de eso que llaman fiesta nacional o lo que sea, el presidente Mañueco reivindicaba ufano los principios de igualdad y solidaridad entre las personas de todos los territorios [de España]. Sabemos de dónde procede ese cantar, a propósito de qué viene y para qué suena. Lo que Mañueco no dice, ni otros que hablan así mismo de diferencias injustas entre territorios, es que la igualdad y la solidaridad bien entendidas empiezan por uno mismo.

 

            Sin referirnos a lo de León y Valladolid, que es lo manido, si resulta que la brecha entre el municipio leonés con una renta más alta y el que la tiene más baja es de 30.000 euros, algo de desigualdad y de poquita solidaridad existe y, además, son sostenidas. Es lo que pasa entre Santa María de Ordás y Villamoratiel de las Matas, por citar los extremos de los datos publicados por la Agencia Tributaria en materia de rendimientos del trabajo. Naturalmente, solo una fiscalidad equitativa y progresiva puede combatir esas diferencias, aparte de otro tipo de inversiones públicas y privadas que se orienten hacia el futuro.

 

            Pero no, porque en esto último, me refiero a lo privado, se produce otra competencia entre territorios amparada desde lo público. Es esa costumbre extendida de que las empresas se domicilien fuera del lugar donde ejercen su actividad para cotizar a la baja y hacerlo, claro, lejos de donde hay que compensar los beneficios. La última en hacerlo ha sido la célebre FASA-Renault que se ha ido a vivir a un chalé de Alcobendas. Tampoco de esto habla Mañueco, no vaya a ser que se enfade con él la señorita.

 

            No obstante lo anterior, conviene saber también que la recaudación de Hacienda en lo que va de año creció en la provincia leonesa un 10,8%, mientras que en la Comunidad lo hizo sólo en un 3,5%. Sin embargo, el impuesto de sociedades, el puramente empresarial, se contrae un 6,9%. Un 10,2% en León.


Publicado en La Nueva Crónica, 20 octubre 2024

domingo, 13 de octubre de 2024

Ganado

            Escuché hace unos días al ministro Puente confesar su satisfacción por el rendimiento de los nuevos trenes Ave, Avril, Avlo, Talgo o como quiera que se les llame. Tantas son sus denominaciones como su colección de martirios para quienes en ellos viajan. De hecho, lo que más le entusiasmaba era su capacidad de almacenar viajeros, hasta 500 parece ser, no importa en qué condiciones, porque así, afirmaba, se responde al número ascendente de usuarios del ferrocarril. Hay que crecer en infraestructuras, es la consigna, aunque sean siempre las mismas. Porque en el fondo de poco sirve ampliar los establos de Atocha y de Chamartín, cuando en realidad hay que aliviarlos. Y de poco también amontonar viajeros y servicios si la red no da para más. Esa dichosa red radial que habría que liquidar de una vez por todas y que es la verdadera razón del caos y del embotellamiento en esos transportes de ganado: que no se nos obligue a abrevar en Madrid o en Valladolid para alcanzar cualquier destino, incluidos los más próximos.

 

            No, no hay que crecer en lo de siempre, hay que dispersar, descentralizar, esparcir o como quiera que se le llame. Y hacerlo no por razones nostálgicas, como hay quien proclama, ni por rellenar vaciamientos que no se resuelven así. Hay que hacerlo por eficacia y por rentabilidad. Es decir, menos congestión y más digestión. Eso obligará a invertir en la recuperación de líneas que fueron exterminadas en aquellos años donde lo que prevalecía por encima de todo eran las autovías y sus dichosos cacharros que hasta aquí nos han traído. Eso supondrá, pues, rescatar cuanto antes líneas como la Ruta de la Plata, la que une Madrid con Burgos por Aranda de Duero, la Valladolid-Ariza, la Soria-Castejón o el corredor entre Santander y Levante, por poner algunos ejemplos sonoros de lo que fue el genocidio ferroviario. O potenciar trayectos transversales venidos también a menos. Entonces sí podrá el ministro sentirse satisfecho y presumir de tal en lugar de hacerlo de pastor.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 13 octubre 2024

domingo, 6 de octubre de 2024

Callejero

Las ciudades se reconocen también por sus calles, por algunas de sus calles al menos, a pesar de la contaminación de franquicias y otros clones comerciales y hosteleros que tienden a igualarlas. También comparten, por lo general, un mobiliario urbano poco diferenciador en su estilo. Sin embargo, se distinguen, por ejemplo, gracias a sus callejeros, donde se suelen encontrar referencias locales, o no tanto, que esta vez sí que las personaliza de algún modo. En el caso de la ciudad de León esa personalidad es más que mejorable.

 

            No lo digo solo porque su mapa de nombres continúe incumpliendo la Ley de Memoria Democrática del año 2022 (y la de 2007, que ya llovió), lo cual empieza a ser una aberración, sino por la tendencia a vestir sus calles con un sesgo más que tendencioso. Basta con observar las decisiones adoptadas en esta materia recientemente: una calle para la policía nacional, un rincón para un ecónomo de la iglesia católica y un tramo al norte de la fachada de San Marcelo para la Hermandad Sacramental de Santa Marta y de la Sagrada Cena.

 

            En el primero de los casos, no discutimos los méritos de la policía, o tal vez sí, porque todo depende, pero llueve sobre mojado si recordamos que también le hemos entregado otra vía a la guardia civil, otra al ejército del aire y así sucesivamente. Puestos a reconocer a los empleados públicos, ¿por qué no una calle para los profesionales de la enseñanza, para quienes limpian nuestras basuras o para quienes nos cuidan? ¿no se lo merecen tanto o más que los uniformados o se trata de facticismo? Y en cuanto a lo católico, apostólico y romano, obvian los comentarios.

 

            En suma, el callejero describe a la perfección el rostro inmaterial de nuestras ciudades, lo que no se ve pero se vive, y, además, constituye en muchos casos toda una declaración política. Por lo que hace a la ciudad de León parece evidente que ese rostro es más que arcaico y que esa política no es desde luego socialista, como se tilda a sí mismo su equipo de gobierno.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 6 octubre 2024

domingo, 29 de septiembre de 2024

Bonanza

            A pesar de cuanta hostilidad nos rodea y de cuanto dicen que se avecina para el próximo mes de noviembre, me asombra encontrarme todavía con seres digamos que optimistas que aventuran un futuro de bonanza. El último de ellos es un predictor, Dimitris Dimitriadis, que acaba de publicar un libro subtitulado Una perspectiva esperanzadora sobre el futuro de la humanidad. En paralelo, el actual ídolo del pensamiento mundial, Byung-Chul Han, acaba de dar a luz un ensayo sobre la mente esperanzada, titulado precisamente El espíritu de la esperanza.

 

Es verdad que el tono cenizo o ceniciento que tiñe cualquier reflexión sobre la actualidad y sobre esta nueva edad histórica las oscurece más aún y seguramente nos conduce a equivocación. Siempre hemos querido aventurar si los que nos vendrán serán buenos o malos tiempos, es un ansia antigua que reverdece ahora con fuerza a causa de la incertidumbre y de los miedos. Por eso es bueno estar atentos a nombres y mensajes como los antes citados. Se cuenta, por ejemplo, que la esperanza de vida aumentará más de 40 años en esta centuria; y que, entre 1910 y 2009, los españoles viven, de media, el doble que sus antepasados. Quizá haya que convenir que los nuestros son unos buenos tiempos, o no tan malos como aparentan, y habrá que desempolvar, para celebrarlo, aquel viejo disco del ya decadente Elvis Presley, Good times, que no escuchamos desde hace décadas. Casi desde su publicación, allá por 1970, cuando todo era tan hippy todavía.

 

            Aun con todo, no es fácil abonarse a la bonanza, no encaja precisamente con esos discursos del miedo con los que tanto nos castigan y que tanto nos desazonan. Sin embargo, recuerdo a veces la novela El desmoronamiento, de George Packer, que traslada a la ficción el declive de la sociedad americana. Pues bien, dice Packer que “cada vez que intentas agarrarte a algo sólido, se derrumba. El tejido social se deshilacha (…) Aunque la situación es oscura, hay luces que brillan. Es gente que mantiene la luz encendida”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 29 septiembre 2024

sábado, 28 de septiembre de 2024

XV Premios Diálogo

       Buenas tardes y muchísimas gracias por acompañarnos en este acto que es más que notable para la Fundación Jesús Pereda de CCOO de Castilla y León. No es que nuestra vida pivote sobre él en exclusiva año tras año, nuestra programación y nuestras tareas son por fortuna amplias y diversas, pero es verdad que también gracias a él recorremos la comunidad, extendemos nuestras redes, cumplimos la función de resaltar valores culturales que en ocasiones pasan casi desapercibidos y nos encontramos con amigos y amigas a quienes mucho estimamos. Así que sí, muchas gracias.

 

       Me gustaría, para empezar, compartir con ustedes un par de ideas que podrán situarnos mejor que cuanto yo diga acerca del sentido de este acto y de estos premios.

 

       Al hilo de las cosas raras que nos ocurren de forma habitual, escribía hace unos meses Pepa Bueno, la directora del diario El País, lo siguiente: “…el diálogo, el contraste de ideas y la búsqueda del bien común son el motor real del futuro de cualquier país. Y hay mucha gente trabajando en esa dirección al margen de quienes más gritan, gente preocupada por la desinformación y el bloqueo de nuestra vida pública. Gente que hace lo que está en su mano: propiciar los lugares de encuentro y el debate sobre los temas de fondo (…) Que el ruido interesado que nos rodea no nos haga perder la perspectiva”.

 

       Y, más recientemente, Máriam Martínez Bascuñán, una importante politóloga, se preguntaba y se respondía a sí misma: “¿Recuerdan la última vez que no votamos contra nadie? ¿En la que no pretendieron movilizarnos para salvar la democracia? Reivindiquemos el noble aburrimiento del diálogo y la persuasión frente a la guerra cultural”.

 

       Bueno, eso es lo que nos trae aquí esta tarde: la celebración del contraste de ideas, del bien común, del encuentro y del debate, de la persuasión y del aburrimiento del diálogo. ¡Qué cosas! ¿Quién nos iba a decir, hace quince años, cuando estos premios vinieron a la vida y les dimos ese nombre, Premios Diálogo, que tal término iba a requerir tanta reivindicación y defensa? Diálogo, que era algo común para nosotros, sobre todo tratándose de un sindicato, junto a movilización y acuerdo; diálogo, que es la antítesis del monólogo, del monólogo onanista en particular; diálogo, que hasta daba nombre a un programa de radio del que tanto aprendimos, Diálogos 3, ¿lo recuerdan? En fin, ¿qué vamos a decir ahora, cuando hemos vivido, vivimos, su contrario, es decir, el odio y la falsedad en los discursos, en las políticas que los aplican y en nuestro ser cotidiano? Está claro, no hay otra opción que perseverar, que es una señal de quienes generan cultura día a día, calladamente, con humildad y con tesón. Como las personas y colectivos premiados a quienes hoy honramos en este acto.

 


       Premiamos a través de ellas el progreso cultural en nuestra Comunidad Autónoma, un progreso con acento necesariamente social, con voluntad crítica y con perspectiva de género, pues no de otro modo lo entendemos en nuestra Fundación y a ello responde también nuestra programación del día a día. El pasado año, para que se hagan una idea, llevamos a cabo un total de 60 actividades con las que llegamos a 19 localidades, grandes y pequeñas, de estas provincias nuestras, más Gijón y Madrid. De todo ello encontrarán fiel testimonio en nuestra página web, les animo a que se asomen a ella. De tal forma que siempre solemos presumir, y creo que hay que hacerlo, de que, si exceptuamos a la Consejería de Cultura, con todos sus medios a cuestas, ninguna otra entidad se dispersa de ese modo en el territorio como una lluvia fina y sostenida. Nos cuesta esfuerzo, pero nos produce satisfacción y nos regala, lo decimos con la debida modestia, reconocimiento. Lo que también representa reconocer el trabajo que el sindicato hace en este sector, siempre insuficiente con toda seguridad.

 

       Esa cualidad itinerante y titiritera de la que les hablaba es lo que nos permite encontrarnos con gentes extraordinarias y es lo que permite así mismo ampliar nuestro catálogo de personas y entidades premiadas, todas ellas sobresalientes, cada cual en su ámbito singular. De hecho, lo podrán comprobar esta misma tarde. Por el escenario pasará el folklore, la investigación etnográfica, la defensa del patrimonio, los juegos tradicionales y el compromiso con la igualdad desde los medios de comunicación. Esto último es una novedad este año. Nos parecía que, junto a las categorías que habitualmente premiábamos, era oportuno en los tiempos que corren reconocer el trabajo que algunas personas, más de las que pensamos, llevan a cabo con auténtica militancia ética a la hora de informar.

 

       Así es como hemos llegado esta tarde a Salamanca. Ya en otras ediciones habíamos rondado por Ciudad Rodrigo, por el Barrio del Oeste de esta misma ciudad y por Mogarraz. Solemos llevar siempre la ceremonia de entrega a aquella localidad en la que reside la persona premiada a título individual. O cerca. Tan sólo Palencia y Soria se nos han caído del mapa hasta ahora, y muchos saben aquí que me duelo por ello, pero estoy seguro de que llegarán a esos destinos en el futuro. Aunque no nos tocará ya a nosotros guiar esa ruta. En cierto modo, este acto es también una despedida para quienes hemos dirigido la Fundación durante los últimos ocho años. El próximo mes de mayo tendrá lugar el décimo tercer congreso de Comisiones Obreras de Castilla y León, lo cual supone que se elegirá una nueva dirección que habrá de determinar la senda venidera de la Fundación, quién la presidirá y cómo se conformará su nuevo Patronato. Por eso quiero dejar constancia aquí de mi agradecimiento a todas las personas que lo han integrado en estos años, sin ellas no hubiésemos sabido progresar. Y aprovecho la ocasión para agradecer el trabajo a mi lado de tres personas que me han sido imprescindibles: María Luisa L. Municio, Ana Peña y Juan Carlos del Pozo. Han sido generosas hasta el extremo. Y, obviamente, le agradezco a mi Secretario General, a Vicente Andrés, que confiase en mí para dirigir la Fundación, espero haber estado a la altura de sus expectativas cuando tomó esa decisión.

 

       No es muy propio de mí ni yo soy dado a ello en estas situaciones, pero permítanme un añadido personal. Así como puedo decir que soy feliz en este momento que me acerca al fin de mi trabajo en la gestión cultural pública, diré igualmente que lo fui en mis primeras andanzas en estas mismas labores. Me remonto al año 1986 en la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, aquella Consejería y aquella Junta, todo tan incipiente, todo tan distinto. El pasado mes de noviembre falleció quien fue Consejero entonces, el profesor Justino Burgos, quien, aunque poco o casi nada se le haya reconocido, merece a mi modo de ver el mayor de los homenajes. Nos enseñó mucho, aprendimos mucho a su lado y no seríamos las mismas personas de no habernos cruzado con él en nuestra vida. Sinceramente, yo creo que él también sería feliz hoy en este auditorio. En algún sentido, casi todo empezó allí y hasta aquí llegamos.

 

       Nada más, muchísimas gracias de nuevo. Y continuaremos dialogando en los bares.

 


Texto leído en la entrega de los XV Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, Salamanca, 27 septiembre 2024