Es verdad, en esta sociedad
líquida donde hemos desembocado valemos lo mismo para un roto que para un
descosido: si el descosido es una contrariedad, el roto es una contrariedad
mayor, pero importa poco.
La
Concejalía de Igualdad, Mujer, Derechos Humanos y Plan de Drogas del
Ayuntamiento de León se ha deshecho, por mor de ajustes y austeridades, de la
figura y de la persona de su agente de igualdad, es decir, de quien aplicaba de
modo profesional la perspectiva de género en la actividad municipal y para toda
la ciudadanía. En su lugar, serán las personas encargadas del programa de
drogodependencia quienes lleven a cabo esa tarea.
Algo
parecido ha acordado la Junta de Castilla y León, a través de su Consejería de
Familia, cuando piensa en unificar en una sola red los servicios de información
juvenil y de igualdad con oficinas únicas provinciales. Lo anunció la Consejera
Milagros Marcos el 3 de febrero al Consejo Regional de la Mujer, en este caso
para optimizar recursos y aprovechar
sinergias según sus propias palabras. Esto
es así porque al parecer han detectado -¡qué cosas, precisamente ahora!- que la
información requerida por mujeres y jóvenes coincide en el 90 por ciento de los
casos -emancipación, empleo y vivienda- y que el 60 por ciento de los jóvenes
usuarios son mujeres.
No
es éste un fenómeno nuevo, sin embargo, y casi seguro que crecerá en los
próximos tiempos. De experiencias pasadas podrían dar testimonio, por ejemplo,
los trabajadores de la mina, cuyas labores se asignaban antaño a personas y
funciones especializadas y que cada vez más se ejecutan de forma multifuncional
y polivalente. O también quienes se dedican a la enseñanza, obligados más y más
a impartir asignaturas afines no importa el grado de afinidad y de cualificación.
La única diferencia en unos y otros casos aquí expuestos, aparte de la
valoración que a algunos les merece el trabajo concreto y la necesaria
profesionalidad, es que lo que se soluciona con hilo y aguja bien se puede
resolver con un remiendo o una pieza, da igual el resultado.
El
Real Decreto Ley 3/2012, de 10 de febrero, la famosa reforma laboral, va más
allá en todo esto y sólo así se pueden entender, entre otros aspectos, la
descausalización en la práctica de las modificaciones sustanciales de las
condiciones de trabajo o la movilidad funcional, que viene a sustituir las
categorías por grupos profesionales. Se agruparán así unitariamente, dice el
texto, “las aptitudes profesionales, titulaciones y contenido general de la
prestación, y podrá incluir distintas tareas, funciones, especialidades
profesionales o responsabilidades asignadas al trabajador” (se supone que
también a la trabajadora). Lo dicho: lo que vale para un roto vale para un
descosido, el nuevo lema de la anti-competitividad.
Mas
no neguemos la evidencia y razonemos. Es cierto que entre funciones, tareas o
asignaturas existe un campo de intersección que puede y debe ser aprovechado.
Sin ir más lejos y si se me permite este protagonismo, una Licenciatura en
Filología Hispánica habilita para impartir clase de Lengua Española. Podría
impartirla también en un momento dado de Latín, de acuerdo con los actuales
currículos y con la formación que recibimos en el Bachillerato antiguo y en la
Universidad. Pero no ocurriría lo mismo con la Lengua Francesa, por más que una
y otra sean lenguas románicas y la cursáramos siete años en Bachillerato y unos
cuantos más en la Universidad; a no ser que quisiéramos limitar la enseñanza a
la gramática, y en dudosas condiciones, e ignorásemos que el aprendizaje de una
lengua se hace con el fin de ser usada no tanto como aprendida.
Así
pues, como en este ejemplo, podemos compartir que existe espacio para el mejor
rendimiento de algunos recursos humanos y para lo que llaman productividad.
Ahora bien, siempre y cuando entendamos que se trata de algo circunstancial,
susceptible de acordarse entre las partes implicadas y, desde luego, como una
organización ni óptima ni final del trabajo. Cuestión muy diferente es el
intrusismo, como el señalado en los ejemplos sobre la igualdad, donde lo que
estamos haciendo es despreciar directamente a unas profesionales, minusvalorar
un concepto y unos valores básicos para la vida democrática, y depreciar el
servicio que las administraciones deben prestar a ciudadanos y ciudadanas en
esta materia.
Al
borde de una nueva edición del Día Internacional de la Mujer, el próximo 8 de
marzo, se hace necesario reclamar de nuevo un traje digno para los asuntos de
igualdad que tan mal futuro van a tener en esta crisis eterna. No sirven saldos
ni gangas de ocasión, no valen rotos ni descosidos, no nos conformemos con
arreglos. El lenguaje de la Consejera es muy bonito pero no dice la verdad: la
Consejería de Familia está renunciando deliberadamente a sus competencias. Lo
de la Concejalía del Ayuntamiento es harina de otro costal: sencillamente se
llama indolencia.
Publicado en Diario de León, 27 febrero 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario