Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 21 de junio de 2020

Bicicletas


            Pocos títulos teatrales se han incorporado al caudal del habla corriente con tanto éxito como el de la obra escrita por Fernando Fernán Gómez en 1977: “Las bicicletas son para el verano”. Su popularidad supera con mucho la anécdota de la obra, la cual seguramente gran parte de nuestra sociedad ni conoce ni la vio jamás representada. Aunque, de otro modo, pudieron saber de ella a través de la adaptación que Jaime Chávarri hizo para el cine en 1984.


            El caso es que acabamos de entrar en un nuevo verano de bicicletas. O tal vez lo hicimos ya el pasado mes de mayo al inaugurar la fase 0 de nuestra resurrección, cuando se nos permitió el paseo y el deporte durante una hora diaria y hubo quien se reencontró con la bicicleta con pasión casi olvidada. Incluso hubo quien aprendió a montar en ella directamente en esos momentos, tal fue la fiebre deportiva desatada y la tontería. A partir de ahí, atemorizados tal vez por otras formas de transporte, las bicis ganaron espacio en las ciudades y en el fervor de los individuos hasta el punto de que, sí, algo parecía cambiar en el ambiente urbano. Leo que, de hecho, algunas ciudades sabias, o gobernadas sin más por personas sabias (Bogotá, Milán, Berlín, Valencia…), han decidido mantener activos los carriles-bici que habían ampliado con motivo de la pandemia. También, muy probablemente, porque el 64% de la ciudadanía europea no quiere los niveles de polución anteriores.


            Sin embargo, no he escuchado por estos páramos nuestros algo parecido. Tampoco lo espero. Como de costumbre, levantaría voces irritadas en contra tal y como sucede con todo lo que huele a humillación del automóvil, ese artilugio objeto de veneración y expresión de narcisismo. Quizá por eso mismo tampoco escucho nada acerca de expulsar de las aceras a algunos ciclistas endemoniados y a otros vehículos de la movilidad moderna aún más agresivos. Ser firmes en eso obligaría a buscarles una solución, que por otro lado  es más que obvia, y eso cansa. Tanto como pedalear.


Publicado en La Nueva Crónica, 21 junio 2020

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