Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 17 de abril de 2022

Flores

            Contra lo que difunden el refranero y la religión, tendentes siempre al tradicionalismo, personalmente prefiero las flores de abril a las de mayo. En gran medida, porque sobre abril y sus fronteras he construido parte de la mitología personal a la que todos los individuos estamos obligados a levantar como una identidad propia. Por eso me adorno con capilotes, claveles y muguet.

 

            De la juventud y de las praderas del viejo Riaño, el original, el que precedió a la inundación, me llegaron los capilotes, aunque siempre fuimos y continuamos siendo un poco narcisos sin reconocerlo nunca. Treinta y cinco años después de aquella locura, la celebración de la fiesta del capilote, a medio camino entre lo jubiloso y lo elegiaco, resuena todavía en la memoria y obliga a seguir hablando de aquella barbarie humana y ambiental. La floración del valle fue siempre la antítesis del ahogamiento y en ella persistimos para auto-redimirnos.

 

            Celebrábamos entonces, casi a la par, la revolución de los claveles, que en aquella España de pandereta sonaba a orquesta sinfónica. Me recuerdo todavía paseando por las calles de Braganza en el año 1975, observando de reojo, casi como un héroe, a un pobre soldado portugués que se nos cruzó de frente. Luego, siguieron cenas de amistad y camaradería cada 25 de abril hasta que se fueron extinguiendo con los años, como nos extinguimos todos, salvo la elegancia de los claveles.

 

            Y el muguet, poco común por estos pagos, la flor del primero de mayo, extramuros ya del mes de abril, pero que en él florece blanca, globosa y de suave olor almizclado. Se la conoce también como lirio de los valles. Sirve a los franceses y afrancesados para desear felicidad a quien se la ofrecen en esa fecha. Es hermoso entonces ver las calles llenas habitualmente de gente con su ramillete de muguet en las manos. Como dicen allí, un “porte bonheur” (portador de felicidad), un símbolo adoptado desde el congreso fundacional de la II Internacional Obrera, allá por 1889, que aún nos perdura.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 17 abril 2022

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