Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 7 de agosto de 2022

Sequía

            En aquellos años la sequía se apellidaba pertinaz. Fue un estribillo repetido por el régimen para ocultar su impasibilidad y disimular su falta de acción ante la hambruna de aquella década. Hoy las investigaciones han confirmado que en realidad sólo hubo un año en la primera posguerra con evidente déficit de agua. Echar balones fuera siempre fue muy propio de las derechas simples y extremas y lo sigue siendo. Basta con atender a esa alusión tragicómica al ecologismo radical para darle la espalda a la gestión cruel de los incendios. Basta escuchar a los autárquicos de nuestros días para convenir que no ha habido evolución en ellos ni la habrá. ¿Y en nosotros?

 

            Pero la sequía existe en verdad y va y viene y se enseñorea de cuando en cuando de esta tierra de conejos. No debiera, pues, provocar asombro sino inducir previsión, como quien sabe que habita un espacio sísmico y establece mecanismos de anticipación y de alerta. No sucede así en esta paramera. No sucede porque la civilización es el agua y la humedad, mientras que lo contrario es fiarse de la providencia sin más. ¿Cuántas piscinas particulares más hay desde el último episodio de sequedad? ¿Cuántos campos de golf? ¿Cuántos regadíos extraviados? ¿Cuántos acuíferos exprimidos?

 

            Por algo la leyenda situó el paraíso entre dos ríos y no en una tierra yerma, por algo respiramos al atravesar en dirección norte los túneles del Negrón o de la Perruca y descubrimos que orvalla, por algo el sonido del agua nos amansa. Reconocemos en todo ello nuestra cualidad primitiva de seres acuáticos, un besugo por aquí, una estrella de mar por allá, un tul de posidonias por vestido… En cambio, el sol, el estiaje y el agostamiento repetido, aparte de irritarnos y alejarnos, nos amojaman, hacen de nosotros carne seca, sudor y sal, una contra-evolución de la especie. Leamos, al menos para refrescarnos, a Juan Ramón Jiménez: “Quisiera que mi vida / se cayera en la muerte, / como este chorro alto de agua bella / en el agua tendida matinal”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 7 agosto 2022

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