Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 7 de septiembre de 2025

Desarraigo

El desarraigo es, seguramente, una cualidad de esta edad histórica. Es lo contrario a las nociones de cercanía, proximidad, ciudadanía, comunidad… Lo opuesto a vecindad. En nuestro tiempo, al contrario de las ideas anteriores, prevalecen todo tipo de movilidad y desapego alimentados a través de la globalidad, de las migraciones, del turismo desquiciado, de la ubicuidad económica, de la fluidez financiera, de la precariedad laboral, de las deslocalizaciones empresariales… Todo es desarraigo. Incluso un partido de la liga de fútbol española se jugará próximamente en Miami.

 

El desarraigo es también consecuencia del destierro de las personas, cuyos motivos son diversos, aunque en general tienen mucho que ver con lo antes dicho. En numerosos casos, la raíz, el arraigo que perdura, es el recuerdo, el paisaje que fue nuestro en el pasado, las casas de quienes nos precedieron, las fiestas estivales a las que regresamos, las historias que nos contaron, la memoria que todavía permanece. Todo eso es emoción y está bien y es vital, pero la distancia impuesta nos aleja del territorio y de la realidad corriente de esos espacios que se han vuelto remotos. Es decir, perdemos algo así como la carta de vecindad, aquel título que se concedía a quienes eran reconocidos como vecinos. Y de ese modo también nos abandonan derechos y deberes, por más que en ciertas épocas, en los veranos pasajeros de la vida, nos creamos en su pleno ejercicio.

 

            Algo así se ha observado en el drama de los fuegos del pasado mes de agosto. Efectivamente, hubo y hay en ellos abandono, vacío, despoblación, envejecimiento, liquidación de formas de vida, aparte de otros asuntos de gestión en los que no entro. Pero no ignoremos el desarraigo. Lo explica bien el saber popular: uno es de donde pace, no de donde nace. De forma que, si restamos lo emocional, muy importante, qué se puede esperar en estos tiempos de una población obligada a ser errante, urbana y muy poco apegada a ningún suelo. Ni al de nacer ni al de pacer.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 7 septiembre 2025

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