Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 14 de septiembre de 2025

Suciedad

            Las calles de la ciudad donde vivo lucen suciedad. Sus barrios la lucen. Porque, no obstante, siempre hay una reserva con mayores cuidados para que adorne el fondo de los selfis que se hacen quienes nos visitan. Se argumenta desde la autoridad competente que no llueve y que por tanto no hay una limpieza natural, llevamos meses sin unos buenos chaparrones. Es un argumento pueril, evidentemente. Lo mismo podría decirse, con esa lógica, de los incendios: la culpa fue de que no llovió. Sobran explicaciones.

 

            Pero no, mi argumento es otro. La ciudad donde vivo es un lugar vanguardista. Su mugre enlaza directamente con la grasa que, de un lado, habita en el lenguaje público y con la sordidez que, de otro, se enseñorea de los usos políticos aquí y allá. Y mucho peor aún: de sus consecuencias. Durante un tiempo estuvo de moda lo basura: vuelos basura, televisión basura, hipotecas basura, pensamiento basura… Hoy la basura lo llena todo. Por eso la ciudad donde vivo está sucia. Porque es una ciudad a la moda, al día, a la altura de las circunstancias. Y sus habitantes, que debemos de ser un tanto guarros para qué nos vamos a engañar, somos felices porque estamos de acuerdo con lo que se lleva, con lo que se predica, con lo que se vende. Me refiero sobre todo a los habitantes de las terrazas y centros de esparcimiento y a los titulares de esos negocios. Esos sí que son auténticos enclaves de progreso astroso.

 

            Dicho esto, es verdad que no nos vendría mal que lloviera, a cántaros a ser posible, como entonaba Pablo Guerrero en tiempos un poco más aseados, para limpiar no sólo esta ciudad desaliñada, sino también el lenguaje grosero, las formas zafias y sus mayores excrecencias: la guerra y la liquidación de los pueblos. Que cayeran chuzos de punta sobre algunas cabezas, no nombraré a ninguna, pero ustedes ya saben, sobre algunas mentes obtusas, sobre los violentos. Quizá la lluvia, que siempre tiene algo de terapéutico, nos pudiese liberar de toda esta inmoralidad insoportable.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 14 septiembre 2025

domingo, 7 de septiembre de 2025

Desarraigo

El desarraigo es, seguramente, una cualidad de esta edad histórica. Es lo contrario a las nociones de cercanía, proximidad, ciudadanía, comunidad… Lo opuesto a vecindad. En nuestro tiempo, al contrario de las ideas anteriores, prevalecen todo tipo de movilidad y desapego alimentados a través de la globalidad, de las migraciones, del turismo desquiciado, de la ubicuidad económica, de la fluidez financiera, de la precariedad laboral, de las deslocalizaciones empresariales… Todo es desarraigo. Incluso un partido de la liga de fútbol española se jugará próximamente en Miami.

 

El desarraigo es también consecuencia del destierro de las personas, cuyos motivos son diversos, aunque en general tienen mucho que ver con lo antes dicho. En numerosos casos, la raíz, el arraigo que perdura, es el recuerdo, el paisaje que fue nuestro en el pasado, las casas de quienes nos precedieron, las fiestas estivales a las que regresamos, las historias que nos contaron, la memoria que todavía permanece. Todo eso es emoción y está bien y es vital, pero la distancia impuesta nos aleja del territorio y de la realidad corriente de esos espacios que se han vuelto remotos. Es decir, perdemos algo así como la carta de vecindad, aquel título que se concedía a quienes eran reconocidos como vecinos. Y de ese modo también nos abandonan derechos y deberes, por más que en ciertas épocas, en los veranos pasajeros de la vida, nos creamos en su pleno ejercicio.

 

            Algo así se ha observado en el drama de los fuegos del pasado mes de agosto. Efectivamente, hubo y hay en ellos abandono, vacío, despoblación, envejecimiento, liquidación de formas de vida, aparte de otros asuntos de gestión en los que no entro. Pero no ignoremos el desarraigo. Lo explica bien el saber popular: uno es de donde pace, no de donde nace. De forma que, si restamos lo emocional, muy importante, qué se puede esperar en estos tiempos de una población obligada a ser errante, urbana y muy poco apegada a ningún suelo. Ni al de nacer ni al de pacer.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 7 septiembre 2025

domingo, 31 de agosto de 2025

Voyage

            No hay duda, es salir a la calle, sentir el calor, subir al coche y escuchar la voz de Desireless entonar Voyage, voyage: “viaje más allá de la noche y el día (…) en el increíble espacio del amor…” Así es, ha sido, este tiempo de verano que tiende a consumirse, este año casi de un modo literal, y esparce sus huellas sobre un mapa afectivo que permanece más allá del calendario.

 

No, no fueron destinos elegidos ninguno de esos nombres que parecen de comunión obligatoria, aunque no tengan por qué serlo, no lo fueron ni las aguas de Conil de la Frontera ni los desiertos de Namibia, tampoco el susurro clásico del teatro de Mérida, ni siquiera un festival de música de los que tanto abundan, ni una casa rural ni un parador ni una bodega donde ofrecen catas de vino. Todo lo contrario, Desireless, ella es así, quiso conducir el vehículo, en el increíble espacio del amor, hacia parajes menos selectos, mucho más humildes, seguramente fuera de toda guía turística porque el viaje siempre queda al margen de los espacios trillados, por más que sea difícil escapar de cuanto nos programan. Nos programamos. En ese plan voyage, voyage nos atardeció suavemente en Valderas o nos dio por sentarnos en el jardín de Borrenes antes de que lo rondara el fuego, nos acercamos una mañana al bar de Izagre o paseamos bajo un sol severo sobre las murallas de Urueña, nos acompañó la poesía en un patio de Gordoncillo o tomamos un café en la sombra de un callejón en Ponferrada, nos permitimos el lujo de saborear un fin de semana en Curueña o nos asomamos al concierto de Swing Combo en la Plaza de Santo Martino. Todo eso fue el verano, todo eso fue el voyage.

 

No sé, tal vez con otra música otro hubiera sido el resultado, su elección suele ser decisiva. Al cabo, son las canciones las que nos llevan allá donde acabamos yendo, su estribillo nos conduce y su melodía nos impulsa. Por eso es importante ser selectos con el cancionero y no abandonarse sin más a las músicas de ambiente cuyo rumbo apenas emociona.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 31 agosto 2025

domingo, 24 de agosto de 2025

Frases

            Vivimos de frases hechas, unas con mayor fortuna que otras, con más fundamento, con más pervivencia temporal. El verano, quizá por ser una estación de obligada ligereza, es una época ideal para este tipo de frases que se repiten alegremente o no, depende de lo que hablemos. Por ejemplo: tráfico denso pero fluido (si se trata de viajes por carretera), la mano del hombre (acerca del origen de los fuegos, tan repetida por Mañueco), en agosto frío al rostro (aunque ya no es verdad) o el nacionalismo se cura viajando (evidente gatillazo a estas alturas de la fiebre turística).

 

            A veces, también leemos en verano para encontrar frases con mayor sustancia que nos alimenten más allá de lo simple. Recomiendo Como el aire que respiramos de Antonio Monegal, un ensayo sobre el sentido de la cultura. Ése es precisamente su subtítulo. Observa el autor la “falta de correlación entre conocimiento y moral” al convenir, con el Holocausto como referencia, que la cultura no consiguió superar a la barbarie. Tampoco lo hace en la actualidad ante otros holocaustos, otros genocidios televisados, otros neo-feudalismos. Siguiendo a George Steiner, como hace en parte Monegal, también nosotros podríamos preguntarnos si tiene algún sentido escribir columnas como ésta, si se pueden escribir otras palabras que no sean Gaza, si las herramientas del conocimiento nos salvan en verdad del desastre. Y destaca el propio Monegal que en la actualidad las únicas utopías parecen proceder de la genética, de la tecnología y de la inteligencia artificial. Eso ocurre.

 

            Aún con todo, es verano y conviene detenerse en frases mucho más esperanzadoras que abundan en ese texto. Sin descubrir cuanto de interés habita en las páginas del libro, añadiremos una mención a la importancia de la cultura, ya sea por sus valores elevados, ya sea por su relevancia social: “involucra a todos los ciudadanos, porque es un bien común de primera necesidad, que forma parte indisoluble de la vida de todos, como el aire que respiramos”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 24 agosto 2025

domingo, 17 de agosto de 2025

Canibalismo

            En materia de nacionalismo y de tradiciones, en esa materia que algunos nombran con énfasis ¡España!, cabe preguntarse hasta dónde es posible remontar la idea de nación y el añadido de su tradición. Con gran frivolidad, por ejemplo, se habla de reyes católicos y de reconquista, como si aquella realidad fuese auténticamente española. Y con idéntica frivolidad se habla de tradición cristiana como si de una eternidad se tratara y no hubiese siglos en el territorio con otros credos.

 

            Si todo es distopía a la inversa, ¿por qué no ir entonces un poco más allá en la búsqueda de señales identitarias para mejor conocernos, mejor distinguirnos y mejor identificar a los contrarios? ¿Por qué no remontarse, por ejemplo, a Atapuerca, 5.500 años atrás, donde duermen los restos de los seres humanos más antiguos de la península ibérica y sus tradiciones? El canibalismo una de ellas. Por lo que dicen los arqueólogos, allí se encuentran restos de seres que fueron descuartizados, desollados, eviscerados, asados o cocidos y comidos con absoluta naturalidad. Una tradición culinaria, como quien come gambas al ajillo. Hasta que se deja de hacerlo, supuestamente porque se impone una cultura de la no brutalidad. ¿Es extraño, pues, que pensamos que así ocurrirá un día con la llamada fiesta nacional y que, en consecuencia, los arqueólogos de siglos futuros piensen en nosotros como los de hoy piensan en quienes practicaban el canibalismo? ¿Es extraño pensar que la exaltación de la sangre en semana santa será un día una reliquia como esos huesos violados por los carniceros?

 

            Se dirá que exagero y diré que es verdad. Pero no es menor exceso que el de todos esos hiperbólicos ultranacionalistas a los que soportamos estoicamente y que, además, pretenden gobernarnos. Manipular la historia a conveniencia, canibalizarla en suma, es un mecanismo de poder o una estrategia para conquistarlo. Eso es lo que hay detrás del odio a otras tribus, detrás de lo tradicional a ultranza y detrás de ciertas banderas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 17 agosto 2025

domingo, 10 de agosto de 2025

Señores

A veces veo señores, muchos señores, demasiados señores. Me ocurre con algunas imágenes que ilustran ciertas noticias, pero también con las noticias en sí. Pondré algunos ejemplos con los que compartir mi inquietud por si alguien tuviera a bien explicarme el porqué de todo este señorío y su sentido. Tengo mis tesis al respecto, pero siempre está bien ser discreto y contrastarlas.

 

Observo las dos ruedas de prensa en las que se ha presentado el Día de León en la Feria de Muestras de Gijón: en León 7 señores y en Astorga sólo 4. Repaso la mesa redonda Claves del futuro, celebrada en Ponferrada, que se dedica en esta ocasión a la transición energética, industria y redes: 8 señores. Leo que en la Diputación Provincial de León dos alcaldes sustituyen a dos alcaldesas en virtud de un acuerdo interno del Partido Socialista, de tal manera que el cómputo total de diputados provinciales pasa a ser de 20 señores frente a 5 mujeres. Pocos, muy pocos, espacios institucionales escapan de esta tendencia varonil, tanto da cámaras de comercio, entes feriales, ayuntamientos, consejerías y delegaciones territoriales, diputaciones… Hay una especie de enseñoramiento general en todas ellas. Y eso se ve y se transmite en los medios y crea opinión y expresa dominio.

 

Es verdad que tampoco el mundo está para equilibrios. Pensemos que sólo von der Leyen y Meloni, ejemplos de vasallaje y sometimiento, comparten mesa y mantel con el catálogo de super-señores feudales, belicistas y machotes que maltratan el planeta y a quienes lo habitamos en cualquiera de sus dimensiones. Pensemos que no deja de ser un modelo medieval recreado, cuyo contenido ideológico se encarna, como debe de ser, en la figura de los señores y en cuanto ello significa. Pensemos que lo de León es anecdótico en relación con lo anterior, pero suficiente para reflejar idéntico mensaje en lo doméstico. Pensemos, en fin, que la reacción, cuando no directamente la caverna, es muy poderosa y que lo abarca casi todo. Pensemos y actuemos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 10 agosto 2025

domingo, 3 de agosto de 2025

Lenguas

            No se trata de que el Espíritu Santo nos conceda la facultad milagrosa del don de lenguas para conseguir hablar múltiples idiomas. Nos conformaríamos con hablar bien, con no someternos a ese disparate de lenguaje público, oral o escrito, que arruina la comunicación. Nos conformaríamos con superar ese límite de entre 1.000 y 1.500 palabras que solemos usar los hispanohablantes, sólo un 5% de las que presumiblemente conocemos. Nos conformaríamos con hablar o al menos comprender alguna lengua más que la materna. Nos conformaríamos con respetar y valorar el conjunto de lenguas que se hablan en España e incluso otras no propias.

 

            Esa actitud ante el uso de las lenguas, lamentablemente poco común, se podría fomentar de forma bien sencilla. Bastaría, por ejemplo, con que en la escuela se incluyeran unas mínimas nociones acerca de las otras lenguas de España, lo que permitiría familiarizarse con ellas desde edad temprana, combatir lugares comunes sobre su uso e incorporar a nuestra cultura términos básicos en esos registros, como el saludo, por ejemplo, los diez primeros números o alguna canción. Si, a continuación, los gobiernos acordaran que las diferentes cadenas televisivas autonómicas fuesen de acceso universal y abierto en todo el territorio, se mostraría un pasillo de conocimiento mucho más amplio, aunque sólo fuera para satisfacer un mínimo de curiosidad. Y, por último, si en todas las escuelas oficiales de idiomas se ofertase poco a poco la posibilidad de estudiar gallego, catalán o euskera, mucho cambiaría el paisaje general.

 

            En fin, la Filología hace mucho daño, como puede observarse. Incluso, llegados a una edad, produce delirios como los aquí comentados. Ello no impide reconocer que las lenguas están vivas y esa vida produce por lo general evoluciones hacia nuevas realidades lingüísticas. Si lo pensamos detenidamente, reconoceremos sin gran esfuerzo que al fin y al cabo en el conjunto de esta península y mucho más allá no hablamos otra cosa que un latín vulgar.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 3 agosto 2025

domingo, 27 de julio de 2025

Antifascismo

            Ser demócrata es ante todo ser antifascista. No hay medias tintas. No hay adversativas ni perífrasis ni titubeos. O se es o no se es. Hay otras expresiones y militancias que soportan la gradación, aunque al cabo sean igual de irrespirables: confesarse católico no practicante por si acaso, declararse apolítico o echar gaseosa al buen vino. Pero en materia de principios democráticos el antifascismo es el primer mandamiento, si se peca en eso se peca en todo lo demás. Y luego hablamos.

 

            Pienso en ello al leer la noticia, terrible, de que el gobierno valenciano ha ordenado retirar de la formación al profesorado un curso sobre antifascismo porque “la ideología debe estar fuera de las aulas”. Así nos va y así nos irá de continuar por esa senda claramente ideológica. Paradojas del saber. ¿Cómo se puede hablar de valores democráticos al alumnado si no se les explica cuál es su principal agresor, cómo actúa, cuáles son sus antecedentes históricos, adónde conduce a la postre y quiénes lo encarnan? Por supuesto que es ideología, la democracia es una ideología, qué es si no, ¿una etiqueta sin más? ¿un decorado? ¿una herencia etimológica griega? Hay principios que son principios y no vale comportarse con ellos como un mal alumno marxiano. Sí vale, en cambio, rectificar, ser otra cosa, mudar de traje, pero en tales casos conviene así mismo ser coherente y reconocer lo que se es, no vivir de lo que se fue o de lo que nunca se fue y soportar cuanto conlleva. No disimular. No engañar. No confundir. Por más que las ideologías también evolucionen.

 

            Y ser demócrata, es decir, antifascista, es serlo en todo trance y situación, ya hablemos del contexto político, ya lo hagamos del espacio de lo doméstico. Tampoco en esto último valen disimulos ni trampa ni cartón. Se es demócrata a carta cabal, a cuerpo, sin clandestinidades. Y, en paralelo, eso mismo se exige del antifascista. Son lecciones muy sencillas, ésas que precisamente trata de obviar el ejemplar gobierno valenciano y alguno más.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 27 julio 2025

domingo, 20 de julio de 2025

Odio

            El odio, gran título el de ese libro fallido de Luisgé Martín, que, controversias aparte sobre su contenido y sesgo, es suficiente casi por sí solo para definir esta última temporada borrascosa. Añadámosle, por apurar un poco más el paisaje humano, especialmente cierto paisaje humano masculino, La náusea de Sartre y La peste de Camus. Podríamos decir que, en efecto, la peste del odio produce náuseas. Del mismo modo que el odio, en términos menos literarios, produce seres resentidos o psicópatas. Los primeros, a pesar de que el resentimiento es un tóxico no conciliable con la razón, pueden todavía redimirse de su mal, a veces es suficiente con un momento de lucidez, una caricia, una palabra acertada para hacer luz en un pensamiento herido. Los segundos, en cambio, son ponzoña y no otra cosa extienden alrededor, su único destino es la podredumbre. La propia y la de quienes se sitúan bajo su sombra.


            La literatura, como vemos, siempre ayuda a describir la realidad. Lo que no tengo claro es que consiga transformarla, por más que así lo exclamaran Celaya o Benedetti. No me imagino yo a esas turbas violentas leyendo versos. Quizá es que no se los leyeron cuando todavía era tiempo o acaso sólo les leyeron relatos de hazañas bélicas. O nada. Uno piensa inevitablemente en la niñez de esos violentos que salen de cacería y trata de imaginar cómo eran entonces, qué les hizo ser así desde una edad temprana, cómo nos embrutecemos. Uno se ve a sí mismo dando clase de Literatura y tratando de que entiendan y disfruten En tanto que de rosa y azucena / se muestra la color en vuestro gesto, aunque sabe que ya será inútil y empieza a sentir en su boca, al recitar, algo parecido a la náusea y a la peste: vacío, repugnancia, el absurdo del mal. ¿Quién les explica esto ahora a esos bárbaros? ¿Leerán acaso esta columna?


            No importa, la escritura, sea o no transformadora, sigue siendo imprescindible contra ese odio, contra toda forma de crueldad, de incultura, de idiotez y de ignorancia.


Publicado en La Nueva Crónica, 20 julio 2025

domingo, 13 de julio de 2025

Tubo

            Regresé una vez más al hospital. En este caso para someterme a una resonancia magnética. La sanidad (pública, por supuesto; la privada no haría eso por mí ni de lejos y a lo mejor ni yo podría pagarlo) sigue empeñada en explorar la supuesta mina de hierro que reside en mi hígado y apura todas las posibilidades que la tecnología médica pone a su alcance para conseguirlo. Esa obstinación, que yo agradezco, tiene mucho que ver con dos contingencias propias del actual sistema sanitario: el riesgo del diagnóstico y el poder omnímodo de las máquinas. Una y otra llevan a profesionales y pacientes a una doble encrucijada: el incremento de pruebas especulativas, por un lado, y la justificación (a veces sumisión) ante la inversión tecnológica, por otro. Eso le sucede a mi hígado, creo yo: el hierro vivía en él desde que lo heredó de su madre, pero sólo ahora perseguimos el filón desesperadamente. Tiempo atrás, todo se resolvía con un par de sangrías si los niveles se desequilibraban en los análisis de sangre.

 

            Así que me colocaron unos cascos en las orejas, me introdujeron en el tubo y me sometieron a ejercicios respiratorios amenizados por sonidos impropios de un centro de salud (mental). Más bien parecían salidos de una edición del Monoloco-Fest. Antes, me había tenido que medio desnudar -quédese solo con los calzoncillos y los calcetines: ¡qué imagen!- y me preguntaron si tenía algún tipo de tatuaje, piercing o restos de metralla. Me sentí humillado al confesar que no, que nada de eso, que soy un ser de otro mundo, un clásico venido a menos. También me colocaron una vía en vena por si las moscas, que luego, finalizada la prueba y extraído del tubo crepuscular, sangró lo que quiso a causa del anticoagulante que me han recetado. Esto no es por el hierro, sino por la mala circulación, aunque todo tenga que ver con la sangre y sus derivas. La autodeterminación de la sangre, que es lo que nos ocurre en general a todos: los cuerpos van por un lado y nosotros por otro. O algo así.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 13 julio 2025