Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 30 de marzo de 2025

Bibliotecas

            Sería interesante conocer qué pensaría la inteligencia artificial acerca de la inteligencia natural en situaciones incalificables. Por ejemplo, cómo interpretaría el hecho de que las bibliotecas municipales de la ciudad de León cierren por las tardes, es decir, en el horario, presumiblemente, de mayor afluencia de público. Se preguntaría posiblemente a qué inteligencia natural se le ocurrió tan brillante decisión y su porqué.

 

            Pues bien, se le ocurrió al propio gobierno del ayuntamiento y fue así porque, fruto del llamado proceso de consolidación de empleo llevado a cabo, el personal laboral que atendía estos centros ha sido funcionarizado, supongo que para su bien, y no se contempla para el personal funcionario municipal la turnicidad. Es decir, que trabajan por la mañana. Apurado como está ese ayuntamiento, su cabeza visible al menos, en garantizar que nuestras calles, plazas, rincones y otros enclaves de la ciudad sean copados con los nombres de todas las cofradías del mundo, más alguna que otra reliquia religiosa, y en difundir que todos nuestros males vienen de fuera, no tuvo la suficiente inteligencia natural para prever la catástrofe bibliotecaria. Eso pasa cuando se está a lo que se está. Esto es, a lavar y planchar la banda que lucirán en el pecho con los colores de cierta bandera local en las procesiones que llegarán en unos días. Que eso sí que es cultura y no lo de las bibliotecas. Y quien diga lo contrario miente.

 

            Una inteligencia artificial, hasta la más barata del mercado, hubiera previsto la circunstancia y, con toda probabilidad, habría dispuesto fórmulas para evitar el disparate. Haberlas haylas. Pero como los males todos nos vienen de fuera y el ojo ajeno está lleno de paja, la inteligencia natural no cae en el detalle menor de la viga que habita en el ojo propio, una viga descomunal. Quizá por eso mismo tanto culto y oficio religioso, porque la fe en el ser humano, en ciertos seres humanos, se derrumba con extrema facilidad. Sin hablar de Trump.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 30 marzo 2025

domingo, 23 de marzo de 2025

Viajar

            Cuentan que los aranceles trumpistas golpearán pronto al turismo, esa forma convulsa de viajar casi obligatoria en el modelo de sociedad poscontemporánea. Subirán los precios, se embarrará la libertad de movimientos y ya hay líneas aéreas que empiezan a acusar el golpe. Quizá, ante esa perspectiva, comienza a advertirse un furor desatado por apurar los últimos tragos ¿baratos? en la próxima temporada de semana santa y, a ver si llegamos, en el verano vacacional. Pura y engañosa vanidad.

 

Frente al mapamundi viajero, que es lo que se estila o estilaba, declararé que mis destinos esta semana fueron Salamanca, Segovia y Soria. Obvié Valladolid el jueves y permanecí un día en León. Ayer fui a Ponferrada. Me movieron motivos sindicales, sí, pero también y sobre todo amistosos, sentimentales o familiares. Quizá por esa razón no sonarán como parajes singulares, pero son lugares, entre otros más o menos parecidos, donde habitan aquellos con quienes construimos conversaciones, con quienes trazamos vínculos que tienden a permanecer y con quienes, a veces, lamentablemente, labramos cicatrices que nunca dejan de escocer. La vida, en suma, como es y que nos sale al encuentro si no viajamos hacia ella. Ése, y no cualquier otra frivolidad, debiera ser el imperativo que nos mueve. O no, cada cual, sin caer en la simpleza a ser posible, se hace a sí mismo como mejor estima, aunque yo defienda otras sustancias para la navegación. Además, en ella no hay aranceles ni tasas ni portazgos que la penalicen. Sólo voluntad de encuentro.

 

Se llama viajar, no turismo, que es esa conquista neoliberal tendente, si no lo ha conseguido ya, a hegemonizar también nuestra cultura, nuestra forma de estar en la vida. Es el viaje lo importante y quienes nos esperan en el destino, no el destino en sí ni los selfis ni las bagatelas ni la bisutería ni el relato que construimos para autoalimentarnos de emociones que se desvanecen con el tiempo. Hasta el siguiente episodio. Quizá el último, quizá el definitivo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 marzo 2025

domingo, 16 de marzo de 2025

Anfibios

            Ustedes pensarán lo que quieran, pero nosotros, los anfibios, nos sentimos afortunados. En una temporada esta en la que, cuando se habla de presupuestos, todo se refiere al incremento de los gastos en armamento y en uniformes militares, a nosotros, los anfibios, nos ha tocado la lotería gracias a ese Consejero que, un día sí y otro también, siempre está en el ajo de las noticias y en el resplandor de las televisiones: 350 abrevaderos en la provincia de León, nada menos, van a ser mejorados y mantenidos para nuestra conservación. Bueno, las palabras son un poco más rimbombantes al definir el objetivo: preservación de la biodiversidad terrestre. Pero es lo mismo. Al fin y al cabo, es esos abrevaderos se refugia y se reproduce buena parte de mi especie. Allí, en medio del ganado, que menudo ganado el de hoy en día. Más de 240.000 euros se van a gastar en nuestra supervivencia, ahí es nada, con fondos de esos que llaman Next-Generation EU, que lo mismo valen para un roto que para un descosido.

 

            Ya nos gustaría a nosotros, los anfibios, recibir las mismas o parecidas atenciones que se les dedican a los lobos, a los linces, a los osos e incluso al rey león y a sus ñoñas canciones. No, ni los cazadores ni los ganaderos ni ese Consejero quieren pegarnos tiros porque hemos dejado de ser estrictamente protegidos; ni somos una especie en riesgo severo de extinción que deba ser mimada; ni acuden turistas, que de todo hay, para observarnos con prismáticos cuando salimos de la hibernación; ni ha habido nadie que nos monte un espectáculo musical en la Gran Vía, un Nacho Cano de esos. No, si acaso el único de los nuestros que ganó fama fue Gustavo, el reportero dicharachero, pero hace tiempo que dejó los escenarios y casi ha caído en el olvido porque nadie lo ha colocado como protagonista de un vídeo-juego. No, sólo servimos para controlar plagas de insectos, cositas menores y sin importancia, como bien comprenderán ustedes, formados de sobra en pandemias, calamidades y gotas frías.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 marzo 2025

domingo, 9 de marzo de 2025

Sanidad

            Pues sí, me uniré el próximo sábado a cuantas personas marchen por las calles de Valladolid para defender la sanidad pública. Esa marea, como otras que la precedieron, en ésta o en otras localidades de esta comunidad desdichadamente desvencijada, es la misma que hemos visto en Madrid, en Andalucía, en el País Vasco… Aunque lo de aquí tenga sus peculiaridades, la situación crítica es común y extensa. Es decir, la política de quienes tienen competencia en la materia, los gobiernos autonómicos, muestra elementos compartidos, básicamente la desconsideración con lo público y la fiebre privatizadora. Son dos formas de hacer no exclusivas de la salud, sino que abarcan también a la enseñanza, a los servicios sociales y a todo cuanto huela a bienestar social. No se lleva. Son otras las consignas y, sobre todo, las vamos padeciendo poco a poco, así en el ámbito nacional como en el internacional, en este año mal nacido. Por eso importa tanto la protesta, más aún en la medida en que afrontamos males mayores y la pasividad se convierte en la peor de las enfermedades. Aunque parezca utópico, su remedio está en nuestras manos, comenzando por vencer la frivolidad y las desconfianzas que nos paralizan y rematando con acciones a la ofensiva. Una manifestación, por ejemplo. No es poca cosa. Según está el patio, es hasta un signo de civilización. Además, en mayor o menor, medida todos y todas tenemos razones y conocimiento del asunto como para sumarnos a esa convocatoria, nadie es ajeno a la enfermedad y a sus tratamientos; nadie lo es de los males que aquejan a la gestión sanitaria, cuya responsabilidad creemos a veces y de forma injusta que es de los profesionales, mientras olvidamos a quienes se encargan del diseño y desarrollo de las políticas que debieran cuidar nuestra salud; nadie es ajeno, ni quienes en ello desempeñan su trabajo ni quienes con su trabajo, vía impuestos, soportamos el peso del sistema todo. Buen destino el de esos impuestos e incluso el de la deuda condonada.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 marzo 2025

martes, 4 de marzo de 2025

Defendamos la sanidad pública


            La gestión política de la sanidad pública en Castilla y León se apoya en dos pilares. De un lado, el espectáculo y el marketing, es decir, inauguraciones, ceremonias y premios a cargo generalmente del Presidente Mañueco. De otro, visitas, entrevistas y promesas sobrevenidas que corresponden al Consejero Vázquez. Y así pasa la vida y viene la muerte tan callando. Bueno, verdad es también que, al lado de esas bases tan sólidas, uno y otro sitúan, en cuanto tienen la más mínima oportunidad, al Gobierno central, un tal Sánchez, como principal azote de nuestros dolores, si es que hay alguno que casualmente tengan que reconocer. Todo lo demás es cotidianidad, rutina y trabajo protagonizados con esfuerzo por unos profesionales bastante menospreciados y por cuantos padecemos enfermedad, a ser posible leve.

            Frente a ese paisaje, no debe extrañar por tanto que se sucedan pequeñas o grandes rebeldías de un modo constante. En unas ocasiones les toca el turno a las personas que hacen uso del sistema sanitario, o que desearían hacer uso de él de una manera más digna: se organizan en plataformas, recogen firmas, convocan concentraciones y claman en el desierto. En otras son quienes trabajan en SACYL los que encarnan las quejas, se sienten agraviados, no se les atiende y hacen gala de una paciencia y profesionalidad exquisitas: abandonan o son expulsados de las mesas de negociación, colocan carteles en los centros de trabajo, a veces también se concentran y, por lo general, denuncian la sordera de su contraparte. Los últimos y recientes capítulos conocidos de toda esta insatisfacción son el pago o no pago del complemento por trabajos en sábado, las unidades de ictus y el déficit oncológico. Pero hay más, hay mucho más, aunque se exprese con mayor discreción.


            El próximo día 15 de marzo, convocados esta vez por CCOO y por UGT, una y otra irritación confluirán en las calles vallisoletanas para defender la sanidad pública. Es la misma marea que hemos visto en Madrid, en Andalucía, en el País Vasco… Aunque lo de aquí tenga sus peculiaridades, la situación crítica es común y extensa. Es decir, la política de quienes tienen competencia en la materia, los gobiernos autonómicos, muestra denominadores compartidos, básicamente la desconsideración con lo público y la fiebre privatizadora. Son dos formas de hacer no exclusivas de la salud, sino que abarcan también a la enseñanza, a los servicios sociales y a todo cuanto huela a bienestar social. No se lleva. Son otras las consignas y, sobre todo, las vamos padeciendo poco a poco, así en el ámbito nacional como internacional, en este año mal nacido. Por eso importa tanto la protesta, más aún en la medida en que afrontamos males mayores y la pasividad se convierte en la peor de las enfermedades. Aunque parezca utópico, su remedio está en nuestras manos, comenzando por vencer la frivolidad y las desconfianzas que nos paralizan y rematando con acciones a la ofensiva. Una manifestación, por ejemplo. No es poca cosa. Según está el patio, es hasta un signo de civilización.

 

            Mas, de vuelta al principio y a lo que aquí nos trae, si algo sobra en nuestro sistema sanitario es el estilo fácilmente reconocible de una Junta de Castilla y León, que suple la inutilidad en la gestión por el auto-bombo de los discursos llenos de tópicos de su Presidente. Mejor nos iría si se centrara en lo sustancial, en reconocer, como dice el manifiesto que anima este próximo 15M, que la sanidad pública, uno de los cimientos fundamentales del estado de bienestar, es una conquista social que fue posible en su momento por la confluencia en las demandas de la ciudadanía y el esfuerzo de muchos profesionales y que culminó en su inicial configuración. Por eso hoy nos corresponde reafirmar aquella convicción primera, responder a las políticas adversas en esta materia y advertir de que no cejaremos en nuestro empeño para defenderla. Por todo ello llamamos a la manifestación del 15 de marzo.

 

Publicado en El Norte de Castilla, 4 marzo 2025



domingo, 2 de marzo de 2025

Fibroscán

            Fui una vez más al hospital. En este caso me habían solicitado un fibroscán del hígado para verificar si el hierro que sobra en mi sangre se acomoda en él y lo maltrata o no. Fue que no. Sin embargo, sucedió como cuando visitas un taller: pides que te cambien el limpiaparabrisas y te acaban recomendando que sustituyas las cuatro ruedas y te advierten de que hay un ruidillo en el motor al que conviene estar atentos. Tiene grasa, me dijo la especialista en un exceso admirable de profesionalidad, así que olvídate del pan, de las magdalenas del desayuno e incluso de la fruta, entre otras restricciones. Pero el hierro está bien, no te inquietes.

 

            Al regresar a casa, me di de bruces con la panadería del barrio, ese establecimiento que hasta la fecha me hacía feliz con todo su surtido grasiento. Nunca lo había considerado así. Dudé si entrar o no a comprar una barra y un croissant para el desayuno. La compré. Croissants no quedaban. Confieso que me sentí raro, como si estuviera pecando, como si mi panadero, un hombre amable como pocos, hubiera mutado de repente y se hubiese convertido en el estanquero, que es quien me vende los venenos. Miré de reojo todo el repertorio de panes, pastas, pasteles, empanadas, hornazo, orejas de carnaval, bomboncitos… y me despedí de ellos para refugiarme en el baño de casa, donde sigo aún pendiente de resolver cómo proceder.

 

            Quiero decir que, más allá de mi salud, que sin duda debo proteger porque me hago viejo y no quisiera ser un viejo seboso, no sé bien cómo explicar en la panadería que tenemos que romper. Mejor dicho, que es mi hígado, sólo una pequeña parte de mí, por más que importante, quien dice que tenemos que hablar, hasta aquí hemos llegado, sin acritud, estuvo bien mientras duró y quedamos como amigos. ¿Cómo se verbaliza todo eso, cómo se supera ese duelo? Confieso que estoy desorientado y temo mucho portarme como un amante estúpido. Lo que sí sé es que he roto relaciones con mi hígado y que me ha resultado bastante más sencillo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 2 marzo 2025

domingo, 23 de febrero de 2025

Cabo

            A mi amigo le cupo en suerte, aquel 23F, servir como cabo a Dios y a España en la División Acorazada Brunete. De tal modo que, mientras Iñaki Gabilondo trataba de informarnos sosegadamente de cuanto estaba ocurriendo en aquella tarde oscura, él, mi amigo, el cabo Tomé, se apostaba con su acorazado frente a Prado del Rey siguiendo órdenes por lo que pudiera ocurrir. Muchos sabemos hoy lo que ocurrió, lo vivimos radiado o televisado, aquella imagen tabernaria de la España posfranquista, pero son muchos también los que lo ignoran, lo olvidan o lo manipulan. Como vienen haciendo con la historia toda, desde la mal nombrada reconquista hasta la terrible dictadura que tanto insisten en negar.

 

            Cuento esto porque mi amigo podría dar conferencias a los ignorantes, sobre todo a los jóvenes ignorantes, acerca de lo que le supuso a él perder un año de su juventud metido en un Transporte Oruga Acorazado para nada, absolutamente para nada, para cumplir un rito militar hoy, por fortuna, desparecido del calendario de esa juventud nostálgica no se sabe bien de qué. Una parte de esa juventud, bien es cierto. Y podría hablarles, de paso, de que mientras estudiábamos Magisterio un día asesinaron a Yolanda González, otra estudiante, otra joven, cuyo único delito fue luchar por la libertad con mayúsculas, no por una caña en un bar. Hubo otros muertos más durante aquellos años de estudio. En España se mataba, mataban los fascistas y las fuerzas del orden bien coordinados entre sí porque su objetivo era meternos a todos en una de esas orugas o, sencillamente, tratarnos como si fuésemos tal bicho, seres inferiores, no humanos. En eso consisten las dictaduras.

 

            Mi amigo, el cabo Tomé, es hoy un hombre bien jubilado después de servir a España con su trabajo. Un trabajo público, por cierto, algo, lo público, que se asienta en las bases de la democracia y de la libertad de todos y de todas. Un derecho peleado y conquistado, nunca otorgado por un rey en los estertores de aquella tarde mal nacida.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 de febrero de 2025


domingo, 16 de febrero de 2025

Rehenes

            Son tantos y tan insólitos los aconteceres que nos aturden que no es fácil detenerse a reflexionar serenamente acerca de ellos. Tal es la celeridad en su sucesión que ni tiempo hay para interiorizarlos, analizarlos y enfrentarlos en su caso. Tampoco sabe uno, por otra parte, si merece la pena escribir algo al respecto por temor a convertirse en su eco.

 

            Comentaré uno de ellos, si se me permite, que me tiene absolutamente atónito: los rehenes. Al parecer, no basta con ser retenido y convertido con ello en mercancía para la presión y para el pacto si se llega a él. No basta con el secuestro, con la anulación personal, con el temor. Ahora lo que se lleva es la humillación y, una vez más, el espectáculo. Así se libera a los rehenes en Gaza, sometidos a una exhibición teatral bélica repugnante, que se retransmite al mundo casi como una celebración litúrgica de una fe abominable. Es otro signo más de la barbarie. No será el último. Sobrecoge.

 

            Y el caso es que, sin llegar a tal extremo, todos somos en mayor o menor medida rehenes. Mercancía de algo o para alguien. Yo mismo soy rehén posiblemente del tabaco y no sé si quiero liberarme. Casi todos lo somos del consumo y tampoco está claro que vayamos a liberarnos. Algunos son rehenes de los sentimientos, de las emociones o de vínculos familiares que no contemplan ni siquiera la opción del pacto. Una inmensa mayoría es rehén de las pantallas y de sus servidumbres. Ser rehenes es formar parte de la sociedad poscontemporánea.

 

            Ahora bien, lo mínimo que se puede exigir es no ser humillados, que parece que es hacia donde caminamos, tanto da que nos desprecie una soldadesca que un matón con poder y dinero. Son extremos que se tocan y que se necesitan el uno al otro para someternos. Por eso, entre otras razones, no sé si tengo ganas de dejar de fumar. En particular, si no estoy acatarrado. La enfermedad, todas las enfermedades también nos hacen prisioneros, algunas incluso con saña inmerecida. Y en muchos casos sin liberación posible.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 febrero 2025

domingo, 9 de febrero de 2025

Marianne

            No nació bueno el año y su mes primero así vino a demostrárnoslo: madres que enferman, madres que mueren, ausencias eternas que engendran eternos desconsuelos; amigos y amigas que de forma inesperada dicen adiós para siempre: Paz Martínez, Jesús Anta; y el remate final de Marianne Faithfull. Por unas razones o por otras, ella siempre fue el remate o el principio de algo. Sucede así con todas las leyendas, en especial con aquellas que llevan grabada la etiqueta de supervivientes: “me siento y miro cómo pasan las lágrimas”, cantaba ella en los primeros y excesivos años sesenta.

 

            De eso se trata, de que las lágrimas pasen, si es que existiera algún remedio. Una película quizás, una melodía, una exposición de Ai Weiwei… el arte siempre es balsámico. De modo que el día último de ese mes fatal me senté ante el televisor y vinieron a rescatarme unas palabras de Candela Peña desde la película que se proyectaba: “existimos porque alguien piensa en nosotros”. Unas palabras perfectamente aplicables a la contrariedad y así mismo a la serenidad, a uno y a otro lado de la existencia. Continuamos siendo porque se nos piensa, pero somos sin más porque formamos parte de otros pensamientos. Lo contrario es la intemperie, el vacío, la nada, el no ser ni en uno mismo ni en nadie más. En suma, el alivio que habita entre la memoria manriqueña y un diálogo entre putas tristes, entre coplas y princesas. El arte, una vez más, que nos redime y nos salva.

 

            Sin desmerecer a nadie, la biografía de Marianne sabía de esto casi mejor que cualquier nadie. Recuperarla, junto a sus canciones, es una forma sencilla de fortalecernos en un año que no nos nació bueno. Ya es febrero. Vendrán pronto los vientos de marzo, las lluvias de abril y las flores de mayo en un pasaje repetido y sin fin, la ruta inversa de la vida, cuyos vientos, lluvias y flores no conocen el retorno salvo que alguien las piense y las resucite para sí: “haré todo lo posible para que te sientas libre / si vienes y te quedas conmigo”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 febrero 2025

domingo, 2 de febrero de 2025

Odio

            El odio es gratuito en su doble sentido, es regalado y es arbitrario. Su opuesto, llamémosle amor, amistad, afecto, compañerismo, camaradería… es caro, supone esfuerzos, obliga, cansa. Cansa tanto como pensar. Para una sociedad como la actual, donde triunfa lo frívolo, lo superficial, lo espectacular y lo simpe, el odio es terreno abonado. Más todavía si el abono procede de los poderosos y se siembra mediante sus herramientas también poderosas. El odio es, de hecho, el principal instrumento para su dominio y perpetuación. También el miedo, que no deja de ser una consecuencia necesaria de aquel. Además, odio y miedo tienen la ventaja de lo maniqueo. Su contrario, en cambio, llamémosle como queramos, se despliega en una escala de grises, exige conocimiento, obliga a elegir, compromete, no se sujeta con fórmulas sencillas. Por eso mismo el odio es pueril, mientras que su antagonista es símbolo de madurez, exige crecimiento. Y de ahí que en esta sociedad nuestra, tan infantil, tan cándida a veces, tan trivial, encuentre fácil acomodo ese sentimiento de aversión y rechazo, una definición muy fina del odio, en tanto que su antítesis, lo que sea, decae, se precariza, tiende a licuarse. En suma, el odio vence porque en más vistoso que su oponente, mucho más llamativo, aunque solo sea epidérmico y no contenga sustancia, para qué, lo importante en esta sociedad descompuesta es que luzca, y vaya que si luce, por qué inquietarse por lo sustancial, que suele ser mucho menos brillante en sus apariencias, no es televisivo, apenas si es pantallable, es woke, como lo denominarían el Supremo Señor del Odio y toda su corte internacional, unos con disimulo, otros con desprecio absoluto.

 

            A mi parecer, sólo hay un odio respetable, el de aquella apolillada canción de Alaska y los Pegamoides ¡qué tiempos!, que repetía en su letra: “Tú me persigues por todo Madrid. / Veo tu cara acercarse hacia mí / y salgo corriendo, / eres algo horrendo. / Sólo siento por ti, oh sí, / odio, odio por ti”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 2 febrero 2025