Blog de Ignacio Fernández

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martes, 22 de marzo de 2016

Tablas

     Se llevan las tablas allá donde miremos y no parecen flor de temporada. Ocurrió hace unos meses en las cataluñas con dos episodios más que curiosos: el de su resultado electoral propiamente dicho, cegado por las apostillas sobre la mayoría conforme a escaños o a tantos por ciento, y el de los escrutinios inverosímiles de la CUP. Sucedió a continuación con las elecciones generales y su irresoluble empate entre lo viejo y lo nuevo, incluso entre lo de izquierdas y lo de derechas si es que son conceptos todavía sostenibles. También se ha producido casi una equis en la elección del Rector de la Universidad de León, aunque la ponderación del voto todo lo perturba en este caso. Y, finalmente, ha vuelto a pasar con la elección del Secretario General de la UGT, con un nuevo resultado más que apurado. Es la tendencia, ya nadie arrasa ni se impone con solvencia en casi ningún ámbito. Hasta la París-Niza se resolvió hace una semana a favor del galés Geraint Thomas con un escaso margen de cuatro segundos sobre Alberto Contador.

     Esta solución del juego, el empate, debería enseñarnos en primer lugar que no hay ni vencedores ni vencidos y que, por lo tanto, sobra toda esa retórica competitiva que ha sido superada por la suma final. En segundo lugar nos debería iluminar acerca de la no preponderancia de unas tesis sobre otras, así como sobre la imprescindible síntesis como posible salida del impasse. Por último, si así se quiere, los reglamentos prevén las prórrogas, que en algunos deportes incluso son obligatorias, lo cual permite dar continuidad al torneo de un modo más que natural y bien ordenado. Ahora bien, para asumir y llevar a la práctica cualquiera de estas tres realidades se necesita eliminar del tablero todo afán hegemonista, que suele ser bastante incompatible con lo que llaman fair play. Sobre todo entre las izquierdas que, como se sabe, son mucho más dadas a las disputas fratricidas que las derechas, donde el poder cuenta siempre con caminos verdaderamente inescrutables.

Publicado en La Nueva Crónica, 22 marzo 2016

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