Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 22 de noviembre de 2020

Soria


            Es natural ensimismarse a veces, sobre todo cuando los elementos son adversos, y buscar en uno mismo la descripción de lo que nos envuelve como si de un sentir general se tratase.

 

            Diré por eso que ha transcurrido un año desde mi última visita a Soria. Estuve allí en noviembre del año pasado, junto a Juan Carlos Lorenzana y Héctor Escobar, para la presentación del libro “Relatos mineros”. Debí haber regresado a finales de enero de este año, pues me había citado allí con la película “La defensa, por la libertad”, pero al cabo no fue posible. Luego, como un castigo, vino el aislamiento y la sucesión de meses cargados de cierta melancolía hasta este aniversario todavía en la distancia. Durante ese tiempo me han sobrado horas y días para revisar con cariño los paseos por El Espolón y por la calle Collado acompañado por Nicolás Sartorius, Rafael Saravia, Javier Dámaso, Rosa Martín, Marcel Camacho, Luis Díaz Viana, Joseba Eceolaza, Paco Naranjo y mi tocayo Toxo. También para volver a escuchar los conciertos compartidos con Agua Proyect en el Bar Avalón y con Ley Mostaza en la Alameda. Y, naturalmente, revivir conversaciones y momentos entrañables juntos a mis amigas y amigos sorianos, junto a Javier Moreno, Ana Romero, Juanjo Catalina, Isolda Morales, Cristina Ochagavía, María Enciso… Me gusta llegar a Soria solo porque esa soledad pronto se hace sonora. Me gusta viajar a Soria en uno de esos autobuses lentos e incómodos, bien por Burgos, bien por Aranda de Duero, atravesando poblaciones tan solitarias como cargadas de emociones para mí casi estudiantiles. Me gusta detenerme en Salas de los Infantes o en San Esteban de Gormaz. Me gusta incluso la pintada en uno de los muros de la desangelada estación de autobuses.

 

            En fin, un efecto secundario más de la enfermedad es que nos vuelve sentimentales. O tal vez no. Tal vez sea cierto que hemos perdido un año de vida y que habremos de releer de nuevo a Machado para confiar en que nuestro corazón conozca otro milagro de la primavera.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 22 noviembre 2020

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