Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 6 de junio de 2021

Luz

 


            “Hágase la luz”, cuentan que dijo un dios, “y la luz se hizo”. Más aún: “vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas”. Así fue al parecer desde el principio y a lo largo de los tiempos hasta que el ser humano, aspirante eterno a la divinidad, inventó la electricidad y aquel don primero se convirtió de pronto en una factura ininteligible, como casi todo lo divino, de la que mucho hablan las gentes estos días. Hablan de la factura de la luz, curiosamente, no de la factura de la electricidad, porque en cierto modo seguimos conservando un pensamiento atávico que nos remonta a nuestros orígenes paganos: los de la adoración directa de la luz como un bien natural.

 

            La ilusa ascensión hacia la divinidad ha corrido en paralelo al afán de apropiación de todo lo natural y por eso mismo el ser humano (el ser humano depredador) procura adueñarse de ello como creación propia, de forma que el resto de la especie pague por su disfrute: pague por la luz, por el agua, por el aire, por el mineral, por las palabras con las que nos comunicamos… Y todo aquello que nos es propio porque nos es común y natural y básico y necesario para la vida acaba mercantilizado sin mayores miramientos. Pensamos en lo público como una construcción política moderna, pero en realidad es algo tan viejo como la humanidad. Todo lo enunciado antes son o eran bienes públicos hasta que el interés privado se los apropia con el beneplácito de quienes debieran velar por su cuidado y respeto: los gobiernos, los estados, los reyes y presidentes todos. O casi todos.

 

            La reivindicación de lo público cobra así una nueva dimensión insospechada: la de rebelarse contra los falsos dioses y contra los dioses todos como el auténtico destino de la humanidad. Destino y condena a la vez, pues nada hay sin su envés. La luz nos pertenece porque, mitológicamente, nos fue dada; y su factura, cara o barata, no deja de ser una traición a ese espíritu original. No habrá perdón para quienes nos priven de ella.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 6 junio 2021

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