Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 29 de diciembre de 2019

Culpables


            Al día de los inocentes le siguen inevitablemente otros trescientos sesenta y cuatro días culpables y uno más en el nuevo año por nacernos bisiesto. Nada nos salva, mucho menos aún en estas culturas nuestras marcadas por el sentimiento atávico de la culpa, de cargar con una responsabilidad real o fabulada a fuerza de repetidos pecados reales o fabulados. La ficción de la inocencia fue creada de hecho por esa misma cultura para aliviar el caudal y el peso del estigma con el que fuimos condenados primero y dominados después. No nos equivoquemos: siempre hay un Herodes dispuesto a hacer justicia con los irredentos.

            Por eso mismo ayer llovieron inocentadas, porque la broma o la burla, según los grados, son precisamente la forma de lastimar sin ser inculpados. Del mismo modo que se viven las novatadas en ciertos ámbitos, a las cuales se juzga como medios para la integración en el grupo, como métodos en suma para convertirnos en gregarios de ese grupo y dejar atrás la inocencia subversiva. La generalización de estas costumbres hacen mansas a las sociedades y a los individuos, que es lo que se pretende, para que siempre aparezca alguien, un elegido, una elegida, que nos convenza de que todos somos culpables, indistintamente, de cuanto nos ocurre. ¿Hemos olvidado acaso lo que se nos decía en los tiempos más agudos de la crisis? ¿En todos los tiempos, en todas las crisis? La culpa general oscurece la infracción de quienes en verdad son los protagonistas del delito.

            Y así nada mejor que pluralizar o que echar balones fuera a favor de parte para eludir la falta o para hacerla recaer sobre el contrario sin más razonamientos. Más o menos como actúan algunos generales retirados y cuantos les hacen eco sin morderse antes la lengua. Si no obramos, si no pensamos como ellos pretenden, no tardaremos en ser tildados una vez más como culpables y ya sabemos cuál es la penitencia para esas culpas en términos castrenses. Razón por la cual no hay un acto más civilizador que la disculpa.

Publicado en La Nueva Crónica, 29 diciembre 2019

domingo, 22 de diciembre de 2019

Lluvias


            Como todo últimamente, también este otoño que nos abandona se ha situado al margen de las reglas, al menos en lo relativo a la temperatura tal y como ha confirmado la Agencia Estatal de Meteorología. Lo mismo sucederá, según sus previsiones, con el invierno que ya asoma, el cual, dicen, será más cálido de lo normal. Ese mismo otoño, sin embargo, fue generoso en humedades, demasiado seguramente para algunos, y las lluvias sostenidas han limpiado el aire de impurezas, éstas sí cada vez más habituales y profusas.

Sea como fuere, lo que estas observaciones constatan es que, como decíamos al principio, todo se excede o se comprime, nada sucede en sus términos ordinarios. Incluso las informaciones sobre esos cambios resultan demasiado insistentes, aunque no hayan tenido reflejo en el balance final de la última cumbre sobre el clima. De todos modos, también la fracasada cumbre fue singular en su duración hasta convertirse en la más larga de la historia. Otra anomalía.

            Vivimos rodeados de rarezas. Da la impresión de que la desviación es la norma en estos tiempos borrosos. Nada nos perturba más que la normalidad, nada nos produce más ansiedad que el orden, nada existe sin el exceso. Para ser hay que desviarse y para triunfar hay que negar la evidencia. Y no existe ningún otro campo como el político para confirmarlo: el desfile inacabado seguramente de gobiernos extravagantes con sus millones de forofos, el reinado de las mentiras con sus legiones de crédulos comulgantes, los disparates gratuitos con sus ecos mediáticos… son el mejor muestrario del circo en que se ha convertido la existencia, así en lo cotidiano como en lo excepcional. Nada escapa de esa ley sin ley.

            Celebremos la lluvia entonces y bañémonos en ella como quien persigue purificarse. Siempre tuvo ese significado, conviene defenderlo contra los malpensantes. Y aunque el cancionero es amplio para ese festejo, cantemos con Pablo Guerrero que tiene que llover a cántaros, porque “hay que doler de la vida hasta creer”.

Publicado en La Nueva Crónica, 22 diciembre 2019

domingo, 15 de diciembre de 2019

Inmunidad


            Todo indica que el próximo capítulo de nuestro relato kafkiano de cada día versará sobre la inmunidad y será firmado por un tribunal europeo con múltiples apostillas del público en general. La inmunidad en términos biológicos es algo bueno por sí mismo, pues se trata de la resistencia a determinadas acciones patógenas de microorganismos o sustancias extrañas.  Sin embargo, hay otra inmunidad en términos parlamentarios que consiste en una prerrogativa o privilegio que exime de ser detenido, procesado y juzgado sin autorización de la cámara a la que se pertenezca. Es, pues, una vacuna que se administra por el hecho de ser elegido. Y por otro lado, aunque no viene al caso, hay también vacunas para el personal diplomático y para la corona.

            Sin embargo, que se sepa, no se ha inventado aún un procedimiento similar que nos inmunice contra los que gozan de inmunidad. Es decir, una especie de inyección para administrar una sustancia que nos permita resistir toda esa pesadez del relato y de sus muchos meandros sin efectos secundarios. Sin metamorfosearnos en otro bicho kafkiano y sin llevarnos a pensar, si es que se piensa, en que la solución consiste en conceder inmunidad a los negacionistas del sistema, que es lo último que se les ha ocurrido a más de tres millones y medio de españoles. Y las farmacéuticas sin enterarse.

            No se trata de reclamar opio ni incienso para ignorar o para colocarse, porque eso sólo son evasivas. Al contrario, lo bueno sería mantener la conciencia para no perderse detalle del proceso o procés, según se mire, sin caer ni en la desidia ni en el aborrecimiento, sin acabar con la poca simpatía que todavía nos despierta algunos de sus protagonistas y sus historias. Una vacuna de lucidez, una especie de antibiótico de amplio espectro, como se dice ahora, que actuara sobre todo tipo de procesos, ya fuera sobre la negociación de pactos de gobierno, ya fuera sobre discursos de alcaldes, y que no agotara nuestra paciencia ni nos llevara a sentirnos tan besugos.

Publicado en La Nueva Crónica, 15 diciembre 2019

domingo, 8 de diciembre de 2019

Emergencia


            La reciente declaración de emergencia climática y medioambiental efectuada por el Parlamento Europeo no es sólo un acto administrativo o legislativo importante. Es también una conquista del lenguaje, que deja atrás por fin una etiqueta ya oxidada como era “cambio climático”. Pudo estar bien tiempo atrás y bien estuvo que se generalizara en la opinión pública, pero se ha quedado sin significado a medida que la tragedia climática se ha adueñado de la realidad. De ahí la importancia de la antedicha resolución para adecuarse al momento actual y casi futuro y a las posibilidades del diccionario.

            En el campo lingüístico se libran verdaderas batallas, de ahí la trascendencia de cuidar nuestras competencias en esa materia. Baste recordar que en la fase más aguda de las últimas crisis los palabreros repetían con insistencia que nuestros derechos eran en realidad privilegios, de  tal modo que la consecuencia inmediata –lo que en verdad se perseguía– era fracturar la sociedad entre quienes los tenían y quienes por esa razón verbal no llegaban a alcanzarlos: personas empleadas frente a desempleadas, jóvenes frente a adultos, pensionistas frente a no pensionistas… Por eso mismo, la teoría y el pensamiento son así mismo una lucha política de primer orden: no actuaremos de otra forma, no pensaremos de otra forma si no hablamos de otra forma.

            Y en eso llegó PISA nuevamente y su informe sobre nuestro dudoso nivel formativo. A pesar de que en esta edición la comprensión lectora ha quedado fuera del análisis por “anomalías” detectadas en las pruebas, los resultados poco benignos en matemáticas y en ciencias hacen pensar que tampoco el panorama del lenguaje estará para tirar cohetes. Es decir, para tener confianza en nuevos pensamientos y en nuevas acciones. Más bien, contrastado el informe con nuestro entorno general, la impresión también aquí es de auténtica emergencia. Así sucede en nuestras expresiones cotidianas, en los supuestos medios de comunicación y en los parlamentos todos.

Publicado en La Nueva Crónica, 8 diciembre 2019

domingo, 1 de diciembre de 2019

Centrifugar


            A nadie debería extrañar, después de siglos trazando líneas en un papel, que los mapas muten; del mismo modo que nadie debería inmolarse para que tal cosa suceda o no. Mis compañeros y yo, durante los años remotos del bachillerato, imaginábamos que nuestro destino nos situaría un día en la supuesta Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas, pero no fue así ni mucho menos. Tal vez porque el acrónimo repelía un tanto, tal vez porque nunca estuvo el horno para esos bollos. Lo que sí es evidente es que en poco se parecen aquellos no tan viejos mapas a los actuales y, sin embargo, aquí hemos llegado.

            Así como nuestra ilusa Unión de Repúblicas se fue al garete, también hoy conceptos vetustos como nación o estado son inexorablemente sustituidos por el de región, cantón o país (pequeño país en la mayor parte de las ocasiones). Y metidos en tales disputas, los gobernantes pugnan por hacerse notar y acaparar espacio: unos reclamando independencia, otros legislando para la recentralización, todos ignorando antiguas consignas relacionadas con la participación y la democracia convertidas en banderas deshilachadas. Durante muchos años de nuestra vida, algunos de nosotros hemos mantenido la certeza, junto a H. G. Wells, de que “nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad”. Posiblemente, ni siquiera esto pueda sostenerse ya ante el desbarajuste. O al menos debería ser puesto en cuarentena para no hundirnos en la inopia. Tan noble ideal habrá de ser reducido a lo inmediato para no ser simplemente materia religiosa, y así, repensarlo y redefinirlo en ese otro mapa de la sencillez desde el que reinventar el paisaje.

            También es verdad que queda aún por perfilarse la articulación entre lo global y lo local –dicotomía que habrá de resolverse en algunas ocasiones, tal y como bien se advierte, incluso con violencia–, cuyo mapa, una vez salidos de la transición, dibujará un mundo radicalmente distinto que ya se intuye. No a otra pulsión responden tantas fuerzas centrífugas y sus contrarias.

Publicado en La Nueva Crónica, 1 diciembre 2019

domingo, 24 de noviembre de 2019

Memoria


            La pasada semana, desde la tribuna de invitados de las Cortes autonómicas, asistí al debate propuesto por un procurador premoderno o altomedieval, tanto da, cuyo fin era derogar el Decreto de la Memoria Histórica y Democrática de Castilla y León. Lo presentaba en forma de Proposición No de Ley, un texto que era por sí solo y sin adornos orales un insulto a los Derechos Humanos, a la dignidad de las personas y la justicia en sus términos más simples. Merece la pena leerlo para saber por donde andamos, pues no se trata ya de una pura exaltación mitinera sino de un texto formal con todos los sacramentos. Para conocer así mismo lo que piensan o no piensan más de tres millones y medio de votantes.

            Al antedicho procurador le respondieron en primer lugar otro par de procuradores directamente modernos o decimonónicos, tanto da, cuyos discursos se caracterizaron por su escaso ardor y tono paternalista. También una procuradora contemporánea o finisecular, tanto da, muy irritada, que defendió, sí, la memoria pero que en ningún momento aludió al Decreto de referencia. Hubo finalmente un procurador indefinido que se ausentó, esto es, que no procuró, tal y como le obligaba su cargo. Y un Vicepresidente que dijo la frase más rotunda y literaria de todas las intervenciones en relación al grupo político del proponente: “ustedes cabalgan sobre el odio”. Como consecuencia de todo, la Proposición fue derrotada.

            En estos tiempos poscontemporáneos, la retórica parlamentaria es interesante pasa conocer el pensamiento de quienes nos representan: el lenguaje los delata como lo hace con todos nosotros sin excepción. Escuchándolos, llegué a la conclusión de que las palabras más actuales sobre la materia eran las de un muerto, Marcos Ana, auténtico sujeto de la memoria: “Yo no pido clemencia. Yo no junto las manos temblorosas en un ruego. Arden voces de orgullo en mi palabra cuando exigen –sin llanto– que las puertas de la venganza oscura se derriben y a los hombres descuelguen de sus cruces…”.

 Publicado en La Nueva Crónica, 24 noviembre 2019

viernes, 22 de noviembre de 2019

JUAN CARLOS LORENZANA: Relatos mineros

EL AUTOR
     Zana, nacido en Ciñera de Gordón en 1964, es hijo, nieto y bisnieto, por ambas partes, de mineros. A los diecisiete años inició el curso para Ayudantes Mineros (Mineros Canteros) y al cumplir los dieciocho ingresó en la Hullera Vasco Leonesa, en el Grupo de Santa Lucía, donde pasó por las categorías de ayudante minero, ayudante barrenista, artillero y vigilante. Fue alcalde del Ayuntamiento de La Pola de Gordón, puesto desde el que siempre defendió que él era un minero que estaba de alcalde. Dimitió de este cargo al no aceptar la política contraria a la minería del carbón llevada a cabo por el partido por el que se había presentado. Relatos mineros es su primer libro editado.

EL LIBRO
      Acerca del libro, dice el propio autor: “Con estos relatos se quiere abrir, mostrar, enseñar más allá de las cuencas mineras, cómo fue que sufrimos, que luchamos, que lloramos y que reímos. Cómo fue que vivimos. Cómo se llegó al convencimiento de que juntos, y sólo juntos, podíamos soportar el vivir en zonas inhóspitas, con un clima adverso, en un trabajo duro, durísimo, que nos ha hecho pagar mucha sangre. Y, durante mucho tiempo, represaliados. Con estos relatos mineros queremos contar para desmentir, contar para desmontar toda la infamia que de nosotros se ha dicho y se ha escrito”. Por su parte, añade el escritor Julio Llamazares en el prólogo: “Literatura sin ganga, ni escoria, y con el aliciente de, por primera vez, haber sido escritos por alguien que conoció y vivió lo que cuenta desde dentro, no como quienes hemos escrito de la mina desde fuera, de oídas o imaginándola". Ala final del libro, se incluye, además, un interesante glosario sobre el argot minero.

EL TEXTO
     "Las luces de las casas, tenuamente macilentas, alumbran los ojos somnolientos de los mineros que han madrugado para ir a trabajar. La luz del alba es insuficiente. Surgen como hormigas por los soportales y como hormigas van entrando en el surco de lo cotidiano. Caminan medio adormilados buscando los cuartos de aseo. Pocas conversaciones, todas anodinas, se cruzan entre ellos. Fuman, fuman de manera continua, casi obsesivamente". 

 

domingo, 17 de noviembre de 2019

Clasificación


            Coincide este fin de semana en medio de una nueva ronda del torneo clasificatorio para la Copa de Europa de Fútbol 2020, lo que en lenguaje televisivo se conoce como European Qualifiers. Al menos ese es el rótulo con el que se adornan los comentaristas del evento y que enmarca toda la publicidad de las retransmisiones. Dejemos constancia, además, de que tal abuso sucede en la televisión pública, no en  una plataforma digital, donde todo vale, ni en una televisión privada, donde todo está permitido.

            Hace mucho tiempo que nos volvimos idiotas y que nuestros complejos de inferioridad se expresan también por esta vía del desprecio a la propia lengua. O a todas las lenguas del Estado, que también son nuestras. De hecho, en las recientes campañas electorales, poco o nada se ha dicho sobre este asunto cuando, puestos a ser patriotas, ése, el de las lenguas, es posiblemente el primer valor. Qué se le va a hacer, era preferible hablar de banderas que es algo mucho más convencional y mudable porque, probablemente, sea un comportamiento que enlaza así mismo con la idiotez. O si no, obsérvese el caso catalán tan de moda: una señyera y dos esteladas, pero una misma lengua catalana. Aunque también allí abundan los idiotas; sobre todo en los campos de fútbol, claro, donde es habitual encontrarse descomunales pancartas con el mensaje “Freedom for Catalonia”. También tienen sus complejos. Incluso en el Country Basque.

            Lo cierto es que el caso del fútbol es especialmente lamentable, si bien no es el único ámbito para demostrar la estupidez. Y eso que, tratándose de un deporte inglés en origen, la adecuación de su léxico a nuestro idioma fue más que admirable y nada discutible. Pero ahora estamos en otra fase, no ya en la de adaptar una terminología que hicimos nuestra a base de dar patadas a un balón, sino en la de entregar directamente nuestra expresión al dominio del Oxford English Dictionary y quedarnos tan anchos. A pesar de que seguimos empeorando en el dominio de la lengua inglesa

Publicado en La Nueva Crónica, 17 noviembre 2019

domingo, 10 de noviembre de 2019

Rascacielos


            En días de futuro incierto, como el de hoy, bueno es hablar de futuros imperfectos como otra conjugación del mismo tiempo. Sé que me repito, pero, a falta de otras respuestas u opiniones al respecto, habrá que seguir machacando sobre ese hierro frío.

            Vuelve algún medio local a regocijarse con un futurible rascacielos de 18 pisos que será, afirman entusiasmados, el símbolo de la nueva ciudad y que, aseguran todavía con mayor deleite, coronará la orilla izquierda de León. Basta observar la retórica empleada para advertir que no estamos ante una información sin más, un suelto cualquiera, un relleno para una página que quedó huérfana. Todo lo contrario, la selección del léxico, más bien valorativo, nos descubre el gato encerrado que se esconde detrás de la noticia. O de quien facilita esa noticia, que se convierte automáticamente en parte de la misma o en su cómplice. Más aún si acudimos a otra de las frases gloriosas con que se nos traslada la información: “se espera cerrar el compromiso con una constructora relevante y que el diseño lo convierta en un emblema”. Símbolo, corona, emblema… ¡Esto es León!, repetía en su estribillo hace más de treinta años el grupo Berlín Interior y así seguimos…

            Por si fuera poco todo lo anterior, el informante anónimo (la noticia la firma el propio medio), experto en urbanismo fálico, sentencia que la edificación que se nos avecina dejará atrás al edificio Faro de Trobajo del Camino, 16 alturas, y a la Casona de Pinilla, 13, pero no lo conseguirá, ay, con la torre de la Rosaleda en Ponferrada y sus 30 plantas. También en esto de las longitudes se notan los traumas del subconsciente de algunos periodistas, de algunos arquitectos e incluso de algunos políticos municipales que aplauden con las orejas este proyecto absolutamente extravagante.

            Así que sí, esto es León, tan urgido de viviendas sociales y de espacios públicos, tan pespunteado por ruinas y por solares vacíos, que decide ahora crecer en vertical con un ficticio skyline de secano.

Publicado en La Nueva Crónica, 10 noviembre 2019

domingo, 3 de noviembre de 2019

Miradas


            Mañana se inaugura en León la exposición “Desde su mirada”, en la que mujeres inmigrantes nos desvelan a través de fotografías su realidad actual y de origen. Es una buena ocasión para limar mediante esos retratos las hipérboles electorales acerca de esta materia y sobre todo es un motivo para pensar en ello frente a la simpleza, la mentira y la mala baba de muchas afirmaciones al respecto.

            Si uno se para a observar la realidad sin prejuicios y sin odios, descubrirá por ejemplo que, en lo relativo a esta Comunidad Autónoma, sólo el 5% de su población es de origen extranjero, 18.269 en la provincia de León, lo cual confirma que no se está produciendo ninguna invasión. Descubrirá así mismo que las nacionalidades más representadas son de la Unión Europea (Rumanía, Bulgaria y Portugal), ciudadanos y ciudadanas del mismo espacio político que nosotros, y no de esa África oscura con la que nos amenazan los divulgadores de falsedades. Y descubrirá finalmente que de toda esa población más de la mitad reside en el medio rural, es decir, en esas comarcas vaciadas por los indígenas a las que tanto nos gusta referirnos ahora, lo cual contrapesa al menos el abandono al que las hemos sometido. Si por otra parte, al hilo de la citada exposición, nos fijamos en las mujeres inmigrantes, romperemos de ese modo con su más que evidente invisibilidad y podremos aclarar que, como las españolas, su formación es superior a la de los hombres, si bien sus ocupaciones, en general, están muy por debajo de dicho nivel formativo. Además, las trabas burocráticas para homologar sus estudios limitan su acceso tanto a determinadas profesiones como a continuar formándose en España.

            En fin, las patrañas y las calumnias son fáciles y gratuitas, más aún si se carece de vergüenza. Pero también es fácil, y está al alcance de cualquiera, contrastar ese tipo de declaraciones torcidas. En la Casa Botines, hasta mediados de este mes de noviembre, se nos brinda la oportunidad de ajustar nuestro punto de vista.

Publicado en La Nueva Crónica, 3 noviembre 2019

domingo, 27 de octubre de 2019

Infiltrados


            Cada cual tiene sus infiltrados, generalmente a conveniencia. Cierto es que los hay violentos en lo físico, a quienes que se ha aludido hace escasas fechas para explicar lo que no se desea condenar; pero no son menos dañinos en verdad los que actúan sobre lo inmaterial, si bien suelen pasar mucho más desapercibidos. De hecho, no se retransmiten en directo noche tras noche como un nuevo reality televisivo, tal y como ha ocurrido con los amargos botellones catalanes. Por el contrario, se los presenta como hecho normal a medio camino, se cuenta, entre la tradición y el progreso, aunque a la postre son auténticos atentados contra la cultura en el más estricto sentido antropológico del término.

            Antes fue el II Máster Nacional de Futbolín Ciudad de León en un hotel local. Ahora mismo está siendo, o acaba de ser, el XXXII Certamen de Tunas en el Auditorio de la ciudad. En unos días será el Festival Hallowindie en el Palacio de Exposiciones y el Ataque Zombi en un centro comercial. Y así sucesivamente hasta llegar a los faralaes de abril, que también tienen su cita por estos pagos, y otras sandeces por el estilo, todo ello con enorme jolgorio popular y, faltaría más, con la estrecha colaboración público-privada que tanto se lleva en estos tiempos. Es nuestro sino, son nuestros infiltrados.

            Apuntábamos antes que la violencia material de los primeros produce espanto y que su reproducción abusiva en los medios colabora en el envenenamiento de las opiniones. Lo bueno de los segundos es que nadie se entera de su acción perniciosa, pues actúan como esas otras infiltraciones que penetran suavemente por los poros de un cuerpo sólido y sólo al cabo del tiempo se advierte el daño. En ocasiones cuando el cuerpo está arruinado. La cultura es ese cuerpo. No me refiero a la cultura como una construcción de las élites, sino a lo que, siguiendo a Marvin Harris, acaba constituyendo la conducta de una sociedad. Por eso no es de extrañar que unos y otros infiltrados estén íntimamente unidos.

 Publicado en La Nueva Crónica, 27 octubre 2019

domingo, 20 de octubre de 2019

Hojarasca


            Otoñamos. Casi todo en el entorno tiende a la palidez o a la melancolía. También nosotros mismos somos parte de ese entorno que se apaga. Hubo fulgor y hubo brillo antes, eran otras estaciones, otros periodos de vida no necesariamente mejores. Con otro color en todo caso. Seguramente el otoño es, en efecto, un tiempo de baladas, una temporada sentimental si no fuera por el derroche sabroso de los hongos y por el espléndido sol del membrillo. Si no fuera por vendimias y magostos. Si no fuera, en fin, porque entre la hojarasca se esconden también hálitos de vida. Es lo que tiene observar la realidad con unos u otros ojos: los que contemplan y anotan sin más los restos de cuanto fue o los que aventuran en el humus podrido nuevos episodios de floración.

            La clave está en saber si la realidad puede ser examinada de igual modo, bien para levantar acta de nuestras miserias abundantes, bien para suponer un renacimiento desde el despojo. Atender a la naturaleza nos da pistas para ambas soluciones, todo parece depender del punto de vista y de la actitud, lo cual debería llevarnos en principio a negar como poco la fatalidad y como mucho a escarbar en la broza para descubrir el fermento. La determinación en cualquiera de esos dos sentidos resulta capital para convertirnos en simples inmovilistas o estimular cierto énfasis en el progreso. De ahí que el otoño sea al cabo toda una lección de pensamiento y de conducta.

            También un programa político, si se quiere, que distingue a la perfección los polos ideológicos y sus disfraces. Con toda seguridad, nos sobra en los discursos la fotogenia de las hojas muertas, que es pura superficialidad para el conformismo, y se necesitan en cambio buceadores en la espesura, lo que supone no obstante arriesgarse al sofoco hasta respirar de nuevo. Cualquiera que sea la materia será susceptible de abordarse y resolverse así. Si, como complemento, le restamos la poesía de esta columna, elegir una papeleta se convertirá en un acto casi revolucionario.

Publicado en La Nueva Crónica, 20 octubre 2019

domingo, 13 de octubre de 2019

Trabajo


            Concluye hoy una semana que se inició el pasado lunes con una jornada mundial por el trabajo decente. Si se hace necesario a estas alturas dedicar un día para llamar la atención sobre este asunto es, seguramente, porque hay más trabajo indigno aquí y allá del que muchos desearíamos. Es decir, tal y como lo nombra el sociólogo norteamericano Richard Sennett, el tipo de trabajo que no permite a través suyo hacerse una vida. Conviene releer la obra de Sennett de cuando en cuando, quien en el ya muy lejano año 2000 identificaba los daños emocionales que producía y produce el capitalismo moderno en el ámbito laboral: las incertidumbres de la flexibilidad; la ausencia de confianza y compromiso con raíces profundas; la superficialidad del trabajo en equipo; y, como hemos señalado, el fantasma de no conseguir hacer nada de uno mismo mediante el trabajo. No nos extrañe que el título de ese libro sea “La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo”.

Tal vez en la Organización Internacional del Trabajo, que acaba de cumplir 100 años de existencia, han debido leer también a Sennett y a otros pensadores parecidos, lo que les ha llevado a dar a conocer el pasado verano la “Guía para establecer una ordenación del tiempo de trabajo equilibrada”, su última publicación, o a mantener eternamente viva una campaña de lucha contra la esclavitud moderna. La citada guía vuelve a recordar, todavía hoy, qué es el trabajo saludable, qué se considera tiempo de trabajo productivo, cuál es el tiempo de trabajo conveniente para la familia y la igualdad de género a través del tiempo de trabajo, entre otras cuestiones así mismo relevantes. Quizá su lectura nos ayude a mejorar el carácter que Sennett advertía corroído, aunque para ello –seamos redundantes– lo imprescindible es leer, lo cual a veces es pedir demasiado. O al menos escuchar. Como en la jornada que se celebra mañana mismo en la ciudad de León sobre las incertidumbres en el trabajo actual.

Publicado en La Nueva Crónica, 13 octubre 2019

domingo, 6 de octubre de 2019

Refugio


            Hace unos días, en medio de noticias cansinas sobre la cansina actualidad, resucitó el drama de los refugiados en Europa. En el centro de detención de Moria, en la isla griega de Lesbos, al menos una mujer murió víctima de un incendio. Ello provocó la protesta de las personas allí refugiadas, que viven en condiciones más que precarias en medio del hacinamiento y de la insalubridad. Del mismo modo, hace unos días, digerido el efecto ácido de esa información, todo volvió a su ser y el olvido se adueñó nuevamente de buena parte de las conciencias.

            Sin embargo, los hechos antes referidos son sólo una muestra de un panorama desolador. Así se recoge en el último Informa Anual, el del año 2018, realizado por la Agencia de la ONU para los refugiados, donde se dibuja un mapa mundial con 70’8 millones de personas desplazadas a la fuerza, el doble que hace 20 años, donde se incluye un total de 25’9 millones de refugiados. Aunque para verlo mejor, baste indicar que en el mundo hay una persona refugiada más cada dos segundos, y uno de cada dos es niño o niña. Por lo que se refiere a Europa, incluyendo ese depósito de residuos que es Turquía, son 11 millones las personas con la condición de desplazadas a causa de la violencia, un objetivo que no alcanzaron las 2.277 que el año pasado perdieron la vida en las rutas del Mediterráneo.

            Conviene escribir sobre esto sin moralina para al menos relativizar buena parte de nuestros dolores domésticos. Incluso para resituar la irrealidad de algunos ensueños. Sobre todo porque a esas cifras se sumarán en las próximas décadas los desplazados por los efectos de la tragedia climática, una masa de seres humanos que apenas si ha empezado a ser contabilizada. De momento, ese tipo de movimientos suelen ser internos, como los 18’8 millones que se produjeron en 2017, pero eso no quiere decir que tales personas no sean vulnerables o que los impactos en las áreas donde viven les impidan regresar a ellas con seguridad. Sí, conviene también leer sobre esto.

Publicado en La Nueva Crónica, 6 octubre 2019

domingo, 29 de septiembre de 2019

Propaganda


            Decenas de miles de personas andan estos días gestionando su rechazo a la propaganda electoral. Los argumentos para ello son variados y todos razonables, si bien lo que se percibe en el fondo es un gesto para expresar, tal y como señalan las encuestas, la decepción o el enfado por el fracaso político de los últimos tiempos. De otro modo no entiendo que me lleguen ahora mensajes por todas las vías para sumarme a dicha campaña, pero nunca antes llegaron otros para liberarme de la propaganda comercial que convierte mi buzón diariamente en un contenedor de papeles muertos. Salvo la causa política, ningún otro motivo sostiene esa diferencia de actitud. Porque, si exceptuamos el objetivo que defiende el gasto público, lo cual es también bastante relativo, ningún otro es exclusivo de la actual operación.

            Así pues, en cierto sentido volvemos a disparar sobre el mensajero y nos comprometemos con una masa amorfa que, de la misma manera, rechaza otros entresijos políticos, tal vez todos los entresijos. Si de entrada existía ya una opinión amplia contraria a la clase política sin distinción alguna (dice el CIS que es uno de los principales problemas para los españoles, la segunda de sus preocupaciones nada más y nada menos), convendremos que este soniquete de la propaganda en lugar de perseguir su solución viene más bien a servirle de eco. Eso sí, como suele decirse puerilmente, todas y todos quedaremos con la conciencia más tranquila, que es, como bien sabemos, no decir nada, no hacer nada.

            Porque los remedios a los desórdenes políticos son políticos y la adecuación a los tiempos presentes de los anticuados procesos electorales habrá de ser también política. Por tanto, el primer paso para ello es el voto, aun repetido, hasta forzar que esa clase política denostada recupere algo de cordura y sintonía con el sentir de los corrientes mortales. O también a través de una mayor implicación política, de la que andamos faltos, que sustituya a las personas inútiles por otras más válidas.

Publicado en La Nueva Crónica, 29 septiembre 2019

domingo, 22 de septiembre de 2019

Inestabilidad


            El campo semántico de esta Edad nuestra continúa añadiendo términos a su alforja con un acento no precisamente optimista: a la precariedad, superficialidad, liquidez… se acaba de sumar ahora la inestabilidad, un concepto y una realidad que casan con  el vaivén, el desequilibrio y la vacilación entre otras maravillas léxicas. Se observa así en las tendencias territoriales disgregadoras de acá y de allá, en la pésima gestión de los resultados electorales para formar gobiernos allí y aquí o en las fluctuaciones de los mercados, de las ideas y de las palabras. Lo inestable se impone, bien como un mal temporal en sí mismo, bien como una consecuencia de un mal general que tiende paradójicamente a la estabilidad, no sabemos. El caso es que somos precarios, líquidos, superficiales y ahora también inseguros.

            Lo que importa de esa turbulencia que nos asusta en unos casos y que nos paraliza en otros no es tanto su origen, pues con toda seguridad muchos y diversos son los pecadores, como reconocer a quién benefician y a quien perjudican estas gotas más que frías. Es de esta duda, relativamente sencilla de resolver, de donde puede derivarse una vez más un verdadero programa político. Así mismo una actitud política individual y colectiva. Es en ese punto donde conectamos con las evidencias sociales y económicas que nos confirman quiénes son los ganadores en ríos revueltos como los presentes.

            De ahí que, bien mirado el panorama, no quede más remedio que evaluar cómo se comportan unos y otros ante esta jungla terminológica y actuar. También votar, naturalmente. Porque, de lo contrario, las nuevas entradas en el diccionario de la actual historia serán pasividad, abulia, ausencia y melopea. Exactamente aquello que buscan quienes hasta aquí nos han traído para proseguir con sus desmanes. Es en esto donde la izquierda, si existe, debiera significarse en la tarea de limpiar, fijar y dar esplendor. Porque, decididamente, la confusión y sus sinónimos son más de derechas que las gaviotas.

Publicado en La Nueva Crónica, 22 septiembre 2019

domingo, 15 de septiembre de 2019

Iglesias


            Ha publicado este mismo periódico que la provincia de León cuenta hoy con 9 lugares de culto más que en 2015 hasta sumar un total de 1.329 para siete religiones. Ello confirma que, junto a los bares, las iglesias resisten todo tipo de tempestades, que suelen serles más favorables por lo general que las bonanzas. Tal vez porque a los unos y a las otras se acude para olvidar y para evadirse transitoriamente de la realidad o para esquivarla ad eternum. En mi barrio, donde durante décadas hubo una sola iglesia, católica por supuesto, hoy han aterrizado al menos otras cuatro de otras tantas confesiones o lo que sean. Ello sin tener en cuenta los papelitos que de cuando en cuando alguien deposita en mi buzón para anunciarme los beneficios de un auténtico vidente espiritual africano.

            Semejante despliegue espiritual en los lineales del supermercado religioso es una muestra más de la sociedad de la abundancia en la que vivimos, donde parece –sólo parece– haber de todo y para todos, ya sean bienes materiales, ya sean creencias intangibles, y todo conforme al poder adquisitivo de los consumidores. En las largas épocas de la sociedad de la necesidad, no hace tanto, era bien diferente. Lo curioso es que este exceso de oferta coincide en el tiempo con el reinado, como poco, de los no practicantes en un mundo que presume de laicidad o aconfesionalidad. Quizá por eso mismo las devociones se rigen hoy por las reglas del self service o del buffet libre que tiñen incluso lo divino. Y también en esto del autoservicio hay, como sabemos, estrellas y tenedores para indicar distinción o desdoro. Desigualdad, en suma.

            En fin, orar y beber es la norma que sustituye a orar y trabajar. En cualquier caso, orar, siempre orar. Es admirable la constancia de este verbo y de quienes lo administran. Tanto que incluso las tecnologías se rinden a sus pies para depositar limosna mediante tarjetas de crédito en muchos templos y, además, muy pronto el 5G vendrá a iluminar los inescrutables caminos de Dios.

Publicado en La Nueva Crónica, 15 septiembre 2019

domingo, 8 de septiembre de 2019

Disparos


            Entre los culebrones de verano y el pistoletazo de salida no hay más que una sucesión de tópicos y un muy escaso esfuerzo comunicativo. No es ni el mayor ni el menor de los males que asedian a los medios de comunicación, pero imprime estilo y marca tendencia para que el uno y la otra se contagien con facilidad a las audiencias. En suma, conforman pensamiento.

            Septiembre, cuando todo parece reiniciarse, es el mes de los disparos: la pólvora metafórica define por igual tanto el comienzo de la liga de fútbol como el retorno de los niños y las niñas a sus escuelas, la recuperación de la actividad política propiamente dicha como la llegada de pintorescas colecciones a los quioscos. Lo que en su momento fue una señal para el inicio de ciertas competiciones deportivas, un disparo al aire, ha acabado por convertirse en una expresión común para indicar el comienzo de cualquier cosa. Pero así como en el deporte el empleo de esta fórmula se ha restringido cada vez más, en la expresión corriente se ha extendido sin piedad hasta resultar paradójica u ofensiva. Sin ir más lejos, decir que el principio del curso se da con el pistoletazo de salida en las escuelas infantiles es un dicho desafortunado y bastante temerario.

            Las frases hechas son un signo de pereza que se corresponde con la pobreza léxica general. Por lo tanto, como decíamos antes, con un pensamiento simple. De ahí que la responsabilidad de los medios de comunicación en esta materia sea más que notable, al menos porque a sus profesionales se les supone un cierto dominio del lenguaje, su principal herramienta de trabajo. Y si bien no son ellos quienes pondrán fin a la violencia, eludir términos gratuitos que a ella aluden sería una buena práctica, más aún cuando no aportan nada al mensaje transmitido. Cierto que la palabra no es el referente y que algunos significados simbólicos nos enriquecen en ocasiones, pero bien haríamos en cuidar un poco esos modales. Sobre todo porque sabemos que las armas las carga el diablo.

Publicado en La Nueva Crónica, 8 septiembre 2019

domingo, 1 de septiembre de 2019

Clima


Como auténticos replicantes, vemos cosas que jamás creeríamos: bosques y selvas devorados por las llamas más acá de Orión; el brillo en la oscuridad de los glaciares derretidos por el efecto invernadero y otros gases; tormentas enloquecidas como veraces fulguraciones solares; éxodos de capitales de estado para escapar del crecimiento de las agua junto a sequías devastadoras. Y, probablemente, todos esos momentos se perderán también en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. No sé si es hora de morir.

La historia podría ser ésta. O es ésta ya. Sólo los muy cerriles, los más necios de la humanidad se empeñan en negarla. Esos que precisamente constituyen también una perturbación más para el clima. No me refiero al clima en sentido estricto, el antes aludido en virtud de sus consecuencias más evidentes, sino ese otro que la Academia identifica con el ambiente y que equivale, según su diccionario, a condiciones o circunstancias que envuelven a las personas. En ello así mismo se pone de relieve el cambio climático. No de un modo físico, por supuesto, pero sí en el ánimo y en la convivencia. Era impensable en los últimos decenios asistir a un panorama político general tan caldeado y enrarecido, donde prevalece la ley del rumor y de las bofetadas dialécticas que arruinan los debates y convierten en usual el desprecio y el insulto. Un modelo que se traslada con facilidad a la vida corriente para hacer de ella también un espacio irrespirable, un clima tóxico y alienado, en medio del cual somos, sí, auténticos replicantes no se sabe bien de qué. Con toda probabilidad de nada sano.

Bien está, pues, que la preocupación por el clima real nos movilice y que todos, mayoritariamente, nos declaremos a favor de adoptar medidas que lo protejan. Otra cosa es qué medidas está dispuesto a adoptar cada cual. Pero, en cualquier caso, toda esa panoplia será incompleta si no le acompañan otras armas contra la majadería, el mal gusto, la estridencia y la memez que nos gobiernan y nos contagian.

Publicado en La Nueva Crónica, 1 septiembre 2019

domingo, 25 de agosto de 2019

Misiles


            Son numerosas las señales que anuncian que los tiempos cambian, aunque no lo hagan seguramente en el sentido que entonaba Dylan en 1964. O tal vez sí, porque en cierto modo más que a un cambio asistimos a un retroceso, si bien en versión videojuego o algo parecido. Me refiero a ese ir y venir de misiles con el que se entretienen ahora ciertos estados embrutecidos y sus líderes infantilizados. Incluso el sindiós de Cachemira regresa a la actualidad como el potencial conflicto que siempre fue. En fin, casi, casi al borde de lo que cantaba el bueno de Bob: “Hay una batalla afuera y está empeorando”.

            Sin embargo, a diferencia de entonces, cuando el estrés nuclear nos tenía a todos verdaderamente estremecidos y no era extraño encontrar todo tipo de contestación, ya fuera en forma de movimientos y manifestaciones, ya fuera en formato escrito con la firma de la intelectualidad global, que en aquellos años era otra intelectualidad, la sensación ahora es que ésa no es nuestra pantalla. Convertido el mundo en lo que el periodista italiano Alessandro Baricco llama The Game, un misil por aquí o un misil por allá parece más bien un asunto virtual y apenas hay voces que se alcen contra semejante nueva barbarie desatada. De hecho, ante el desbarajuste general, lo nuclear ya no asusta, sino que promueve el selecto turismo que se acerca cada vez más a oler la radioactividad en Chernóbil.

            Es más, acomodados a los desvaríos del gran canalla americano, a las chulerías del bufón ruso o a las calamidades del ogro norcoreano, todo parece un simple guión de una de esas series de éxito que estamos obligados a consumir. Y como tales, como consumidores de series, recibimos noticias que en otro momento histórico hubiesen causado gran alarma social. Hoy no, hoy sólo aguardamos al próximo capítulo o a la siguiente temporada, como si sólo fuera materia para la ficción. Ya no son falsas noticias como tales asumidas. Es un eslabón más en el disparate: el de la realidad convertida en puro delirio.

Publicado en La Nueva Crónica, 25 agosto 2019