Sea
por ser estos unos tiempos de desconcierto, sea sencillamente por la desidia
general, rábanos y hojas son objeto de confusión reiterada, en ocasiones no sin
intención, y me atrevería a decir que en el marasmo lo que triunfan son las
hojas. Mal negocio porque, como bien sabemos, las hojas son muy vistosas pero
no se comen; en cambio, el rábano es la raíz, está oculto bajo tierra, pero es
lo nutritivo. Y así quienes confunden lo uno con lo otro no es extraño que
desemboquen en indigestión.
Es
fenómeno muy común, como digo, así en las modestas capillas como en los más
elevados altares. De modo que bastarán algunos ejemplos para explicarlo y un
corolario final para que la crítica se muestre constructiva, tal y como enseñan
las buenas costumbres.
En
el follaje se perdió, y de ahí algunos resultados y algunas abstenciones, el
debate previo a las elecciones europeas, enredado en el machismo de unos y en
la inquebrantable fe femenina de otros, lo cual, siendo asunto relevante, no
deja de ser salirse por la tangente. Extraviarse en el enramado es la respuesta
que el Gobierno y sus sucursales dieron a la manifestación del 6 de abril en
León, es decir, frente a la reivindicación global de las infraestructuras
ferroviarias que clamaron unos, responden otros con el escaparate de que un AVE
menguado llegará, dicen, para mayo de 2015. Distraerse en el verdor es lo que
hacen algunos electos al confesar que se conforman con un sueldo
europarlamentario de 1.900 euros, cuando de hecho cobrarán lo que todos y con
ello harán lo que estimen conveniente, como cualquiera, cederlo a su partido,
gastarlo en pipas o donarlo a la ciencia en cómodas porciones. Y, en fin, nadie
como Joan Rosell, líder de nuestro empresariado, para demostrar maestría en el
noble arte de esconderse en la fronda cuando propone, conspicuo él, que los
padres rebajen derechos laborales a favor de leves mejoras en los de sus hijos.
Son
ejemplos, como hemos apuntado, pero bastante ilustrativos de por donde nos
andamos, porque, desde luego, no se agota con ellos el catálogo. Cabe
preguntarse, pues, si esta amplia confusión, además de lo que en sí misma
encierra, es demagogia, es ignorancia o es cinismo. Esto es, si se detiene en
la mera enunciación o si forma parte de un comportamiento social, en cuyo caso,
estaríamos más bien ante un mal mayor, una especie de enfermedad no
diagnosticada y, claro está, no tratada. La conclusión es que así lo parece si
atendemos a la normalización y extensión de estos vicios verbales y no
verbales.
Adonde
queremos llegar por tanto es a señalar una necesidad más de cambio, cuando
tantos y en tantas materias se reclaman, en este caso el que se refiere al uso
torcido del lenguaje, que en realidad no es más que el uso torcido del
pensamiento. Estos juegos tan políticos, en los que todos caemos, no son
permisibles en nadie, pero menos aún en quienes debieran ejercer una pedagogía
sana. Traigamos a colación una muestra más absolutamente palmaria. ¿Por qué,
mes a mes, trimestre a trimestre, nos perdemos en las hojas de las cifras de
desempleo y no reconocemos de una vez por todas que el rábano del paro excesivo
ha llegado a convertirse en nuestro país en algo estructural? ¿Por qué no
reconocer que tardaremos diez, quince años o más, si todo nos es favorable, en
recuperar niveles de empleo medianamente dignos? ¿Por qué, a partir de ese
reconocimiento y con la comunión de la ciudadanía, no se trabaja en estrategias
a medio y largo plazo que permitan, sí, aventurar luces al final del largo
túnel mientras se potencia mecanismos de protección social para aguantar tanta
oscuridad?
Largo me lo
fiáis, se dirá, no son esos los ritmos de la política ni los vértigos a los que
nos han acostumbrado. Ahora parece que lo más urgente, volviendo sobre las
hojas, es decidir sobre monarquía o república, sobre Cataluña o España, sobre
primarias o secundarias; pero ninguna de esas disyuntivas, aun importantes,
solucionará nuestras problemas de fondo. Porque lo que necesitamos sobre todo
son rábanos para alimentarnos y no pasar hambre. Se trata, como decíamos al
principio, de ir a la raíz del asunto que es donde realmente se esconden o nos
esconden los nutrientes.
Publicado en Diario de León, 9 junio 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario