La
actitud ante las versiones (las buenas versiones, por supuesto; del resto mejor
no hablar) requiere generosidad. No sirven de nada ni la ortodoxia ni el
purismo. Incluso cuando se producen aparentes irreverencias, es preciso
mostrarse espléndidos y acogerlas con espíritu esponjoso. Sólo así nos estará
permitido disfrutar de giros copernicanos que terminan por merecernos la pena.
Sucede
esto cuando una versión levanta un puente de dudoso tránsito entre formas no conciliables.
Para empezar, el cambio de lengua es ya un salto abrupto que reclama otros
acomodos rítmicos. Lo mismo que un giro radical entre estilos, que obliga a
todo tipo de ajustes finos. O la traslación de geografías, que modifica
públicos, ambientes y sentidos. Todo esto, en fin, cuando se realiza con
talento no supone un sacrilegio, como piensan los exquisitos, sino que ensancha
las posibilidades de una composición hasta límites insospechados.
Por
ejemplo, basta tomar Hotel California de los Eagles, la seña más notable del llamado
country rock o soft rock, según se mire. Más que una simple canción, todo un
arquetipo, un éxito incuestionable conforme a los cánones establecidos. A estas
alturas de la historia, casi un objeto de culto para cuantos en ella se han
deleitado hasta la saciedad. Incluso para quienes la puedan aborrecer, no deja
de ser una referencia. Pues bien, hete aquí que llegan unos señores franceses,
los Gipsy Kings, y le hacen un traje. Bajo las reglas de ese híbrido suyo de
flamenco, pop y rumba catalana, se llevan el ídolo sagrado a los tercios del
español más o menos chapurreado, a los compases rumberos más destartalados y a
los caminos por los que circulan las carretas gitanas. Lo que podía esperarse
de semejante mutación es, como poco, la profanación y la blasfemia musical.
Pero no, el producto final, con amplitud de miras, es talentoso y resultón.
Cierto que no es válido para todos los oídos ni sensibilidades, pero sin duda
alguna sí merecedor de respeto y de consideración. Una mixtura bien resuelta y
mejor gozada si se recibe en directo.
Es
el patrón por antonomasia de un modelo de fusión no como cualquier otro. Tuvo
su precedente, fallido, en la adaptación que hizo El Príncipe Gitano del In
the guetto de Elvis
Presley, citada aquí sólo en la categoría de anécdota, pero que si alguien la
desconoce debería acudir de inmediato a los archivos para ponerse al día en el
capítulo de la infamia. Por más que la infamia pueda ser, y lo es en este caso,
simpática. Incluso hay otros experimentos suculentos de saltos al vacío, como
el All my Loving de los Beatles en versión de Los Manolos, claramente
continuadora de la que resaltamos en cabecera. Y otra mezcla curiosa, aunque de
naturalezas bien diferentes, fue la recreación que hiciera Pata Negra del Juan
Charrasqueado de
Jorge Negrete, otra demostración sabia del buen hacer en esta materia turbia.
En
fin, dicho quedó al principio. Generosidad en las orejas y en la disposición.
De lo contrario, acabaremos tan encasillados como un diccionario antiguo. Y,
eso sí, criterio, mucho criterio.
GIPSY
KINGS: https://www.youtube.com/watch?v=qEYPcOnRmEI
Publicado en genetikarockradio.com, 21 febrero 2015
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