Desde
que Lope de Vega en La Dorotea y
Baltasar Gracián en El Criticón,
ambos allá por el siglo XVII, señalaron como moraleja el refrán “obras son
amores, que no buenas razones”, a pocos se les escapa que lo que realmente
cuenta son las acciones, no las palabras. Sin embargo, no todo el mundo se rige
por ese principio y menos aún en tiempos electorales como los que se avecinan,
donde la confusión será norma y obras y razones formarán una amalgama borrosa
que más vale que deslindemos con cuidado. Veamos algunas muestras para empezar.
El
pasado 9 de diciembre, la Ministra Fátima Báñez compareció en el Congreso para
dar cuenta de una información de la Inspección de Trabajo sobre las horas
extras en nuestro país el año pasado. Independientemente de su legalidad o no,
donde no entró la Ministra, conviene saber que del total de horas extras
realizadas en España en el año 2008 no fueron remuneradas a quienes las
trabajaron el 37’9%. En 2009 no lo fueron el 42’3%. El 44’6% en 2010. El 46’6%
en 2011. En 2012 aumentó la tasa de horas no pagadas al 57’2%. Y fueron más en
2013: el 59’3%. Y ya el colmo confesado en sede parlamentaria: al final del
tercer trimestre del año 2014, el 60’6%. Nada se dijo del porqué de este
incremento constante y escandaloso, aunque nadie discute que las empresas
abusadoras asumen sin más las sanciones, 6.251 euros como máximo sin importar
el número total de horas o de trabajadores estafados. En las Cortes y en el
Ministerio sólo hubo palabras, nada más, es lo que tiene la fe desmedida en la
flexibilidad. Y la Inspección de Trabajo continúa sin tener una campaña específica sobre horas
extras, es decir, obras, limitándose en exclusiva a responder a las denuncias
concretas de personas o sindicatos.
Muchas
de esas horas extra, sin duda, tuvieron sede en la provincia de León. Pues
bien, a ese trabajo gratis, que debería contribuir en verdad a aliviar el
desempleo, se añade en nuestro caso un panorama salarial desolador. Ha sido la
Agencia Tributaria en un informe de 2014 quien nos lo ha advertido. Resulta de
él que en torno a un 20% recibió un sueldo menor a la mitad del salario mínimo
(SMI), es decir, cobraron menos de 323 € casi 33.000 personas en nuestra
provincia. Aproximadamente, otras 20.000 se movieron en el umbral del SMI, que
sumadas a las anteriores son algo más del 31 % del total. Y, por no entrar en
excesivos detalles, el 44’3 % de trabajadores y trabajadoras en León
dispusieron de un salario en 2014 que no superó dos veces el SMI, esto es,
1.290 euros mensuales. También éstos son hechos, obras, resultantes de una
legislación laboral, razones, que ha convertido el mercado en un bazar chino o
similar. Es un zoco donde los mercaderes trafican en realidad con seres humanos
en pos, dicen, de la competitividad sin importar a qué precio. O sí, porque al
cabo el precio, el salario, es uno de los principales obstáculos para que en la
provincia avance mínimamente la negociación colectiva. De tal manera que a unos
precios a la baja se suma una ausencia de regulación, conformando un paisaje
idóneo para buitres y otras especies depredadoras que campan a sus anchas.
En
consecuencia, se entiende bien el éxodo, otra obra excelsa de las políticas
sobre el territorio. Cuentan las estadísticas del INE que la provincia de León
ha perdido población de un modo incesante a lo largo del periodo de la crisis
(también antes, evidentemente, existía esa tendencia), de tal manera que, desde
2008, 15.506 personas han desaparecido de sus cifras en el contorno provincial.
Sea por razones vegetativas o por pura migración, lo cierto es que ese caudal
es dudosamente recuperable y constituye otro lastre monumental, quizá el más
importante, para que algún día este espacio vuelva a tener aliento. Por el
contrario, lo que ocurre además con esa pérdida, lo mismo que con las horas
extra fantasma, es que la provincia ajusta el número de afiliados a la
Seguridad Social con el de asalariados cotizantes, convirtiendo el balance
final en insostenible. Obsérvense las siguientes cifras del pasado mes de
octubre: frente a las150.871 personas de alta en el sistema existen 142.607 que
reciben algún tipo de pensión. Bastaría añadir los subsidiados para rematar el
empate.
En
fin, allá por 2012, en medio de uno de los peores años del cataclismo, ya
escribíamos aquí al hilo del mismo antiguo refrán, aunque entonces
enfrentábamos obras con amores. Ahora, en pleno año del espejismo, poco ha
cambiado en el mapa, aunque evitemos el sentimentalismo y confrontemos
sencillamente obras con razones para un mejor entendimiento. Vendrán pronto
discursos y arengas que maquillarán cuanto aquí se ha enunciado, pero la
exposición de estas obras a través de los datos no soporta contestación.
Algunas de las razones de por qué ocurre esto las sabemos bien. Sólo resta
actuar en consecuencia y, verdaderamente, las citas electorales son un desafío
capital para tener muy en cuenta la moraleja de Lope y de Gracián. Quizá su
lectura podría ser el primer paso para cambiar de políticas.
Publicado en Diario de León, 8 febrero 2015
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