Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 17 de febrero de 2019

Patrimonio

     Adelantándose al bazar electoral o para rematar una legislatura más bien pobre y enredada, las derechas municipales han lanzado la propuesta de que la ciudad de León sea declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Es lo que más gusta a estos ediles de tres al cuarto: los títulos tan sonoros como vacíos o efímeros. Así sucedió con la cuna del parlamentarismo, con el manjar de reyes, con León está de moda y con otras etiquetas improductivas. Pasan y nada queda de ello en el ser común.

     Con toda seguridad, hay en la ciudad más de una muestra insigne del genio creativo del ser humano que merece la mayor de las condecoraciones, pero de ahí a considerar que toda ella cumple los criterios de selección establecidos para ser incluida en la Lista del Patrimonio Mundial media una gran distancia. Sobre todo porque es una ciudad rota y descuidada, su conjunto histórico está salpicado por solares abandonados, la actividad económica preeminente en él o casi exclusiva es la hostelera, no es un lugar precisamente habitable, las supuestas restauraciones son de escaparate, sus orígenes viven ocultos bajo el peso del urbanismo especulativo, la actividad comercial tradicional ha sido devorada por el reinado de grandes superficies y franquicias, es oscura, su ensanche y sus barrios son acreedores de una mejor calidad de vida… y, además, por el camino se ha dejado arrebatar para siempre buena parte de su alma, tal y como demostró Juan Carlos Ponga en el libro León perdido. Tan perdido que hasta el propio libro es hoy inencontrable.

     Sin remontarnos a tiempos remotos, gran parte de ese patrimonio urbano desapareció durante los últimos treinta años del pasado siglo, es decir, durante el gobierno de la misma dinastía municipal que ahora presume de preocupación por el mismo y clama por una vitola para su pervivencia futura. No está mal cambiar de idea, sobre todo si en paralelo se proponen o adoptan otras medidas complementarias que den fe de esa mudanza, lo cual está aún por demostrase.

Publicado en La Nueva Crónica, 17 febrero 2019

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