Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 11 de agosto de 2019

Barcos


Tiempo atrás, en los momentos más agudos de las crisis y cuando aún pensábamos que aquello tendría marcha atrás, una ministra, sembrada ella, echó mano de la metáfora del barco para diluir responsabilidades y afirmar cándidamente que todos íbamos en el mismo barco. Esto era falso, por supuesto, pero, aunque así hubiera sido, sabemos bien que dentro de una misma embarcación se puede viajar en camarote o en bodega y no es del todo equivalente.

Dicho lo cual, el barco es también una imagen muy veraniega. De hecho, la reiteración de noticias habidas en estos meses de calor con tales vehículos flotantes como protagonistas nos confirman aún más la frivolidad de aquella ministra. Entonces, ahora y siempre.

Porque, más allá de flotar, poco tienen que ver las cualidades y los tripulantes de barcos de rescate en el Mediterráneo, como el Open Arms o el Sea Watch, con los cruceros que transitan por el mismo mar cargados con un turismo intensivo y difícilmente sostenible. Tampoco resulta equiparable la flota pesquera española que vuelve a faenar en aguas de Marruecos, buscándose la vida, con los veleros que compiten en regatas, el Aifos real a la cabeza, cuya vida está más que blindada. Del mismo modo que a nadie se le ocurriría comparar los gigantescos petroleros que sortean las marejadas de todo tipo en el Golfo con los ferries abarrotados de pasajeros que sufren habituales accidentes en aguas filipinas. Y, en fin, capítulo aparte merece la nao Victoria, primer navío que circunvaló el planeta hace 500 años guiado por Magallanes y por Elcano, poco más en realidad que los barquitos minúsculos que surcan durante estos meses estivales el pantano de Riaño.

Si nos fijamos bien y no exageramos, el único barco que de verdad compartimos todos en mayor o menor medida es aquel al que cantaba Serrat, con el mismo pero ya distinto Mare Nostrum al fondo, cuya actualidad nunca se desvanece: “barquito de papel sin nombre, sin patrón y sin bandera, navegando sin timón donde la corriente quiera…”

Publicado en La Nueva Crónica, 11 agosto 2019

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