Tiempo atrás,
en los momentos más agudos de las crisis y cuando aún pensábamos que aquello
tendría marcha atrás, una ministra, sembrada ella, echó mano de la metáfora del
barco para diluir responsabilidades y afirmar cándidamente que todos íbamos en
el mismo barco. Esto era falso, por supuesto, pero, aunque así hubiera sido,
sabemos bien que dentro de una misma embarcación se puede viajar en camarote o
en bodega y no es del todo equivalente.
Dicho lo cual,
el barco es también una imagen muy veraniega. De hecho, la reiteración de
noticias habidas en estos meses de calor con tales vehículos flotantes como
protagonistas nos confirman aún más la frivolidad de aquella ministra.
Entonces, ahora y siempre.
Porque, más
allá de flotar, poco tienen que ver las cualidades y los tripulantes de barcos
de rescate en el Mediterráneo, como el Open
Arms o el Sea Watch, con los
cruceros que transitan por el mismo mar cargados con un turismo intensivo y
difícilmente sostenible. Tampoco resulta equiparable la flota pesquera española
que vuelve a faenar en aguas de Marruecos, buscándose la vida, con los veleros
que compiten en regatas, el Aifos
real a la cabeza, cuya vida está más que blindada. Del mismo modo que a nadie
se le ocurriría comparar los gigantescos petroleros que sortean las marejadas
de todo tipo en el Golfo con los ferries abarrotados de pasajeros que sufren
habituales accidentes en aguas filipinas. Y, en fin, capítulo aparte merece la
nao Victoria, primer navío que
circunvaló el planeta hace 500 años guiado por Magallanes y por Elcano, poco
más en realidad que los barquitos minúsculos que surcan durante estos meses
estivales el pantano de Riaño.
Si nos fijamos
bien y no exageramos, el único barco que de verdad compartimos todos en mayor o
menor medida es aquel al que cantaba Serrat, con el mismo pero ya distinto Mare
Nostrum al fondo, cuya actualidad nunca se desvanece: “barquito de papel sin
nombre, sin patrón y sin bandera, navegando sin timón donde la corriente
quiera…”
Publicado en La Nueva Crónica, 11 agosto 2019
Artículo redondo, cómo siempre.
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