Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 15 de marzo de 2020

Viajeros


            Hemos sabido recientemente que el ferrocarril perdió el año pasado en España 17 millones de pasajeros, un 2’8% respecto al año anterior. También el transporte de mercancías se hundió un 3’13%. Son datos que debieran preocuparnos sobre todo en un entorno en el que pugnan con ímpetu lo individual y lo colectivo, lo privado y lo público, lo insostenible y lo soportable, así en el ámbito de los transportes como en todo género de situaciones. Cierto que una única anualidad no es referencia suficiente para extraer conclusiones y habrá que esperar a ver qué ocurre en 2020, año en el que sin duda algo muy negativo sucederá también en ese mismo campo como consecuencia de la enfermedad que ahora mismo todo lo envuelve. Habrá que ver y habrá que esperar tiempos normales, pero por el momento cabe pensar en cierta anomalía en el comportamiento de pasajeros y mercaderes y, probablemente, en los operadores.

            De momento, sabemos también que a Renfe le costaron más de cinco millones de euros las indemnizaciones a las que tuvo que hacer frente sólo por retrasos del AVE en ese año 2019. Sumemos a ello las de otro tipo de sucesos y en otro tipo de servicios, no siempre imprevisibles. Encontraremos ahí, con toda probabilidad, uno de los motivos para el desánimo de las personas usuarias que acaban llevándolas a la deserción. Las conexiones y desconexiones desde la estación de León son muy vistosas en ese sentido: a veces por los elementos, a veces por desidia, a veces por pura precariedad reiterativa y muchas otras veces por deficiencias perennes en la infraestructura.

            El escaparate de la alta velocidad ha opacado muchas insuficiencias o las ha acentuado. En cualquier caso, ha acrecentado nuevas desigualdades entre los pasajeros de unas y otras líneas y entre territorios según los servicios de los que se les dote. En eso encuentran su oportunidad la rapiña de algunos vuelos domésticos y la competencias de ciertas compañías de autobús. O, mucho peor aún, la melancolía del vehículo privado.

Publicado en La Nueva Crónica, 15 marzo 2020

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