Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 10 de noviembre de 2014

Brel / Denver / Bowie


     

     El caudal de las versiones permite construir puentes que a veces resultan insospechados, pero que, bien mirados, parece que unen orillas predestinadas. De paso, contribuyen a reponer en primer plano canciones y creadores que nunca debieran haberlo abandonado si no fuera por la voracidad del comercio y las pocas ganas que tienen las audiencias de indagar en algo que esté más allá de sus ombligos.

     Ámsterdam es una ciudad navegada por canales y por tanto abundante en puentes. Cuentan que hay unos 1.500. Se dice también que su origen estuvo en un pequeño puerto pesquero que llegó a ser uno de los principales enclaves de la Compañía de Indias Orientales, aunque en la actualidad, que es adonde queremos llegar, poco queda de aquella historia, salvo lo que se recoge y se canta todavía en viejas canciones marineras. O no tan viejas: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos cantando / los sueños que les asedian (…) En el puerto de Ámsterdam / hay marinos que mueren / llenos de cerveza y de dramas / con las primeras luces. / Pero en el puerto de Ámsterdam / hay marinos que nacen / en el calor espeso / de lánguidos océanos”.

     Jacques Brel puso letra y música a esta canción portuaria en el año 1964. El artista belga, referente de la chanson francesa, y su canción viajaron luego hasta  Nuevo México en 1970 para encontrarse allí con John Denver, enseña de las músicas country. Y, acto seguido, recorrieron el puente a la inversa hasta desembocar más o menos en Londres, hacia 1973, donde les aguardaba la insignia del eclecticismo musical por excelencia, David Bowie. En suma: el mar del cancionero va y viene como el oleaje para recalar en los puertos a veces más variopintos: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos que bailan / frotándose la panza / con la de las mujeres. / Y giran y bailan / como soles escupidos. / En el sonido desgarrado / de un acordeón rancio / retuercen el cuello / para escucharse mejor reír, / hasta que de pronto / el acordeón expira. / Entonces, con un gesto grave, / entonces, con la mirada orgullosa, / acompañan a su holandesa / hasta el amanecer”.

     Dans le port d’Amsterdam, titulada en sus mutaciones sajonas sencillamente Amsterdam, enlaza perfectamente con la tradición antigua de los cantos marineros. Cantables que hablaban de pescadores, de piratas, de marinos atrevidos y de los trabajos de la mar, que hoy apenas si tienen hueco en el vendaval temático de nuestras músicas. Cantables bretones, gaditanos o irlandeses. No sería ésa seguramente la intención de Brel, ni la de Denver o Bowie al rescatarlas para sí, pero retratan a la perfección unos ambientes y costumbres, de acá y de allá, a las que ya no asistiremos, una especie de cofre valioso perdido en el fondo del mar: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos que beben / y que beben y rebeben / y que rebeben aún. / Beben a la salud / de las putas de Ámsterdam, / de Hamburgo o de otros sitios. / En fin, beben por las damas / que les dan su bonito cuerpo, / que les dan su virtud / por una pieza de oro. / Y cuando han bebido bien, / se plantan nariz al cielo, / se limpian los mocos en las estrellas / y mean como yo lloro / sobre las mujeres infieles”.

Publicado en genetikarockradio.com, 10 noviembre 2014

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