El
caudal de las versiones permite construir puentes que a veces resultan
insospechados, pero que, bien mirados, parece que unen orillas predestinadas.
De paso, contribuyen a reponer en primer plano canciones y creadores que nunca
debieran haberlo abandonado si no fuera por la voracidad del comercio y las
pocas ganas que tienen las audiencias de indagar en algo que esté más allá de
sus ombligos.
Ámsterdam es
una ciudad navegada por canales y por tanto abundante en puentes. Cuentan que
hay unos 1.500. Se dice también que su origen estuvo en un pequeño puerto
pesquero que llegó a ser uno de los principales enclaves de la Compañía de
Indias Orientales, aunque en la actualidad, que es adonde queremos llegar, poco
queda de aquella historia, salvo lo que se recoge y se canta todavía en viejas
canciones marineras. O no tan viejas: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos
cantando / los sueños que les asedian (…) En el puerto de Ámsterdam / hay
marinos que mueren / llenos de cerveza y de dramas / con las primeras luces. /
Pero en el puerto de Ámsterdam / hay marinos que nacen / en el calor espeso /
de lánguidos océanos”.
Jacques Brel
puso letra y música a esta canción portuaria en el año 1964. El artista belga,
referente de la chanson francesa, y su
canción viajaron luego hasta Nuevo
México en 1970 para encontrarse allí con John Denver, enseña de las músicas country. Y, acto seguido, recorrieron el puente a la inversa
hasta desembocar más o menos en Londres, hacia 1973, donde les aguardaba la
insignia del eclecticismo musical
por excelencia, David Bowie. En suma: el mar del cancionero va y viene como el
oleaje para recalar en los puertos a veces más variopintos: “En el puerto de
Ámsterdam / hay marinos que bailan / frotándose la panza / con la de las
mujeres. / Y giran y bailan / como soles escupidos. / En el sonido desgarrado /
de un acordeón rancio / retuercen el cuello / para escucharse mejor reír, /
hasta que de pronto / el acordeón expira. / Entonces, con un gesto grave, /
entonces, con la mirada orgullosa, / acompañan a su holandesa / hasta el
amanecer”.
Dans le
port d’Amsterdam,
titulada en sus mutaciones sajonas sencillamente Amsterdam, enlaza perfectamente con la
tradición antigua de los cantos marineros. Cantables que hablaban de
pescadores, de piratas, de marinos atrevidos y de los trabajos de la mar, que
hoy apenas si tienen hueco en el vendaval temático de nuestras músicas.
Cantables bretones, gaditanos o irlandeses. No sería ésa seguramente la
intención de Brel, ni la de Denver o Bowie al rescatarlas para sí, pero
retratan a la perfección unos ambientes y costumbres, de acá y de allá, a las
que ya no asistiremos, una especie de cofre valioso perdido en el fondo del
mar: “En el puerto de Ámsterdam / hay marinos que beben / y que beben y rebeben
/ y que rebeben aún. / Beben a la salud / de las putas de Ámsterdam, / de
Hamburgo o de otros sitios. / En fin, beben por las damas / que les dan su
bonito cuerpo, / que les dan su virtud / por una pieza de oro. / Y cuando han
bebido bien, / se plantan nariz al cielo, / se limpian los mocos en las
estrellas / y mean como yo lloro / sobre las mujeres infieles”.
JACQUES
BREL: http://www.youtube.com/watch?v=REKfgS1_A5I
JOHN
DENVER: http://www.youtube.com/watch?v=_5pwk3AAjjk
DAVID
BOWIE: http://www.youtube.com/watch?v=hclGllr8bqA
Publicado en genetikarockradio.com, 10 noviembre 2014
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