Lo
cierto es que hoy pocos son los que conocen, o reconocen, a Lou Reed en Nueva
York o en todos los Estados Unidos. Cuenta al respecto Diego Manrique que se
cansó de preguntar por él hasta que sólo un taxista respondió de un modo más o menos
afirmativo: “Sí, claro, el de Walk on the wild side. Pero ¿sigue vivo?”. Es decir,
que así se desvanecen las glorias de este mundo o así de diferentes son los
sentires en unos y en otros mundos. Y algo relacionado con el sentir de este
mundo de acá tuvo que ver sin duda con nuestra devoción inicial por los
primeros años del Lou Reed solista, después de que hubiese sido expulsado de su
grupo seminal, The Velvet Underground.
Porque
sucede también hoy en día que cualquier muchacho o muchacha, gracias a la
televisión sobre todo y al cine o a otras pantallas más recientes, conocen
mejor la ciudad de Nueva York que aquélla en la que habitan. O al menos están
tan familiarizados con ese paisaje urbano como con el suyo propio: distinguen
sus rascacielos, saben que esa masa verde se llama Central Park y casi hasta
sabrían moverse por las líneas del metro. Nosotros, sin embargo, tuvimos
siempre pocas referencias de esa urbe y casi siempre nos llegaron a través del
cine negro, de la literatura y de la música o relacionadas con ello: el Hotel
Chelsea, por ejemplo, que nos imaginábamos repleto de artistas en orgía
perpetua; el edificio Dakota, en cuya entrada fue asesinado John Lennon; o las
canciones de Lou Reed, que nos proponían un paseo por su lado salvaje. El resto
era pura fantasía. De modo que a nadie le extrañará que allá por 1972
acogiésemos algunos de sus textos como una invitación al viaje con destino
final en aquella Sodoma.
“Viciosa,
/ me atacas con una flor, / lo
haces a todas horas. ¡Oh, nena, eres tan viciosa!”. Qué íbamos a pensar
nosotros al escuchar este tipo de declaraciones mientras jugábamos al futbolín
en un oscuro local de una calle secundaria de un barrio periférico de una
ciudad provinciana de una España gris. Alguien la seleccionaba de un modo
reiterado en el jukebox para que nos imaginásemos que no, que en realidad aquel
garito podía estar situado perfectamente en un barrio neoyorkino, donde nos
reuníamos para componer canciones sobre la fauna lujuriosa del exterior, que,
desde luego, estaba dispuesta a compartir libremente cualquiera de nuestras
proposiciones. ¡Vaya una pandilla de mendrugos! Menos mal que siempre había
alguien lúcido que nos recordaba nuestra realidad prosaica y nos advertía de
que era hora de irse a cenar, a casa de papá y de mamá naturalmente, y entonces
coreábamos otra parte de esa canción, Vicious, que nos hacía sentirnos más
enteros y poderosos: “Cuando te veo venir, sólo quiero huir / bien lejos, / no
eres la clase de persona con la que quiero estar”.
Vicious se incluyó en el álbum
«Transformer», grabado en 1972 y producido por David Bowie en plena era glam,
cuando Lou Reed había abandonado aquella ciudad de Nueva York, donde no fue
profeta, y se había ido a Londres. Fue su logro comercial más importante y
desde entonces siempre estuvo mejor considerado en Europa que al otro lado del
Atlántico. http://www.youtube.com/watch?v=T0c8Q6doiJI
Publicado en genetikarockradio.com, 16 septiembre 2013
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