Metido como anda habitualmente Moderato Cantábile en los
asuntos del cancionero y sus temáticas, a veces nos olvidamos de lo evidente:
que más allá o más acá de los contenidos que nos permiten confeccionar nuestras
playlist y todo su envoltorio, la base de nuestro trabajo son precisamente las
canciones y, en ocasiones, ese término es sin más el que sirve de marca para un
extensísimo ramillete de cantables. Es como una redundancia, una especie de
pleonasmo, quizá un axioma innecesario o
un vicio expresivo, pero, si nos paramos a pensar, descubriremos cuántas
canciones en realidad incluyen en sus títulos sin más ese término tan obvio.
De modo que, circunscribiendo la búsqueda a lenguas
peninsulares y excluyendo otros nombres parejos como canto o cantar, no es
poca la cosecha. Y será mediante su repaso como conseguiremos entender el
porqué de que una canción se cite a sí misma como tal, a veces sin más detalle,
otras con adyacentes más o menos esclarecedores, siempre con referencia al
núcleo seminal y lírico del caso: aquellas composiciones poéticas con todos los
caracteres de la oda, que es lo que habita en nuestros orígenes.
La mayor simplicidad de todo el repertorio nos la
ofrecen Lluis Llach y Luis Pastor con sus títulos diminutivos, como si restaran
importancia a lo que cantan. Sin embargo, una y otra cancioncilla son en
realidad palabras mayores. La de Llach, Cançoneta [https://www.youtube.com/watch?v=3BGgNE0hc8Q],
mudó de hecho con el tiempo y la popularidad para convertirse en La
gallineta, todo un himno a la rebeldía para una España todavía hundida
en las sombras del franquismo. Por su parte, la de Pastor, Cancioneta [https://www.youtube.com/watch?v=AKuijneuwf4],
se sirve de un texto del poeta León Felipe para retratar con ironía un mundo
lleno de burgueses, misas, proletarios y fascistas. Asuntos no menores, pues, a
pesar de tan modestos titulares. Modestos o enigmáticos, nunca se sabe, porque
el remate más adecuado para la sencillez no es otro que la duda expresa, tal y
como refiere el uruguayo Alfredo Zitarrosa en su genial Canción de qué [https://www.youtube.com/watch?v=7fqBVtpbh_Y],
un auténtico jeroglífico verbal de muy altos vuelos.
El segundo capítulo del cancionero cancioneril es
aquel que explicita la razón de ser de esas canciones de escaso nombre mediante
una adyacencia tradicional que acota los significados. Lo hizo así Paco Ibáñez,
con letra de Federico García Lorca, en la Canción del jinete [https://www.youtube.com/watch?v=rY2osp2h3yg],
prehistoria de la canción de autor tan viva como sus firmas. Lo hizo así mismo,
mucho más trovadoresco, Amancio Prada con su Canción de amor nº 2 [http://www.youtube.com/watch?v=It1jroim9o8],
un delicado ejercicio de álgebra sentimental. Lo hizo igualmente un joven Joan
Manuel Serrat con su Cançó de matinada [http://www.youtube.com/watch?v=tS6TskiEhEE&feature=kp],
reivindicación naturalista tanto de la lengua vernácula como del paisaje
propio. Y lo hizo, en fin, el panameño Rubén Blades con su Canción del fin del mundo
[https://www.youtube.com/watch?v=NJwBkX_ef7g],
una exaltación del baile y del ritmo frente al ocaso. Como observaréis, son
maneras de nombrar y maneras de cantar.
En fin, llegamos ya al tercer cajón de esta entrega.
El que acoge a aquellos cantables modestos en su título pero con objetivos bien
claros. Por ejemplo, Canción consumo de Luis Eduardo
Aute, la apología cantada del anti-consumismo o la anti-publicidad comercial
hecha canción [http://www.youtube.com/watch?v=BgeEUIyyQ5k].
Lo mismo sucede en Canción con todos de Mercedes Sosa, un himno de exaltación a la
universalidad latinoamericana por encima de cualquier frontera [https://www.youtube.com/watch?v=icrCSlBGkl0&feature=kp].
Y en Canción
para mi muerte de Charly García, en realidad un epitafio más que un
cantable propiamente dicho [https://www.youtube.com/watch?v=njgGMPw7XmQ&feature=kp].
Aunque quizá las que mejor expresan esa voluntad de destino sean aquellas que
son verdaderos regalos con receptor o receptora incluidos, particulares como Canción
para Pilar de Víctor Manuel [https://www.youtube.com/watch?v=cpd68E07rMg&feature=kp]
o la mucho más general y espléndida Te doy una canción de Silvio
Rodríguez [https://www.youtube.com/watch?v=EuZTetxhpE0&feature=kp].
Para acabar, no puede ignorarse el rastro que algunas
canciones dejan y que se convierte en guía de caminantes. Es decir, el
cancionero transfigurado en mapa de viajes interiores o exteriores. Así procede
Jorge Dréxler en Una canción me trajo hasta aquí [http://www.youtube.com/watch?v=xprQe72Ftyg&feature=kp],
aunque si bien se mira cualquiera de sus creaciones podría servir a tal
propósito. Y así actúa igualmente el incorregible crápula Joaquín Sabina en La canción
de las noches perdidas [http://www.youtube.com/watch?v=sEoRb2aPJPA&feature=kp],
que añade a su repertorio una cuenta más sobre la errática vida sentimental,
siempre en busca del último nombre de la última mujer.
Así que ya ven ustedes, el cancionero, del que tan
devotos somos, dispone de caminos en verdad inescrutables para abordar materias
que, si fueran más expresas, quizá no alentarían tantas sugerencias. El cantor
lo sabe y por ello se cuida de guardarse siempre un as en la manga: el del
título.
Y dos recomendaciones últimas, si se nos permite la
licencia. A pesar de que al principio de esta perorata desechamos otros
términos del mismo campo semántico, no puede cerrarse esta lista de canciones
sin un canto, el Canto a la libertad de José Antonio Labordeta [http://www.youtube.com/watch?v=HTykbu6dXhg&feature=kp],
y sin un cantar, en este caso en plural, los Cantares de Serrat junto
a Miguel Ríos [http://www.youtube.com/watch?v=SQJixrK8L-Y].
Publicado en Saba 14, agosto 2015
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