El estallido sucederá
dentro de un par de años cuando se cumpla el 50 aniversario de aquel mayo
francés por antonomasia: las televisiones, las emisoras de radio, los
periódicos, las editoriales, los suplementos culturales… todos los medios
volverán a escribir y a hablar de aquella primavera, la conmemoración tendrá el
rango y el boato de lo oficial y todos correrán en persecución del ángulo
original, de la fotografía escondida, de la declaración del protagonista anónimo:
“yo estuve allí”. No es el caso, claro, de Moderato Cantábile, siempre a
destiempo y siempre a contracorriente, que se adelanta a los acontecimientos
sin otro motivo que el de nuestra soberana voluntad y que os acerca en este
capítulo el cancionero que fuera de aquel mayo de 1968. Nadie diga, dentro de
dos años, que no sabía de qué iba.
Aunque para centrar el
asunto bien nos vendrá antes un poco de teoría, la que encontramos en el número
1 de la revista Action, órgano del
movimiento estudiantil francés en aquellas fechas: “…Los estudiantes toman conciencia de lo que se quiere formar con
ellos: los cuadros del sistema económico existente. Su lucha concierne a todos
los obreros, ya que es la misma lucha. Se niegan a llegar a ser profesores al
servicio de una enseñanza que selecciona a los hijos de la burguesía y elimina
a los otros. Se niegan a llegar a ser sociólogos fabricantes de slogans para
las campañas electorales del gobierno, sicólogos encargados de hacer funcionar
los equipos de obreros según los mejores intereses del patrón. La juventud estudiantil,
obrera, rechaza el futuro que le ofrece la sociedad actual, rechaza la
desocupación cada vez más amenazante, rechaza la universidad de hoy que sólo le
brinda una formación ultraespecializada, carente de valor, bajo el pretexto de
la selección; que reserva el saber sólo a los hijos de la burguesía; y que es
sólo un instrumento de la represión contra todas las ideas no conformes con los
intereses de la clase dominante”. Nada más y nada menos. ¿Han pasado en verdad
50 años desde entonces?
Pues bien, ¿qué
escuchaban aquellos jóvenes engagés,
aquellos jóvenes franceses y de otras partes del mundo, aparentemente tan
comprometidos y tan llenos de arrojo? A esa cuestión pretendemos responder
desde estas páginas y abrimos el desfile con ese fin. De modo que en el
principio no queda otra que situar la banda sonora gala propiamente dicha, con
una trilogía imprescindible: Serge Gainsbourg, que recreaba por entonces un
tema más que clásico, Les feuilles mortes, y lo reescribía
a su manera como La chanson de Prévert mientras se fumaba unos cuantos paquetes
de Gitanes [https://www.youtube.com/watch?v=IzuTdVJG-ck];
Léo Ferré, juglar épico de la chanson,
que ponía voz y música a un texto rojo-rojo del poeta Louis Aragon, L’affiche
rouge [https://www.youtube.com/watch?v=xGZ1lnwwYfs]; y el dandy Jacques Dutronc que, a pesar de las
algarabías callejeras, ofrecía en Paris s’éveille un verdadero tour
turístico por el despertar de la ciudad de la luz [https://www.youtube.com/watch?v=7whXkifG_ms]. Así estaban las cosas y así sonaban.
Pero, naturalmente, de
otras geografías llegaban otros sonidos, otros cantables y otros nombres que
hoy también son historia. Por ejemplo, en la imperial Gran Bretaña se libraban
las primeras escaramuzas entre los dos grupos seminales, que también se las
vieron en medio de la agitación del 68. Mick Jagger, al frente de los Rolling
Stones, compuso Street fighting man: “Pero ¿qué puede hacer un pobre chico /
excepto cantar en una banda de rock and roll? / Porque en el somnoliento
Londres / no hay lugar para un luchador callejero” [https://www.youtube.com/watch?v=NHugEELD8o8]. Y le respondería John Lennon, con sus Beatles,
en Revolution:
“Bien, dices que quieres una revolución, / bien, ya sabes, / todos queremos
cambiar el mundo, / pero cuando hablas de destrucción / ya sabes que no puedes
contar conmigo” [https://www.youtube.com/watch?v=BGLGzRXY5Bw]. Mientras tanto, los jóvenes de la Universidad
de Berkeley, en California se volvían pacifistas para clamar contra la guerra
de Vietnam y Bob Dylan se escondía en Nashville, impostaba su voz al estilo
country y grababa algunas de sus canciones más olvidadas, como I
threw it all away [https://www.youtube.com/watch?v=ww1gt6MHJRA]. Porque allá, en los Estados Unidos, a la vez
que alguien asesinaba a Martin Luther King, se escuchaba también la voz de Otis
Redding apostado en algún lugar del muelle, (Sitting on) The dock of the bay [https://www.youtube.com/watch?v=rTVjnBo96Ug]; y otros, más frívolos quizá, se citaban en las
discotecas, que en aquellos sesenta eran lo más de lo más, donde sonaban por
igual canciones como Pata pata [https://www.youtube.com/watch?v=lNeP3hrm__k] de Miriam Makeba, una señora sudafricana,
demostrando que lo étnico no es un fenómeno tan reciente, como Baby
come back [https://www.youtube.com/watch?v=5q3ALvb16EE] de los simpáticos Equals, la mejor escuela para
el baile de cadera.
Tampoco España conoció
una mala cosecha en aquel 1968. La encabezó Joan Manuel Serrat con una canción
que ponía en tela de juicio uno de los mandamientos de la moral familiar de la
época: el retorno inmaculado al hogar de las muchachas en flor Poco
antes de que den las diez [https://www.youtube.com/watch?v=GcRcjIBhFb4]. Porque al fin y al cabo no todo era decencia y
los hippies estaban a la vuelta de la esquina, es decir, Ibiza, Sisa y Pau
Riba, que escribían sus canciones de juventud como piezas canónicas del nuevo
folk-pop autóctono, según demostró el último de ellos en Muchacha de porcelana h[ttps://www.youtube.com/watch?v=OduZnhk1rVg].
Y estaba Jeannette, por supuesto, con su grupo, Los Pic Nic, que lanzaba
melancólicos mensajes de consuelo en Cállate niña [https://www.youtube.com/watch?v=5T13p0m760Q], mientras Los Canarios, el grupo de Teddy
Bautista, nos ponían de rodillas (Get on your knees), hacían bailar a
medio país y constataban que el soul también era cosa nuestra [https://www.youtube.com/watch?v=X5wW9xgKbDs].
Así fue, así lo vivimos,
y así volverá a sonar dentro de un par de años, en plena apoteosis, el
cancionero de aquel mayo francés, cuyo corolario no puede ser otro que la
provocadora Je t’aime moi non plus, compuesta por Serge Gainsbourg e
interpretada en un principio al lado de Brigitte Bardot, su gran amor
imposible: el tipo más feo de París y la rubia más deseada después de Marilyn [https://www.youtube.com/watch?v=v3nHpnhu8Ds].
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