Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 16 de septiembre de 2018

Títulos

     Cincuenta años después de aquello, conviene recordar que una de las reclamaciones exitosas del mayo francés fue que los “hijos de los obreros” alcanzasen la Universidad. Esto es, que ese espacio feudal y elitista abriera sus puertas y en lo posible universalizara su acceso. Ocurrió así hasta en España, que ya es decir, en parte gracias a un sistema más general de becas y también a través de una política mucho más aldeana que multiplicó campus y universidades.

     Conseguido ese objetivo de igualdad aparente, las mismas élites y dueños de los señoríos feudales convinieron que aquello era excesivo y que de alguna forma había que seguir marcando nivel de clase. Inventaron entonces los antiguos másteres y posteriormente los cursos de excelencia, cuyos precios de matrícula resultaban imposible para las gentes corrientes. A continuación, de acuerdo con las doctrinas neoliberales, aumentaron sin rigor alguno la oferta universitaria privada, lo que garantizaba en gran medida una titulación para sus descendientes a cambio de un pago generoso, como ya sucedía en etapas educativas previas. Y finalmente llegó Bolonia para rematar el barullo. Sus grados extendieron la adolescencia y elevaron el bachillerato a rango universitario, de tal manera que obligaron, mediante nuevos desembolsos, a afrontar másteres que aseguraran a las nuevas levas de estudiantes algo más que el simple acceso a una oposición para el empleo público. Y ahí estamos.

     Por eso, lo que hay detrás del tráfico de titulaciones universitarias no es otra cosa en el fondo que la punta de un iceberg. Los poderosos ceden espacio con un supuesto sentido filantrópico, pero procuran siempre el mantenimiento de sus privilegios de una o de otra forma, ya sea con la ley, ya sea con la trampa. Si bien se mira, el escándalo último de los másteres no es gran cosa si atendemos a la manipulación de todo el sistema en beneficio de los mismos, en beneficio de clase, que es lo que verdaderamente les importa. Esos másteres son anécdotas.

Publicado en La Nueva Crónica, 16 septiembre 2018

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