Blog de Ignacio Fernández

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martes, 12 de abril de 2016

Lengua e imperio

     Cuando se visita la localidad leonesa de Valencia de Don Juan, es fácil reconocer en ella los rasgos típicos de una mediana población rural, con cierto afán industrial y comercial y que ejerce, además, como cabecera de comarca. Entre ellos, a nadie extraña, mientras pasea por sus calles, toparse con carteles y letreros del siguiente tipo: “Now Academy”, “Paradise Home”, “Outlet. Restos de stock”… Tampoco sorprenderá, claro, observar cómo, a orillas del Esla, algún aficionado a eso del running se detiene para enviar un whatsapp o un tuit, justo antes de abrevar en un bar de la zona, donde los parroquianos escuchan e incluso tararean estribillos como estos: “Don't call my name, / Don't call my name, Alejandro / I'm not your babe, / I'm not your babe, Fernando” o “Rama la din don / Rama lama din din don / Rama lama lama lama lama din don”. En fin, rasgos típicos, decimos, de una población rural leonesa a estas alturas de la historia.

     Sin embargo, su Alcalde, y por si fuera poco también Presidente de la Diputación Provincial, se mostró molesto hace unas semanas cuando visitó el Senado español, adonde había acudido para asistir a un debate sobre diputaciones. Tanto es así que a su regreso declaró: “Cada uno habla el idioma que le da la gana”. Y acto seguido calificó las intervenciones de los senadores como “bochornosas y lamentables”, pues le pareció “vergonzoso” que se utilizaran las distintas lenguas oficiales del Estado en una cámara que, por otra parte, califican como territorial.

     En fin, aparte de la evidencia cotidiana de que hay lenguas bien vistas y lenguas mal vistas, lo que el citado Alcalde nos enseñan es que son muchos todavía los que valoran la realidad en clave imperial, nacionalista se dice ahora, como si continuásemos instalados en aquellos siglos gloriosos que llevaron a Antonio Nebrija a escribir en el prólogo de su Gramática de la Lengua Castellana: "que siempre la lengua fue compañera del Imperio, y de tal manera lo siguió, que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron, y después junta va a ser la caída de entrambos". Esto último es especialmente importante: el batacazo de la lengua, no tanto porque malamente conviva con otras lenguas romances o no en esta península, sino porque otro imperio y otra lengua acompañándole han acabado imponiendo su norma y su costumbre con total naturalidad, tal y como se puede apreciar con sólo pasear por el municipio que gobierna este señor tan lingüísticamente indignado.

     Aunque otra explicación posible de ese enojo y de otros parecidos en nuestro entorno es el simple desconocimiento: desdeñar las lenguas como herramientas de comunicación y convertirlas en banderas, en fronteras, en armas arrojadizas, en enfermedad o en ofensa. Así sucede de un modo más que habitual y no sólo en las riberas del Esla. Las razones últimas de tal proceder las explica como nadie el filólogo e historiador Francisco Rico: “No sé si en las escuelas se presta la atención adecuada a las lenguas de todas las naciones que conviven en cada una de las regiones españolas. Es diáfano en cambio que el Estado no ha sabido asumir y favorecer su conocimiento. Sería un despropósito que un parlamento no privilegiara el empleo del idioma común. Pero esa evidencia utilitaria no quita que haya muchos otros caminos para promover nuestra multiplicidad lingüística”.

     Ese déficit del Estado resulta más que evidente en la nula pedagogía ejercida por sus representantes, desde muchos miembros de los diferentes gobiernos hasta numerosos presidentes de Diputación o concejales. Convendría que midieran un poco más sus palabras o que se concediesen a sí mismos un mayor grado de educación. Con ello ganaríamos todos en lo que hace al respeto entre diferentes que al cabo son iguales. A continuación, no estaría nada mal favorecer el conocimiento de nuestras lenguas como se hace con otras aparentemente más prestigiadas. Por ejemplo, motivando su estudio más allá de sus contornos naturales, reservando frecuencias en el espacio digital para que todos tengamos acceso a las cadenas autonómicas o animando de un modo decidido el intercambio cultural y lingüístico entre las naciones a las que se refiere Rico. En suma, hacérnoslas familiares. Advertiría entonces el señor Majo y otros como él que la comprensión es relativamente sencilla si se está libre de prejuicios y de afanes imperiales, aunque exija un esfuerzo, como lo exige de hecho todo crecimiento en nuestro saber. Conseguiríamos así que, junto a las canciones de Lady Gaga y de Rocky Sharpe, nuestro vecindario tararee con absoluta naturalidad melodías de Manel, de Gatibu o de Antón Reixa, por ejemplo. Estaríamos entonces ante un acontecimiento verdaderamente revolucionario para la convivencia en este Estado o lo que sea.

Publicado en Diario de León, 10 mayo 2016


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