Aquellas
coloridas máquinas de discos presentes en muchos bares y en casi todas las
salas de juego acababan estableciendo competencia entre sí. Pugnaban tanto por
incluir en sus catálogos los últimos singles editados como por acomodar lo más
finamente posible sus repertorios al gusto de la audiencia consumidora. En
cierto modo, se convertían en una especie de hit-parade vivo y cambiante, lo
peor que podía ocurrirles es que se fosilizaran y acabaran por dejar de
despertar interés. Eso podía ocasionar la ruina para el dueño del local, no
sólo porque no recaudaba con ellas sino porque, además, se quedaba fácilmente
sin público. Era la ley de la oferta y la demanda, claro, aunque hubiese
excepciones.
Nos
referimos a los clásicos (que ya entonces los había), canciones que permanecían
años en el listado y que no dejaban de sonar porque eran ya una parte tan
nuestra como otros ritos de la tribu. Y también en eso se establecía una dura
rivalidad, en buena medida animada por terceros profesionales y por las leyes
del comercio. Nosotros la resolvimos enseguida, nuestra favorita casi sin
dudarlo fue Good old rock’n’roll, muy por encima de las firmadas por Beatles, Rolling u
otras vacas sagradas. Sus intérpretes, The Dave Clark Five, no eran seguramente
los mejores del imperio británico; la canción no pertenecía tampoco a su época
gloriosa, a principios de los sesenta, cuando alcanzaron el número 1 de las
listas con aquella otra Glad all over; incluso en algún sentido podía
sonar a pastiche o refrito. Pero lo cierto es que un día algún avispado o
temerario, que nunca se sabe, introdujo en la ranura las monedas de rigor,
pulso las teclas convenientes y ya no nos abandonó nunca. De tal manera que
mucho antes de que nos significáramos con imperdibles o con chupas de cuero, ya
quisimos ser estrellas del rock and roll con aquel otro uniforme tan formalito
que, por supuesto, duro mucho menos que los acordes perennes de este cantable.
Porque
The Dave Clark Five tuvieron siempre esa imagen sesentera como de no haber roto
un plato, bien peinaditos incluso cuando les creció el pelo ya avanzada la
década, tal que una pandilla de buenos chicos recién horneados en las aulas de
Oxford (que seguro que no fue así). Pero hacían buenas canciones, que es lo que
nos importa, y lo que nos llevó a sumarlos a nuestro devocionario. Aunque, sí,
vistos desde esta otra actualidad nuestra tan de otra edad (histórica y
biológica), es muy dudoso que hoy contásemos con la misma facilidad para este
tipo de adhesión. Pasa también con otras canciones y otros grupos, y lo peor
que se puede hacer al respecto es, como con los amores perdidos, reescribir la
historia. Ni merece la pena ni conduce a ninguna parte. Honremos mejor lo que
fuimos y lo que fue, tal y como hacemos aquí con este testimonio.
Así
que dejemos sentado, para acabar, que Good old rock’n’roll se editó en el año 1969 y que, a
pesar de corresponder ya a una etapa decadente del grupo, alcanzó el número 7
en las listas británicas y una posición bastante más sobresaliente en los
jukebox de mi barrio. Casi nada. http://www.youtube.com/watch?v=B3GC-Y_KZgA
Publicado en genetikarockradio.com, 7 julio 2013
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