El
modo más adecuado de acercarse a esta canción es recordar lo que Ian Anderson,
líder del grupo que la interpreta, Jethtro Tull, decía de ellos mismos:
“Nosotros estábamos en la periferia de la música rock”. Junto a esta
declaración de principios, ayuda bastante detenerse en la lectura de los textos
escritos en la contraportada del álbum que la acogía, titulado así mismo
«Aqualung», que recrean el primer capítulo del Génesis bíblico: en esta
versión, el hombre creó primero a Dios y, acto seguido, grabó Aqualung. Finalmente, para completar el
contexto, nada mejor que abordarla con la misma teatralidad que servía a
Anderson así en sus actuaciones en directo como en sus conceptos musicales. No
hubo mejor expresión de esto último que aquel otro disco de título tan
revelador y afortunado como «Too old to rock’n’roll, too young to die!» (Demasiado
viejo para el rock and roll, demasiado joven para morir).
“Sentado
en un banco del parque / mirando con malas intenciones a las niñas. / Su nariz
moqueando, / dedos grasientos manchando ropas andrajosas. / Secándose al frío
sol. / Observando el paso de las bragas de encaje. / Sintiéndose como un
miserable / escupiendo trozos de su quebrada suerte”. Así arranca la historia
del diosecillo, surgida, según palabras de Ian Anderson, de “una fotografía que
mi esposa tomó por entonces a un vagabundo en Londres. Tuve sentimientos de
culpabilidad en relación con el homeless,
así como de inquietud e inseguridad hacia la gente así, que parecen dar un poco
de miedo. Supongo que todo eso se combinó con una ligera imagen romántica de
los vagabundos que, aun sin hogar, son espíritus libres que no quieren o no
pueden encajar en los moldes prescritos por la sociedad”. Y concluye la letra
del siguiente modo: “Te acuerdas todavía / de la helada niebla en diciembre /
cuando el hielo que cuelga de tus barbas es desesperante agonía. / Y arrebatas
a tu tiritera su último aliento / sonando como un buzo en las profundidades, /
y las flores brotan como / la locura en primavera”.
Seguramente
todo ese conjunto –romanticismo, periferia estilística, juego religioso y
teatro-, que encarnaba como nadie aquel individuo amarrado a su flauta (es
curioso: en esta canción está ausente por completo) y dando brincos por los
escenarios, con aspecto inquietante y burlón, autorretratándose en las portadas
de sus discos, ya como un mendigo pederasta, ya como el viejo rockero Ray
Lomas, todo ese conjunto, digo, fue seguramente lo que nos atrajo de esta
canción y lo que la hizo sonar para que imitásemos a aquel saltimbanqui cada
vez que alguien la seleccionaba en el jukebox. No era habitual, es verdad,
porque su duración la hizo poco compatible con aquellas máquinas de rápido
consumo musical. Pero la combinación de aires acústicos e intensidad eléctrica
la hacía ideal también para nuestras celebraciones entre lo cómico y lo
dramático.
Y
es que Aqualung,
la canción y el disco completo, fueron todo un hito en el tránsito del folk al
rock progresivo, algo que sucedía en 1971 cuando se editó en el Reino Unido. En
España, víctima de la censura, tuvo que esperar hasta 1975. Ése era otro
teatro, pero del horror. http://www.youtube.com/watch?v=UCMS-NJ7VxU
Publicado en gentikarockradio.com,
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