La melodía eterna del verano no
debiera ser otra en verdad que el Concierto nº 2 en Sol menor del veneciano
Antonio Lucio Vivaldi, es decir, el episodio dedicado al verano de Las
cuatro estaciones [http://www.youtube.com/watch?v=g65oWFMSoK0].
Sin embargo, prescindiendo de esa pátina que imprimen los siglos sobre todo lo
clásico, para quienes nacimos y crecimos en la pasada centuria otra melodía se
nos antoja aún mucho más próxima y constante, la que compusiera Geroge Gershwin
con el título Summertime en 1935 para la ópera «Porgy y Bess», reproducida después en
numerosísimas versiones [http://www.youtube.com/watch?v=8JpPkp1f0So].
Su relevancia es tal que si buceamos entre ese montón de versiones podremos
reproducir a través suyo buena parte del itinerario de nuestras vidas.
Empecemos por la que grabaron
Louis Armstrong y Ella Fitzgerald a finales de los años 50 [http://www.youtube.com/watch?v=LDF4_qVgbFU].
Veranos en blanco y negro, veranos en sepia, veranos en rosa y amarillo,
aquellos veranos de ayer que guardamos en nuestros álbumes de fotos y de
canciones; o tal vez ni siquiera eso, tan sólo en la vaguedad del recuerdo.
Éramos unos críos y nos llevaban de acá para allá, de las playas de Alicante a
los arenales gallegos, de los domingos en Gijón a la verbena de Armunia. Y así,
tal y como fuimos creciendo y sustituyendo esos paisajes por las playas de
Llanes y de Torimbia y por los riscos de Tablada y Picos de Europa, del mismo
modo aquella melodía fue poco a poco reemplazada por la que interpretara Janis
Joplin ya en 1971 (el disco salió a la luz seis semanas después de su muerte) [http://www.youtube.com/watch?v=P5ed5bz_5Sc].
La impronta de los veranos con Janis ha perdurado durante bastantes años,
exactamente el mismo tiempo que dura una juventud con límites cada vez más y
más imprecisos; no importó que por el medio circularan también sucesivos
arreglos por parte de Miles Davis, Lila Downs o incluso Marilyn Manson.
Solamente cuando descubrimos la recreación que hizo Angelique Kidjo al borde
del presente siglo [http://www.youtube.com/watch?v=Yi9j7i8JvtU],
supimos que habíamos llegado por fin a la edad adulta, a un nuevo verano sin
retorno, bien a pesar de que no dejemos de completar el escenario con nuevas
estaciones en Berlín, en Braganza o en Bretaña.
El caso es que, como acabamos de
explicar con una sola muestra, la denostada etiqueta “canción del verano” tiene
muchas otras acepciones y no precisamente despreciables. Además, rastrear el
cancionero en pos de los meses estivales nos permite conocer también que el
culto al verano es universal, no vayamos a cometer el error de pensar que sólo
por estos pagos le dedicamos melodías, rayos de sol y chiringuitos. Lo que
ocurre es que, poco cultivados como somos en lenguas extranjeras, imaginamos
que los estribillos pegadizos en inglés o en francés se asientas sobre
contenidos menos frívolos que los por aquí acostumbrados, y no es del todo así.
Por ejemplo, un canadiense del frío norte trasatlántico, Bryan Adams, rememora
el Verano del 69 y
su nostalgia acaba siendo un edulcorante más abrasivo que toda la gama
ultravioleta: “Oh, cuando ahora miro atrás / parece que este verano todavía
dura / y si pudiera elegir, / sí, querría estar siempre en él. / Fueron los
mejores años de mi vida” [http://www.youtube.com/watch?v=9f06QZCVUHg&noredirect=1].
O Bernard Lavilliers, el más latino de los cantantes franceses, además de boxeador,
que tiene por lo primero razones sobradas para incluir en su repertorio
referencias, tonos y otros tópicos estivales; y lo hace bien, a nuestro modo de
ver y escuchar, por más que también se ponga meloso: “El verano estaba desnudo
sobre la playa / y este amor salvaje / profundamente marcado. / Marcado por un
verano tórrido. / Septiembre parece vacío, / vacío y desesperado” [http://www.youtube.com/watch?v=Dxklzwb34p4].
O, en fin, el británico Rod Stewart, que hizo una incursión en la materia con Last
summer, un título
bastante común, repetido hasta 37 ocasiones en los buscadores: “Tomando una
sangría con una chica llamada Julia, / arena caliente de Jamaica bajo nuestros
pies” [http://vimeo.com/23425821].
Y es que el mito del verano
parece perpetuo y pletórico, pero en realidad no da para tanto. De hecho, se
canta por igual a la primavera y al invierno, según lo atestiguan las bases de
datos que anotan los títulos, si bien alrededor de la semántica estival se
despliega todo un ancho mar de melodías con afán de vacación, ola y helado. Sin
entrar (como nunca hacemos en Moderato Cantábile) en la ciénaga de lo comercial, veamos
algunos ejemplos más para ir concluyendo.
Dave Clark Five, uno de los pocos
grupos ingleses que pudieron competir en su momento con los Beatles, parecían
más una pandilla de jovenzuelos al borde de un exceso hormonal que una banda de
rock & roll [http://www.youtube.com/watch?v=70XKtvFt0bw]:
“Aquí llega el verano, / la escuela se acabó, días felices (…) / La escuela no
es tan mala, pero el verano es mejor. / Tengo más tiempo para ver a mi chica”.
En cambio, Madeleine Peyroux, detallista y pictórica como ninguna otra, nos
propone un dibujo estival como si visitáramos el museo de las melancolías [http://www.youtube.com/watch?v=Pwu30Cm42wg]:
“El viento del verano / llegó soplando / desde el otro lado del mar. / Se quedó
allí / tan cálido y limpio / para caminar conmigo”. Y ni siquiera el celebrado
Jim Morrison, desde la atalaya de los Doors, resultó muy innovador a la hora de
resumir la anécdota de su Indian summer (y eso que el título prometía) [http://www.youtube.com/watch?v=yOKAQSGCm8Q]:
“Te amo lo máximo, / mejor que el resto / que conocí en el verano, / verano
indio”.
Así que, visto lo visto y
escuchado lo escuchado, si alguien nos pide consejo para inaugurar con un
cantable el verano que acaba de abrazarnos, nadie dude de sintonizar a Sisa,
aquel admirable cantautor galáctico, y su Noche de San Juan, pues no encontraréis mejor armonía para esa
celebración [http://www.youtube.com/watch?v=vlFFfjNWuaI]:
“La noche de San Juan es noche de alegría. / Estrellado de flores, el verano
nos llega / de manos de un duende que le hace de guía. / Primavera muere, el
invierno se retira, / si llegara el amor, nunca más moriría”.
Publicado en Conecta León 6, julio 2013
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