La
evolución demográfica aporta signos incontestables sobre cómo será la sociedad
en la edad poscontemporánea. Por ejemplo, los profesores Mauro Guillén y Emilio
Ontiveros explican en su libro Una Nueva Época. Los grandes retos del siglo
XXI que “por primera vez en la historia,
Japón y varios países europeos occidentales han invertido sus pirámides de
población por edades y tienen más personas de más de 60 años que de menos de
20. También por primera vez, viven más personas en ciudades que en el campo, y
las que padecen de obesidad superan a las que pasan hambre”. Pero no hace falta
ir tan lejos para toparse con derivas alarmantes y seguramente ya
irreversibles: los datos estadísticos sobre esta provincia y otras las
confirman como un espacio residual, tanto por su crecimiento vegetativo
negativo como por los índices de emigración y su escasa capacidad de
regeneración económica, suponiendo que la llamada crisis no fuese a ser un
elemento general constante y sustantivo.
Barrio de Vauban |
Aunque no sea así por desgracia, esta nueva
cualidad social, tan global como local, debería presidir la política en todos y
cada uno de sus aspectos. Es decir, merecería la pena planear y tomar
decisiones sobre el futuro conscientes de que no será ni mucho menos como fue
el pasado. Sin ir más lejos, pensar acerca de esas ciudades crecientes debiera
ser una asignatura básica en todo municipio de tamaña medio o grande; más
todavía si tenemos en cuenta las zozobras que en el caso español ha generado el
crack inmobiliario y sus consecuencias. Podríamos de este modo resolver una
paradoja crucial que tenderá a acentuarse: la necesidad de vivienda asequible
frente a un parque construido para cubrir necesidades para un par de décadas
por lo menos y no precisamente al alcance de los nuevos salarios menguantes.
Podríamos considerar, de paso, qué hacer con los diseños viarios, por lo
general concebidos para el servicio de vehículos que no van a poder circular
cuando los combustibles, no tardando mucho, multipliquen por cinco sus precios.
Podríamos contemplar la ciudad desde otros puntos de vista, el de las personas
mayores sin duda, que será el grupo mayoritario, y cómo atender a sus
necesidades de ocio o de compra sin obligarles a un traslado imposible a los extrarradios.
Podemos pensar que estamos pidiéndole peras al
olmo, seguramente, y que en este contexto de desbandada y de fuerzas
centrífugas es dudoso que alguien se ponga a esas tareas nobles. Pero no es
cierto, al menos más allá de nuestras fronteras. Hay muestras por ahí muy
interesantes de lo que nos es posible hacer. En un extremo, obligados por una
reconstrucción necesaria tras el terremoto del año 2001, se sitúa la ciudad
hindú de Ahmedabad, donde trabaja junto a otros arquitectos la española Almudena
Cano, que señala una tesis fundamental para estos tiempos: “Los arquitectos
estamos para mejorar la realidad, solucionar problemas urgentes de
habitabilidad” (ver http://issuu.com/almudenacanopineiro/docs/portfolio_almudenacano_issuu).
En el otro, podríamos colocar al barrio de Vauban, a escasos cuatro kilómetros
de Friburgo, la capital verde europea, modelo de referencia mundial en la
planificación urbanística de barrios nuevos, con una combinación de criterios
ambientales y de calidad de vida que permiten vivir sin coche y generar más
energía de la que se consume. Y todo con un índice elevado de participación
ciudadana desde el inicio del proyecto (ver http://www.freiburg.de/pb/,Lde/208732.html?QUERYSTRING=Vauban
o también http://camuniso.blogspot.com.es/2011/01/el-barrio-de-vauban-en-friburgo.html).
Así que el asunto da para
esto y para mucho más.
Publicado en Tam-Tam Press, 13 julio 2013
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