Muchas
son las canciones del verano
perfectamente prescindibles. Sin embargo, hay otras canciones de verano (obsérvese la diferencia) que son algo así
como la canción de la vida para muchos de nosotros. A veces por su pervivencia
a pesar de las edades; en otras ocasiones porque evolucionan con nuestro
existir. Pero una de ellas al menos aúna las dos vertientes: Summertime.
La
verdad es que, Sonatas de Vivaldi aparte, casi ningún otro cantable goza de esta cualidad: su
evolución a lo largo de décadas es, salvando distancias, la misma evolución de
nuestro existir y, para quienes nacimos y crecimos en la pasada centuria, su
resistencia al ocaso es también algo así como el eco de nuestro propio ser. Ello
a pesar de que su origen es bien remoto, pues la compuso Geroge Gershwin nada
menos que en 1935 para la ópera «Porgy y Bess». Pero su relevancia es tal que
si buceamos entre el montón de versiones que se han sucedido después, podremos
reproducir a través suyo buena parte del itinerario de nuestras vidas.
Empecemos
por la que grabaron Louis Armstrong y Ella Fitzgerald a finales de los años 50.
Como ellos dos, los nuestros eran entonces veranos en blanco y negro, veranos
en sepia, veranos como mucho en rosa y amarillo, aquellos veranos de ayer que
guardamos en nuestros álbumes de fotos y de canciones; o tal vez ni siquiera
eso, tan sólo en la vaguedad del recuerdo. Éramos unos críos y nos llevaban de
acá para allá, de las playas de Alicante a los arenales gallegos, de los
domingos en Gijón a la verbena de Armunia. Y así, tal y como fuimos creciendo y
sustituyendo esos paisajes por las playas de Llanes y de Torimbia y por los
riscos de Tablada y Picos de Europa, del mismo modo aquella melodía fue poco a
poco reemplazada por la que interpretara Janis Joplin ya en 1971 (el disco
salió a la luz seis semanas después de su muerte). Luego, la impronta de los
veranos con Janis ha perdurado durante bastantes años, exactamente el mismo
tiempo que dura una juventud con límites cada vez más y más imprecisos; no
importó que por el medio circularan también sucesivos arreglos por parte de
Miles Davis, Lila Downs o incluso Marilyn Manson entre otros muchos. Solamente
cuando descubrimos la recreación que hizo Angelique Kidjo al borde del presente
siglo, supimos que habíamos llegado por fin a la edad adulta, a un nuevo verano
sin retorno, bien a pesar de que no hayamos dejado de completar el escenario
estival con nuevas estaciones en Berlín, en Braganza o en Bretaña.
El
caso es que, como acabamos de explicar con una sola muestra, la denostada
etiqueta “canción del verano” tiene muchas otras acepciones y no precisamente
despreciables. Decía el poeta Benjamín Prado que “todas las canciones terminan
por ser tristes, por ser la banda sonora de algo que has perdido”. Tal vez sí o
tal vez no. Lo cierto es que algunas de ellas escapan de esa maldición y van y
vienen, como nosotros mismos, y son eternamente en nosotros. Aunque muten del
mismo modo que lo hacemos los vulgares mortales.
L. ARMSTRONG & E. FITZGERALD: http://www.youtube.com/watch?v=LDF4_qVgbFU
JANIS
JOPLIN: http://www.youtube.com/watch?v=P5ed5bz_5Sc
ANGELIQUE
KIDJO: http://www.youtube.com/watch?v=RYk670bY2-s
Publicado en genetikarockradio.com, 22 julio 2014
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