La
historia de algunas canciones y de sus correspondientes reencarnaciones no deja
de ser pintoresca a veces. Sobre todo cuando las conocemos de oídas, es decir,
mal, y no nos detenemos más allá del trazo grueso de su sonido. Un ritmo, un
estilo, un cierto toque bien imitado hace que surjan fantasmas y que se
propaguen leyendas urbanas con extraña facilidad. La red y sus colecciones de
vídeo tampoco ayudan.
La
audiencia en general, tomada a lo bruto y con no mucha ilustración, vino a
conocer Red red wine gracias al grupo inglés UB40, especializado en reggae y dub bastante
comerciales. Con ella saltaron a la fama en 1983, desconociendo, según cuentan,
la verdadera paternidad de la pieza. Es verdad que su formato rítmico era
debido a su peregrinaje entre artistas de origen jamaicano, que la habían
grabado en diversos experimentos previos al nacimiento del grupo. Lo curioso es
que al pasar por taquilla a causa de los derechos de autor fue cuando se
produjo la revelación: un tal Neil Diamond la había escrito y grabado por vez
primera quince años atrás.
Ciertamente,
los integrantes de UB40 eran unos pipiolos por entonces y quizá la década de
los ochenta no fue la más popular de Diamond, aunque nada les redime de su ignorancia.
Sobre todo porque el cantante estadounidense no era un don nadie, sino un tipo
consagrado en los ambientes del soft rock. Y, como apunta el crítico Carlos del
Riego [http://tamtampress.es/2014/09/16/neil-diamond-genial-y-a-veces-menospreciado-compositor/],
aunque “en España siempre ha sido considerado como
el típico cantante hortera, el solista afectado y melancólico que, vestido de
modo disparatado, escribe canciones facilonas pensadas para las listas de
éxitos y destinadas a la masa consumidora que se traga lo que le echen sin
escoger (…) es absolutamente innegable el desbordante talento de este hombre
para idear textos y melodías con atractivo, para concebir estribillos que
irremisiblemente penetran y dejan huella”. A pesar de que esa huella pase
desapercibida nominalmente para muchos.
Ahora bien, lo que ya es un auténtico delito es
la atribución a Bob Marley de un episodio relacionado con este vino tinto. Es lo que sucede con quienes tienen orejas en lugar de
oídos y se las dan de listos. Nunca Marley grabó este tema, pero hubo quien
decidió reescribir la historia a su manera y colgar en la red vídeos con la
imagen fija del rastafari y la interpretación de UB40. Ahí permanecen sin que
nadie se moleste en retirarlos, perpetuando la confusión y el ruido. No seremos
nosotros quienes los reproduzcamos en este rincón.
En fin, la canción es tan perfecta, a nuestro
parecer, que merece mejor gloria que la de esta anécdota tan pueril como
dañina. Así que, como dice su estribillo: “Rojo, vino rojo / se sube a mi
cabeza, / hace que me olvide de que yo / todavía la necesito”.
NEIL
DIAMOND: http://www.youtube.com/watch?v=-pumerc3050
Publicado en genetikarockradio.com, 28 septiembre 2014
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