Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 24 de marzo de 2019

Límites

     Tiempo atrás, en los años que llamaron del desencanto y con motivo de una remota convocatoria de elecciones, se nos ocurrió publicar en una revista universitaria un artículo que tomaba como punto de partida un viejo letrero del metro de París: “Au-dèla de cette limite votre ticket n’est plus valable”. Esto es: “Más allá de este límite su billete ya no es válido”. A buen entendedor pocas palabras bastan, pero si unimos desencanto, elección y caducidad del viaje parece bastante claro el mensaje que pretendíamos transmitir en aquella que nos parecía una cita trascendental.

     En realidad todas lo son, lo hemos idos comprobando después a lo largo de toda la serie, ya se trate de una llamada electoral o de una acción de masas mucho menos convencional. Pero hay momentos, es evidente, en los que ese reto parece mucho más dramático. Lo fue en la época de la desilusión, lo fue en la etapa de la indignación y lo anda siendo en este presente de tirios y troyanos. De manera que nos parece más que pertinente regresar sobre lo escrito en el metro parisino, más aún cuando en lo que llevamos de siglo, o lo que llevamos de la nueva edad, la ciudadanía, quizá como consecuencia de una táctica defensiva, parece haber dimitido de sus deberes como tal en el ámbito público para ensimismarse en el yo privado.

     Ese yo absorto en la huida de casi todo compromiso social encontró, también hace tiempo de ello, una forma culta para eludir el fango de la historia y dedicarse a tareas nobles que aliviaran su conciencia. Descubrió, por ejemplo, que el mismo lema francés daba título a una novela de Romain Gary publicada en 1975. Y descubrió además, lo que ya le hizo sucumbir definitivamente, que el autor había estado unido a Jean Seberg, con la que tuvo un hijo. Pero lo que ese mismo yo se plantea ahora, debe planteárselo, es si esos mitos construidos para combatir la vulgaridad sobrevivirán más allá de ciertos límites o si es preciso reiniciar el viaje cuando al otro lado del letrero sólo queda el vacío.

Publicado en La Nueva Crónica, 24 marzo 2019

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