Con resaca todavía por la última Encuesta de
Población Activa y por las manifestaciones del 1º de mayo, quedan aún datos en
el aire que merecen una reflexión más. Sobre todo porque en esas fechas
recientes hemos atendido sólo –no podía ser de otro modo- a las cifras
nacionales y locales. Pero hay una realidad más allá que conviene tener muy
presente en este puzzle mundial tan interrelacionado.
Cuenta un informe de la Organización Internacional del
Trabajo sobre tendencias mundiales que el desempleo en todo el planeta en 2013
llegó a ser de casi 202 millones de personas, 5 millones más que el año
anterior, con una tasa de desempleo del 6%. Del total de personas paradas, unas
74,5 millones son menores de 25 años, lo que supone una tasa de desempleo
juvenil a nivel mundial que representa más del 13% –el doble de la tasa de
desempleo global-, y de casi una cuarta parte si extendemos la edad hasta los
29 años. Según la OIT, ha crecido el número de trabajadores y trabajadoras pobres:
en el mundo hay 839 millones de personas que viven con menos de 1,5 euros al
día, un 26,7% del total.
A veces, casi
siempre, es muy oportuno ampliar el foco de las fotografías para observar mejor
nuestra realidad. Sin duda, el informe citado es una manera de relativizar
muchos detalles de cuanto en un primer plano consideramos como una imagen fija,
con sus perspectivas, sus claroscuros y sus decorados. Resulta evidente de esta
forma que el empleo no debe ser sólo una prioridad nacional, que lo es, sino
que tiene carácter mundial. Y que, o el problema se aborda desde ámbitos
generales, o valdrán de poco las soluciones particulares. De hecho, a la
escasez de trabajo se le unirá de inmediato el potencial de esa masa
desempleada y la tormenta ya no será ni pasajera ni cíclica. Podemos estar a
las puertas de un verdadero cambio climático en materia laboral.
Visto así,
seguramente el jolgorio gubernamental tiene todavía menos razón de ser. Mejor
dicho, no tiene ninguna ni siquiera con el foco reducido.
Publicado en La Nueva Crónica, 6 mayo 2014
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