Habrá
que escribirlo una vez más para mayor conocimiento y escarnio. Durante la
negociación del convenio colectivo del sector, la Asociación Nacional de
Fabricantes de Conservas de Pescados y Mariscos propuso abonar hasta el 30% de
los salarios en especie, es decir, en latas de conserva de sus propias marcas.
Posteriormente, no se sabe si avergonzados por el escándalo o si porque tampoco
así les salían las cuentas, retiraron su generosa oferta.
Son
cosas que ocurren en estos tiempos desatados: les das la mano y te toman el
brazo. Pero no es el abuso de tal planteamiento lo que debe asustarnos, sino
pensar en lo que anida o no anida en los cerebros de quien los hace; más aun de
quien los defiende como acordes a la legalidad. Porque la sugerencia, por
fortuna, siempre es rebatible con argumentos, pero lo que no tiene remedio es
la esclerosis mental. Además, en el caso que nos ocupa no estamos ante un
simple lapsus, como el que llevó a María Dolores de Cospedal a confundir
“saquear a nuestro país” con “sacar a nuestro país”, sino ante una plataforma
elaborada, se supone, con tiempo y condiciones suficientes como para saber lo
que uno escribe y ofrece a su contraparte. Esto es, una decisión meditada,
discutida y compartida por los portavoces de la organización empresarial aquí
referida. ¿En qué siglo habitan estos individuos? ¿Qué consideración les
merecen las personas que trabajan para ellos? ¿Cuál es su dieta alimenticia? A
lo mejor todo se resume a eso, que el óxido de las latas de conserva ha acabado
por oxidarles a ellos las escasas neuronas de que disponían. ¿Podemos en ese
caso permitirnos una patronal en clara invalidez? ¿Reúnen las facultades
mentales adecuadas para dirigir un sector productivo tan importante en este
país saqueado?
En
fin, ya sabemos que no conviene generalizar, así que habrá que tomar el
incidente como excepcional. O tal vez no. ¿Por qué no atender de nuevo, en
medio de la ucronía, a las palabras de Rosa Luxemburgo: “socialismo o
barbarie”?
Publicado en La Nueva Crónica, 5 mayo 2015
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