Y
al final del camino, un último puente que enlaza dos orillas bien alejadas.
Como sucede con toda la arquitectura de las versiones, insospechados son casi
siempre los resultados, pero jugosos al cabo si el trabajo, como el de los
artesanos, se ejecuta con mimo y con respeto. Es otra de las virtudes de este
ejercicio, la última de la serie: promover encuentros y reencuentros que nos
nutren y nutren la historia de la música.
Porque
la producción es mucha y el vértigo de los tiempos actuales, disparado. Por lo
general, los medios siguen la respiración de la actualidad y las exigencias del
comercio, de tal forma que tienden a ser olvidadizos casi por necesidad y
relegan por sistema todo lo que huela a antiguo. A saber qué entienden algunos
por antiguo. El caso es que con este frenesí se hurta a las nuevas generaciones
todo un acervo musical inmenso, que ignoran o que se ven obligados a rastrear
por sus propios medios. En cualquier caso, la inmensa mayoría no recibe ese legado
con facilidad. A no ser, claro, que el caudal de las versiones rescate alguna
muestra y le devuelva actualidad para consumo y conocimiento del mundo mundial.
Ésa es una de las virtudes arriba mencionadas y que completa todo el compendio
de cualidades que hemos explicado, esperamos que con satisfacción, en esta
ventana desde enero de 2014.
Así
es que ocurrió que a la ambición rubia le dio por grabar American pie en el año 2000, casi treinta años
después de que lo hiciera su autor Don McLean. El contexto original era muy
otro, desde luego, y conocerlo nos permite entender mucho mejor la historia
cantada: concluían los años sesenta y se entraba en una década de desencantos y
contrariedades; también en lo musical. De ahí que McLean cantase: “Hace un
largo, largo tiempo, / aún puedo recordar / cómo esa música me hacía sonreír
(…) Pero febrero me hizo estremecer. / Malas noticias en la puerta. / No pude
dar un paso más”. Se refería el cantante neoyorkino a las muertes trágicas y
tempranas de Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Booper, lo que algunos asociaron
a la muerte del rock. La canción es, pues, una especie de larga elegía por los
tiempos perdidos, suponiendo, claro, que cualquier tiempo pasado pueda ser
mejor. De todos modos, su éxito fue fulminante y muchas tribus de adictos a la
música la hemos idolatrado con independencia de compartir o no la actitud con
la que fue creada. De hecho, figuraría en un lugar destacado si tuviésemos que
confeccionar la banda sonora de nuestras vidas.
No
es raro, por tanto, que la versión de Madonna naciera a propósito de la
película «Algo casi perfecto», de John Schlesinger, y de una escena en
concreto, aquélla en la que se recrea un funeral y los amigos del fallecido
empiezan a cantar American pie: “Ellos estaban cantando / Adiós señorita
American Pie. / Conduje mi Chevy al dique,
/ pero el dique estaba seco. / Ellos, buenos muchachos, / estaban bebiendo
whisky y centeno. / Cantando: Éste es el último día que yo muera". Y fue así como muchos, sustituyendo el
pop-rock del original por el dance de la versión, pudieron acercarse por fin a
una canción de verdad inolvidable.
Y
nada más, colorín, colorado, esta serie se ha acabado. Lo cual no quiere decir,
evidentemente, que no queden versiones en el baúl y otras tantas que se seguirán
haciendo. Animaos y escuchadlas con atención. Separando, sí, la paja del grano.
Salud.
DON
McLEAN: https://www.youtube.com/watch?v=QWTvWG2tqUE
Publicado en gentikarockradio.com, 27 mayo 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario