El dramaturgo y Premio Nacional de
Literatura Dramática Paco Bezerra, reflexionando acerca de la censura que
sufrió el pasado año su obra «Muero porque no muero», concluía que “la mejor manera
de combatir el fascismo es con la cultura”. Si con él coincidimos cuantos
estamos hoy aquí presentes para celebrar la cultura, convendremos también que
éste es un acto antifascista y contrario a cualquier forma de censura. Es así
en gran medida cuanto programa la Fundación Jesús Pereda de CCOO a lo largo y
ancho de Catilla y León, lo era incluso antes de que las ultraderechas se pavonearán
como sucede ahora. Cuando adoptamos el nombre Diálogo para estos premios, 14
años atrás, no podíamos suponer la perentoriedad que habría de tener la defensa
del significado de esta palabra. Todo nos parecía tan obvio que incluso
resultaba casi un término manido. Sin embargo, hoy, como todos sabemos bien,
diálogo no es otra cosa que la antítesis de la barbarie.
Por eso mismo, nos encontramos hoy en La
Granja de San Ildefonso, como he dicho, para celebrar la cultura. Continuamos
de este modo el camino que nos llevó antes, en otras entregas precedentes, a
las localidades de Valladolid, de León, de Zamora, de Ávila, de Burgos y de
Benavente, porque en esas ciudades o en sus alrededores habitan, en algunos
casos habitaban, las personas que merecieron nuestro Premio Diálogo en la
categoría individual, pues eso es al cabo lo que nos llevó a convertirlos en
itinerantes. Como todo nuestro ser. Sin desmerecer a quienes integran la nómina
de las otras modalidades reconocidas, donde se inserta por ejemplo la
Asociación Paladio Arte que les sonará, nos gusta citar y que resuenen los
nombres de las personas que fueron reconocidas antes de llegar aquí: el
arqueólogo, entre entusiasmado y escéptico, Carlos Sanz Mínguez; la
profesora, difusora cultura y generadora de conciencia social Catalina
Montes; el cineasta galardonado el pasado año con la Espiga de Honor de la
SEMINCI Chema Sarmiento; el pintor, diseñador gráfico y artista
comprometido Manuel Jular; el no menos comprometido con todas las
causas, muralista y babiano por excelencia Manuel Sierra; la periodista
con la voz más calmada que haya existido Rosa María Mateo; el etnógrafo Luis
Díaz de Viana y el folclorista Eliseo Parra, que nos han enseñado al
alimón la ruta para musicalizar estas galas; el historiador y muy combatiente
político Serafín de Tapia; la también profesora y activista por la
igualdad Sara Tapia; el contador de cuentos y trasmisor de emociones José
Luis Gutiérrez, Don Guti; el más que divulgador de historias Jesús Anta; y la
enorme gestora cultural María Calleja. Pues bien, a esta serie admirable
de nombres se unirá en unos instantes la ilustradora Celia Uve, de la
que luego se dirá lo que proceda.

Nuestra intención es doble al resaltar
este inventario. Por un lado, ofrecen testimonio de quién es la Fundación Jesús
Pereda y en qué pasillos se mueve; también, naturalmente, con quiénes nos
paseamos por esos pasillos. Esto es importante porque son nuestra seña de
identidad. Y, por otro lado, nos muestran por qué y para qué existen unos
premios como éstos, que son más simbólicos que materiales, que no compiten con
otros galardones quizá más enjundiosos, que no se entregan un 23 de abril, pero
que son a la postre el álbum cultural más atinado seguramente de esta Comunidad
Autónoma. Sin servidumbres ni peajes.
Porque estos premios, por si todavía no
se había advertido, nacieron y se prolongan en el tiempo con el objetivo de
reconocer la labor de aquellas personas y entidades del mundo de la cultura que
hayan favorecido el avance social y cultural en nuestra Comunidad Autónoma. Ese
vestido social y cultural es sustancial en las decisiones que toman nuestros
jurados. Y ese maridaje define a la perfección todo el entramado. Incluso el de
este acto en el que desembocamos cada año, cuyo tono, tempo y estilo marcan
casi siempre nuestras amigas de Valquiria, a quienes tanto estimamos.
Así que vayamos con los agradecimientos,
que es algo inevitable en estas fiestas. Gracias, por supuesto, al Ayuntamiento
de La Granja de San Ildefonso, que nos ha cedido este espacio, y a quienes en
él hoy trabajan para que podamos los demás disfrutar del mismo. Gracias a
quienes intervienen en el show: Valquiria, claro, Rodrigo Martínez, los
técnicos escondidos, mis compañeras de trabajos, Visual Creative y Luis Álvarez
Blanco, creador de la obra que recibirán las personas premiadas. Gracias,
naturalmente, a nuestros compañeros y compañeras de Comisiones Obreras de
Segovia; a María Antonia Sanz y a Marcos Tarilonte, que fue la una y es el otro
miembros del patronato de la fundación; a su Secretario General, Alejandro
Martínez, que ha luchado con ahínco para que llegásemos aquí; a Teresa Santos,
que nos ha abandonado hace unos meses a causa de esos maltratos a los que nos
somete el gobierno de la Junta de Castilla y León y que fue entusiasta
colaboradora en nuestro archivo; y, faltaría más, muchas gracias de nuevo a
todos ustedes.
En fin, vayamos concluyendo, que hay
cosas mucho más importantes que estas palabras. Citábamos a Paco Bezerra y su
obra censurada al principio de esta intervención. Pues bien, ya que tenemos a
Santa Teresa de Jesús a tiro, recordaremos algo que ella sentenció hace siglos
y que permanece en nuestro pensamiento: “el miedo -dijo- es el demonio”.
Cuidado, por tanto, con esos miedos a los que nos incitan porque son la célula
madre del mal. En España el mal procede siempre del miedo y del caciquismo. Hay
antídoto, no lo duden, se llama cultura.
Texto leído en la entrega de los XIV Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, La Granja de San Ildefonso,
29 septiembre 2023