En
estos tiempos nuestros de crisis perpetuas, unas lucen más que otras no sin
interés evidente por parte de quienes las dirigen. Por ejemplo, la energética
no figura en primer plano, a pesar de que será una de las que más nos castiguen
en los próximos futuros. Al aumento de la demanda se le une la limitación de
algunas fuentes, lo cual acabará siendo determinante si el derroche no tiene
freno. Pero también la ausencia de políticas comunes sobre esa materia en
ámbitos amplios, como el de la Unión Europea, nos hace aún más débiles desde el
punto de vista táctico y, desde luego, menos competitivos. Aunque el colmo lo
protagoniza la larga nula política energética en España, lo que ha hecho de
este tema un calvario interminable de padecimientos, sobre los que la provincia
leonesa podría escribir una extensa crónica. Ministros y Ministerios de
Industria se han sucedido sin que nada se haya puesto en orden. Más bien todo
lo contrario, pues al final se han desprendido de elementos capitales del
sector para ponerlos en manos privadas como si eso de la energía no fuese un
asunto estratégico y por tanto merecedor de una atención pública. También
porque es o debiera ser un bien de todos. El caso es que, al margen de la
lógica, la gestión administrativa no ha hecho sino colaborar con la
especulación también en esto. Sin referirnos a las fuentes más clásicas, no de
otro modo puede entenderse el giro copernicano que han vivido las energías
renovables, del todo a la nada, previos enriquecimientos o empobrecimientos
según casos, y no hace falta señalar. Ahora se acaba de escribir que “los
empresarios anuncian inversiones de entre 700 y 1.000 millones” en eso que
llaman fracking o fractura hidráulica,
un controvertido sistema para obtener gas pizarra, básicamente porque este
Gobierno, continuando la línea errática y gaseosa (nutridora de burbujas), ha
decidido que ahora toca ese juego. Así nos va con estos tahúres.
Publicado en La Crónica de León, 5 abril 2013
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