Para
despertar al mundo del rock & roll todas las fórmulas eran válidas. Incluso
la más literal. En aquellos primeros años de la década de los setenta así
abríamos los ojos diariamente en algunos internados, en particular en las
universidades laborales del antiguo régimen. Sin importar la hora temprana ni
la estación del año, la megafonía se ponía en marcha con más o menos volumen y
la mañana se abría indefectiblemente con música. Cierto es también que no todos
los despertares contaban con la misma intensidad o con el mismo buen gusto,
pero sí había una constante estilística que acaba repitiéndose. Sin duda, visto
desde estos años, es una de nuestras deudas con aquellos encierros académicos,
sobre los que tanto se podría hablar. Y una de aquellas melodías inolvidables,
que luego perseguíamos en las máquinas de discos de los bares y hoy de un modo
mucho más nostálgico, fue Sweet hitch-hiker de Creedence Clearwater Revival.
Hubo
más canciones de CCR en aquellos amaneceres, por supuesto. Hubo y las hay,
porque en eso consiste precisamente el sello de los clásicos, en su
permanencia, lo contrario de la condición efímera de lo comercial. Sin embargo,
en la Dulce auto-estopista se concentraba buena parte de nuestro existir de entonces y
tal vez, por encima de otras florituras, ése fuera su mérito: la chica, la
carretera, la moto, la banda, el bar, California…, en fin, todos esos tópicos
sin los que tampoco nos entenderíamos a nosotros mismos. ¿Acaso seríamos como
somos sin, por ejemplo, las lecturas de Jack Kerouac o las imágenes de «Easy
Rider»? O si nos detuviésemos en otros instantes de la vida, como hizo Manuel
Vázquez Montalbán en Los mares del Sur: “¿Cómo
amaríamos si no hubiéramos aprendido en los libros cómo se ama? ¿Cómo sufriríamos?
Sin duda sufriríamos menos”.
El caso es que todos queríamos ser y cantar
como John Fogerty e incluso tener un hermano mayor que se llamase Tom. Nos
entusiasmaba aquel nombre del grupo que alumbraba todo tipo de sugerencias. Y,
sobre todo, constituían un aprendizaje inevitable para la guitarra las notas de
Proud Mary: “rodando, rodando
en el río”. Hasta la discográfica que los abrigaba tenía un alma vaporosa: Fantasy
Records. Al final, como le ocurre a
cualquiera, el grupo se perdió en medio de disputas de liderazgo, competencias
de egos y, fundamentalmente, asuntos de derechos y otros beneficios. Baste
indicar, para hacernos una idea, que sólo el año pasado, con la publicación del
disco «The long road home», que reúne los clásicos de Creedence grabados por
John Fogerty, se firmó una especie de armisticio final entre él y la
discográfica californiana, después de 40 años de pleitos.
Porque
Sweet hitch-hiker
se publicó como sencillo en 1971 y, posteriormente, dentro del último álbum de
CCR «Mardi Gras» en 1972. El grupo se había agrietado ya y en cierto modo esta
canción fue algo así como el remate glorioso de su carrera. De ellos dijo el
crítico Dave March: “fueron probablemente la mejor banda estadounidense a nivel
de singles”. http://www.youtube.com/watch?v=qW18CzVzts4
Publicado en gnetikarockradi.com, 7 abril 2013
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